Columna La Tarde
Fundación Kíos
Una reflexión a
propósito de la ciudad de Oslo
Globalmente,
podría intuirse que dados los significativos recortes en los costos de transporte
y de comunicaciones, incluso en Colombia a pesar de su empinada geografía y los
fenómenos de corrupción e ineficiencia persistentes, las ciudades se dirigen a
perder su rol preeminente en las sociedades innovadoras y productivas, y fruto
de todo esto, ganadoras.
Esa
corriente de pensamiento es incorrecta, por lo menos así lo sugieren numerosos
estudios, algunos de ellos referenciados en un artículo del semanarioThe
Economist, Concrete Gains, (Ganancias concretas,
octubre 13, 2012). De hecho, los resultados expuestos allí apuntan a que la
importancia de las ciudades cada vez resulta más valiosa.
Una
sociedad del conocimiento, ganadora en el siglo XXI, debe girar en torno a las
ciudades. Las políticas públicas deben estimular el crecimiento inteligente y
productivo de estas y no buscar la forma de detener su expansión.
La
educación debe tener por objeto definitivo preparar a los ciudadanos para que
obtengan habilidades demandadas por los sectores productivos ganadores de hoy.
Si las ciudades no cuentan con la preparación necesitada por la economía del
conocimiento y la información, entonces su mismo carácter de ciudades, termina
siendo irrelevante.
Kíos
ha insistido sobre esta constante del desarrollo, la educación, afirmando cosas
como que en Colombia la debilidad del Estado, el anquilosamiento del aparato
productivo y las hondas desigualdades al interior de su sociedad, se explican
no por la existencia de grupos armados ilegales como las Farc, sino por la
ausencia de esfuerzos denodados para habilitar reglas, recursos e
infraestructuras dirigidas a la consolidación de un sistema educativo
innovador, fundado en la tecnología y la creatividad.
Las
ciudades modernas, y extensas, deba agregarse, consumen menos y producen más.
Pereira debería apropiarse de estas realidades (ciudades extensas) y
oportunidades (educación innovadora) e iniciar bajo su liderazgo, sin egoísmos
nimios, el surgimiento de una megaregión cafetera.
Las
comprimidas distancias físicas existentes entre las capitales del eje cafetero,
que no mentales, quizás, deberían llevarnos a concebir la creación de una mega
urbe cafetera. Demográficamente, se convertiría en la quinta ciudad más grande
del país (sin incluir áreas metropolitanas). La coordinación de esfuerzos
apuntaría a la instauración de una infraestructura avanzada y de un sistema
educativo que gire en torno a bilingüismo, turismo, ciencia y tecnología,
medicina, ingenierías, tecnologías limpias y biotecnología. Nunca se deben
olvidar las ventajas estratégicas para esta, ojalá no quimérica megaregión,
derivadas de su cercanía a una zona riquísima en biodiversidad como el Pacífico
colombiano en el Chocó.
Esta
propuesta concreta no es un retorno al centralismo exacerbado de antaño. Una de
las claves de las ciudades-región globales extensas y exitosas, es el
reconocimiento de la diversidad, y por lo tanto, que las soluciones uniformes
simplemente no funcionan. Un ejemplo vigoroso de esto es el área tri-estatal en
los Estados Unidos que cubre New York, New Jersey y Connecticut.
Para solucionar los graves problemas que
actualmente debemos afrontar, y que se han señalado frecuentemente desde acá, y
para competir de manera exitosa en la aldea global, debemos aportar soluciones
innovadoras y prácticas. Megacafé podría ser una de
estas.
Publicado en La Tarde de Pereira el 23 de octubre de 2012, en: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/68888-una-reflexion-a-proposito-de-la-ciudad-de-oslo.html
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