Columna de opinión
Meden Agan
La crisis de la docencia
El
domingo pasado en El Tiempo apareció una nota bastante descriptiva, aunque poco
analítica, sobre los perfiles de los docentes bogotanos que desenmascara la verdadera
crisis del sector educativo en Colombia.
Las
futuras generaciones están en manos de docentes que no saben inglés y que no
manejan nuevas tecnologías, competencias fundamentales para la competitividad
en un mundo globalizado, pero que además no tienen el dinero para aprender
idiomas o matricularse en posgrados o cursos verdaderamente relevantes para su
formación y crecimiento profesional.
Además,
uno de cada diez docentes bogotanos, por cierto los más preparados del país
junto con los paisas, no tiene computador en su casa y casi uno de cada cuatro
no tiene conexión a internet en su hogar, lo que impide sustancialmente las
posibilidades de actualización permanente en tiempo real y una preparación de contenidos
pedagógicos más pertinente. En ese mismo sentido, los posgrados que manifiestan
haber realizado son pocos, malos y no son pertinentes para su desempeño diario
en el aula.
Pero
la situación es, sin duda, aún más preocupante de lo que se revela en los
resultados del estudio. La pregunta que se refería al bilingüismo no exigía
ninguna constatación de que la respuesta fuera real, es decir, permitía
respuestas múltiples en las que el docente podía afirmar leer bien en inglés
sin ningún tipo de comprobación empírica al respecto, y ya conocemos la
tendencia de los docentes de creer saber más de lo que realmente saben. Por
eso, me permito dudar seriamente de la metodología utilizada, y de la veracidad
de las respuestas de esos 5.730 docentes que respondieron que leían y entendían
bien cuando leían en inglés. Ningún docente va a contestar voluntariamente que
no está cualificado para desempeñar adecuadamente su cargo, así como poca gente
manifestaría en una encuesta que le premiaría por su comportamiento ambientalmente
responsable, que no recicla en su casa. Porque eso sí, los docentes no son
bobos.
Otro
signo, a mi juicio preocupante, es el hecho, valorado positivamente por el
estudio, de que casi el 44% de los docentes tiene una experiencia de más de 19
años. La lectura que hacen los investigadores, y que replica el lead de
la noticia de El Tiempo, es que los docentes bogotanos son “experimentados” en
el oficio. Yo no sé a ustedes, pero a mí me parece que dar clase durante
20 años, sin hacer cursos relevantes y pertinentes de actualización, sin saber
inglés, sin usar regularmente la Web como mecanismo de enseñanza relevante, es
absolutamente anacrónico y desajustado frente a las realidades del mercado
actual. La lectura que yo hago de dicho resultado es que los docentes bogotanos
no son experimentados, sino que están peligrosamente desactualizados en los
contenidos, las metodologías y las estrategias pedagógicas que utilizan. Lo
que, a mi juicio, evidencia dicha cifra, es que el magisterio mejor preparado
del país demuestra preocupantes señales de anquilosamiento.
Otra
señal preocupante, que se constituye en un factor estructural de retraso y
comprueba mis sospechas pesimistas, es que 1 de cada 5 docentes tiene que dar
clases en más de 8 cursos y que casi la mitad manifiesta tener solo dos horas a
la semana para preparar los materiales. Una educación pertinente, actualizada y
potente, exige al menos una hora de preparación por una de trabajo en el aula.
Así de mal estamos.
Si
a eso se suma la precariedad laboral, evidenciada a través de nombramientos
provisionales, bajos salarios y, encima de todo, la imposibilidad de una
dedicación exclusiva por las bajas remuneraciones, no resulta raro que sigamos
teniendo una de los peores sistemas educativos del hemisferio.
Pero
todo lo anterior contrasta con nuestro folclórico y permanente optimismo: el
66% de las familias que reciben esta educación están satisfechas. Esto solo
empeora el panorama. Recibimos una educación light, paleolítica,
impertinente, formamos generaciones de manera insuficiente, y estamos contentos
con ello. Pero salga la ministra a decir que hay que permitir el ingreso de
recursos privados al sistema y se arma la de Troya, expresión que no entiende,
por supuesto, una parte significativa de los contradictores.
De
manera paralela, El Tiempo en su sección “Vida de Hoy” sacó una nota con Richard Gerver, experto inglés en educación,
en la que manifiesta, de manera verdaderamente lúcida, aunque en un espacio que
no se compadece ni con la importancia de su argumentación, ni con la de los
lectores del periódico, que seguimos enseñando con la escuela de la Revolución
Industrial. Gerver pide una educación más pertinente y ajustada a los retos del
mercado que plantea el siglo XXI, una educación de doble vía, con un nuevo
modelo pedagógico en el aula que no castigue el error y que permita y fomente
la creatividad, el ensayo, la experimentación. Una pedagogía del hacer, no solo
del escuchar.
Pero
lastimosamente, nada de lo anterior es posible en el esquema que devela el
estudio sobre los docentes bogotanos.
posibilidad
de desarrollo sostenible en este país si no reformamos el sistema educativo,
pero no en el sentido en que los que abrazan antimotines piden. Más en el
sentido en que los expertos nacionales e internacionales en educación intuyen
que debe hacerse.
La
calidad educativa cuesta. Hay que atraer capitales privados y utilizarlos de la
siguiente manera: infraestructuras más aptas para promover y enseñar
tecnologías pedagógicamente significativas, menos docentes pero mejor pagos y
más preparados, que soporten una estrategia pedagógica que les permita a los
estudiantes espacios de creación y descubrimiento individual, pero asistido.
Docentes de dedicación exclusiva que estén remunerados de tal manera que tengan
tranquilidad financiera. Colegios, en última instancia, mejor preparados para
enfrentar los retos del futuro.
El
poder de un profesor es increíble. Un mal profesor destruye y corrompe, al
ritmo de ocupación actual y según el estudio citado, el futuro de casi 500
niños al año. Si las cifras descubiertas son representativas, quiere decir que
en 2013, dos millones cuatrocientos mil niños recibirán clases con profesores
que no pueden o no quieren ser buenos. Da lo mismo, cualquiera de las dos
posibilidades impacta de igual manera el futuro del país.
El
panorama es catastrófico, pero sin dinero seguiremos así, o peor. El día en que
entendamos que la educación de calidad cuesta, dejaremos de ser un país que
abraza antimotines, a ser un país que abraza con esperanza la posibilidad de un
futuro mejor. De todos depende hacer el cambio. Debemos escoger con decisión
abandonar nuestra zona de confort. Mejorar implica unas incomodidades que
tenemos que asumir ya.
Imágenes
tomadas de:
http://nacho-latrastienda.blogspot.com/2012/01/la-estafa-del-bilinguismo.html,
http://es.123rf.com/photo_5310778_nuevo-equipo-con-monitor-tft-en-modernas-aulas-en-la-escuela.html
y
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