martes, 21 de diciembre de 2010

No solo es salud

Columna La Tarde
Fundación Kíos

No solo es salud

El deporte no solo es salud. Es también buen negocio: genera empleo y recursos económicos derivados de la venta de publicidad.  Representa ingresos al sector turístico mediante la celebración de eventos deportivos como el Mundial de Fútbol sub-20 del que la ciudad será subsede en poco más de ocho meses, pero adicionalmente porque un peso invertido en la promoción de una cultura deportiva integral, ahorra varios en otras áreas, también estratégicas, como la promoción y prevención en salud y la de seguridad. También es una actividad altamente pedagógica y formadora porque promueve la aparición de valores constructores de paz como la tolerancia, el respeto, la competitividad y la solidaridad. Crea ciudadanos con capacidad de liderazgo, autoestima alta, individuos persistentes y responsables. Además, es una excelente herramienta de inclusión social y de generación de conductas que favorezcan una sociedad más equitativa.

Ahora, cuando no solo se hacen los balances que terminan premiando a los mejores deportistas, sino que también se cierran los principales torneos profesionales, es momento de plantear la necesidad de promover y exigir que la política pública del deporte sea una prioridad de nuestros futuros gobernantes.

Algo que debe llamar la atención de los diseñadores y ejecutores de las políticas públicas de promoción deportiva en la región es que, en primer lugar, entre el 2008 y el 2010, fechas en las que se llevaron a cabo los últimos dos Juegos Nacionales Intercolegiados, Risaralda pasó de ganar el 3.7% de las medallas disputadas a colgarse solo el 2.3% de ellas. Entre un año y otro, el departamento perdió 5 puestos en el medallero definitivo.

Adicionalmente, otra alerta que debe merecer el más profundo de los análisis es el hecho según el cual, Risaralda ocupa ponderadamente mejores posiciones en los medalleros de las categorías de jóvenes que en los Juegos Deportivos Nacionales. 


La ciudad y el departamento deben acoger dentro de sus próximos objetivos públicos la realización de una política pública integral que, por una parte, le entregue a la ciudadanía más y mejores escenarios deportivos, entrenadores más cualificados,  y recursos económicos mayores para motivar la participación de los jóvenes risaraldenses en eventos locales, regionales, nacionales o internacionales. Pero por otro lado, una política que permita la construcción de estrategias que promuevan  la vinculación privada, no solo para fortalecer el músculo financiero del sector, sino para garantizar la integralidad y la efectividad de la política.

Ya es hora de empezar a celebrar títulos, y eso no depende únicamente de la fortaleza de nuestros deportistas.

Publicado en La Tarde de Pereira el 21 de diciembre de 2010: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/35420-no-solo-es-salud.html

martes, 14 de diciembre de 2010

Los desafíos de la competitividad

Columna La Tarde
Fundación Kíos

Los desafíos de la competitividad

Son muchas las reflexiones que se han hecho sobre la competitividad, así como las experiencias exitosas que ante determinadas coyunturas se muestran como susceptibles de ser replicadas. Si bien es cierto, existen múltiples visiones sobre cuáles son los factores que permiten potenciar las condiciones de competitividad de un país, haciéndolo más atractivo para la inversión extranjera y logrando mejoras sustanciales en su proceso de inserción internacional, existen algunos elementos estructurantes presentes en todos las naciones que hoy en día marcan la pauta en el competido entorno global.

El primero de ellos es que no existen fórmulas mágicas ni recetas, por más de que éstas hayan alcanzando resultados altamente positivos. Políticas e incentivos que han probado ser eficientes en un entorno no siempre funcionan en otro, mucho más si éstas han sido implementadas a la ligera o sin tener en cuenta la existencia de condiciones previas necesarias. El segundo elemento es que la competitividad no puede estar sustentada única y exclusivamente en la disminución de impuestos como alternativa para atraer el capital. Al respecto, el caso irlandés, hasta hace poco un modelo exitoso que incluso se referenció y promocionó en nuestro país, es prueba irrefutable de que no todo puede estar sostenido en las reducciones de los gravámenes y tributos, pues ello es insostenible y puede convertirse en un factor de riesgo para el sistema económico.

El tercer factor está referido a la inversión sostenida en infraestructura para el desarrollo. El gasto público en carreteras e hidroeléctricas, acueductos y sistemas de saneamiento básico contribuye al logro de mejoras sustanciales en la calidad de vida de las personas e incrementa el acervo de capital público disponible, la base de todo proceso económico exitoso. En última instancia, la competitividad está ligada con la inversión en el principal recurso económico de un país: su gente. La educación, la ciencia y la tecnología y la formación para el trabajo son los mejores elementos para fortalecer las capacidades de un país y garantizar un mayor reconocimiento internacional a sus procesos productivos. Sólo con una formación dirigida hacia la innovación y la creatividad se podrá competir en la economía del conocimiento y la información.

Estas reflexiones pueden ser útiles para lograr grandes acuerdos regionales sobre la mejor manera de aprovechar el potencial de Pereira, como una ciudad con vocación no sólo para liderar la competitividad en el Eje Cafetero sino también para aportar a la inserción de Colombia en el mundo.

Publicado en La Tarde de Pereira el 14 de diciembre de 2010: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/35110-los-desafios-de-la-competitividad.html

martes, 7 de diciembre de 2010

Una nueva propuesta conceptual de la RSE

Investigación- RSE
Santiago Gómez Mejía

Una nueva propuesta conceptual de la RSE

El advenimiento del siglo XXI exige a la academia nuevos desarrollos teóricos para explicar un nuevo mundo globalizado, altamente interconectado, testigo de “la emergencia de centros fragmentados de poder que extienden la percepción individual de autoridad…más allá del aparato estatal” (Muchilinski, 2001, p.40) y con serias amenazas a su sostenibilidad, representadas claramente en la debilidad de los ecosistemas y la fragilidad del medio ambiente, producto, en parte de los procesos productivos que imperaron durante los tres últimos siglos.

Ni Rawls, ni Marx, ni Smith, ni Hobbes, entenderían un mundo como el de hoy, porque la crisis ambiental modifica (o debería modificar) radicalmente las prioridades de los modelos económicos y reordenar la escala de valores éticos de las sociedades actuales. El aire, el agua y la biodiversidad son bienes que hoy tienen un valor económico mayor que hace cincuenta años, básicamente porque son cada vez más escasos, pero a la vez porque son indispensables para garantizar la supervivencia de la raza humana en el planeta. Hoy no son ni moralmente aceptables ni económicamente viables modelos productivos que no tengan esta premisa en cuenta, entre otras razones porque tanto los consumidores como los inversionistas exigen a las empresas acciones que la tengan en cuenta.

Afortunadamente ya no es cierto que, como se pensaba en la antigüedad, “todas las libertades que el hombre se [tomaba] con los moradores de la tierra, del mar y del aire [dejaban] inalterada la envolvente naturaleza de esos ámbitos e intacta su capacidad productiva” (Jonas, 1995, p.27). Ya no es cierto entonces, que la naturaleza y el entorno no sean objeto de responsabilidad humana, y por tanto, tampoco es verdad que la ética no deba ocuparse de las preocupaciones medioambientales. “La naturaleza, en cuanto responsabilidad humana, es [entonces] sin duda un novum sobre el cual la teoría ética tiene que reflexionar [hoy]” (Jonas, 1995, p.33).

Por eso hoy, tal y como afirma Apel, con el advenimiento tecnológico debe aparecer una “macroética de la responsabilidad solidaria de extensión planetaria” (2007, p.67), o lo que es lo mismo: “la globalización plantea un desafío nuevo y extremadamente urgente a una ética de tipo universalmente válido, que atiene a la justicia en una escala global” (Apel, 2007, p.163).

Pero adicionalmente, actuar moralmente bien no sólo es, como dice la ética de las intenciones, armonizar la conciencia y la ley, y actuar de acuerdo a ello. Lo anterior no es suficiente en las sociedades complejas actuales: actuar correctamente hoy es también anticiparse a las consecuencias de los actos realizados, por la empresa, por el gobierno y por los individuos, lo que cobra vital importancia en el ámbito medioambiental.

Pero, por si fuera poco, la ética es también condición del buen desempeño económico: Cochran, citado por Zamagni (2006, p. 6) argumentaba, para explicar las dificultades económicas de Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX, que “el bajo nivel de ética empresarial entre los directivos americanos fue un impedimento grave para promover la eficiencia económica y la acumulación de capital”. Así mismo, Rostov en 1961, citado también por Zamagni (2006, p.6) afirmó que la causa de la Gran Depresión fue la falta de comportamientos éticos que promovieran el liderazgo empresarial en los Estados Unidos de la década de los años veinte del siglo pasado.

Teniendo todo lo anterior en cuenta, se puede reconocer que hoy la RSE no sólo implica el hecho de que las empresas sean evaluadas por los clientes teniendo en cuenta la calidad de sus productos y por los inversionistas a partir de las ganancias que generan, sino también por la forma como esas ganancias son creadas y los efectos que la producción de dichos bienes tienen sobre el ambiente. Esto corrobora la necesidad del debate moral en la definición de la RSE hoy. La RSE, pues, debe cumplir también la misión de cultivar valores cívicos virtuosos dentro de la empresa y la ciudadanía.

Pero, por otra parte, aunque es claro que el bien común que se busca a través de las estrategias de RSE no puede ser reducido al agregado del bienestar individual de una sociedad, sino que debe ser entendido como el beneficio de pertenecer e interactuar en una estructura social de acciones comunes, se requiere un marco jurídico que reglamente las obligaciones y los derechos de cada uno de los actores, individuales o colectivos que materializan dicha interacción. En ese sentido es indispensable, como dice Ancos,

“la necesidad de construir un partenariado[1] entre las políticas públicas de RSE y las circunstancias locales de sectores particulares, así como en la participación de los distintos stakeholders, [que no podrá] abordarse de forma efectiva sin el compromiso de los organismos públicos, mejor posicionados para canalizar el potencial de alineación de las prácticas domésticas de RSE con los objetivos de política pública” (2007, p. 60),

entre otras razones, porque “la convergencia o armonización de códigos de conducta es la respuesta más apropiada a las ineficiencias económicas generadas por los esfuerzos por cumplir con las exigencias de responsabilidad social” (Ancos, 2007, 60-61).

Por eso, la RSE debe dejar de ser entendida exclusivamente como filantropía. En esa medida, se contrarrestan las críticas que remiten al voluntarismo, a la falta de verificación y medición de dichas acciones y al posible uso inadecuado que se haga de ellas. También porque “abogar únicamente por la voluntariedad es sinónimo de progreso lento” (Ancos, 2007, p.74).  Pero principalmente, porque el mundo no dejará de ser inviable ambientalmente a largo plazo porque unos pocos empresarios altruistas decidan respetar la estabilidad de los ecosistemas de su entorno. El planeta (ambientalmente hablando) sólo sobrevivirá, en la medida en que existan obligaciones y sanciones, no sólo para aquellos que en mayor medida vulneran la estabilidad de los ecosistemas, como las industrias, sino también para los gobiernos que no dan la suficiente importancia al tema, o a los individuos que con sus comportamientos cotidianos no favorecen la perpetuación de las condiciones necesarias para la subsistencia de la raza humana en el planeta. No sólo las normas civiles deben convertirse en normas vinculantes sino que se requieren regulaciones emanadas de los estamentos gubernamentales para resolver las actuales limitantes en el cumplimiento de las normas ambientales, en general, y de aquellas cuyo campo de acción sea la responsabilidad social empresarial, de forma general. De esa misma manera, el Estado tiene un importante rol catalizador, ya sea a través del estímulo a asociaciones privadas o del tercer sector, como a través del desarrollo normativo, garantizando el buen funcionamiento de los mercados, la transparencia y el acceso a la información (Núñez, 2003, p. 40).

Dada la discusión anterior, y a partir de los desarrollos teóricos que sobre el tema se han evidenciado hasta nuestros días, propongo entender la responsabilidad social como el conjunto de procesos que el sector empresarial, reconociéndose como agente potencial de cambio social y vinculando su visión de empresa a una visión compartida de país, debe implementar, motivado por iniciativa propia o preferiblemente a partir de lo estipulado en la ley, con el fin de promover tanto el bien común como las necesidades de sus stakeholders, a través de la prevención o mitigación de los efectos nocivos que, sobre el medio ambiente y los diferentes grupos sociales de su entorno, son causados por los procesos productivos que le generan riqueza a sus accionistas.


Referencias bibliográficas:

1.     Ancos Franco, H., (2007), “Políticas públicas e iniciativa privada en la responsabilidad social empresarial”, en Revista del Ministerio de Trabajo e Inmigración, No. 66, p. 51-80, [En línea], disponible en: http://www.mtas.es/es/publica/revista/numeros/66/Est03.pdf , recuperado: 10 de septiembre de 2010.
2.     Apel, K-O., (2007), La globalización y una ética de la responsabilidad, Prometeo, Buenos Aires.
3.     Jonas, H. (1995), El principio de la responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica, Herder, Barcelona.
4.     Muchilinski, P., (2001), “Human rights and multinationals: is there a problem?”, en International Affairs, 77, 1, p. 31-48, [En línea], disponible en: http://rru.worldbank.org/Documents/PapersLinks/human_rights_and_multinationals.pdf , recuperado: 17 de septiembre de 2010.
5.     Núñez, G., (2003), La responsabilidad social corporativa en un marco de desarrollo sostenible, Santiago de Chile, Serie Medio ambiente y desarrollo, CEPAL.
6.     Zamagni, S., (2006), “The ethical anchoring of corporate social responsibility and the critique of CSR”, [En línea], disponible en:  http://www.stthomas.edu/cathstudies/cst/conferences/thegoodcompany/Papers/Zamagni%20on%20CSR%20THE%20E.pdf , recuperado: 10 de septiembre de 2010.

[1] La palabra partenariado no existe en el idioma español. Es una mala traducción, aunque ampliamente utilizada en Europa, del vocablo inglés partnership. Una más correcta traducción es “sociedad de personas” o “asociación”.

‘Sampedradas’

Columna La Tarde
Fundación Kíos

‘Sampedradas’

Que estamos viviendo el invierno más fuerte de los últimos 65 años, es hoy evidente: el 85% de los departamentos del país está en emergencia invernal, más de 190 muertos, 225 heridos, 160 desaparecidos, más de 250.000 viviendas afectadas, casi seis millones de hectáreas de tierra productiva inundadas y un millón y medio de damnificados así lo demuestran. La tragedia de Bello es el más reciente capítulo de este desastre.

Afortunadamente, Colombia ha demostrado ser solidaria, y eso es digno de celebrar. Pero los colombianos somos reactivos, no proactivos. Donamos pero no planeamos. Limpiamos nuestra conciencia, que regularmente no es ni ambientalmente responsable, ni políticamente exigente, con la donación de un par de cobijas y dos kilos de arroz. Eso es mejor que nada, pero no es suficiente.

Teletón batirá seguramente todas sus marcas previas de recaudo, la Cruz Roja hoy ya se da el lujo de no recibir ropa usada como aporte a la tragedia –como si los damnificados, con el agua hasta el cuello, agradecieran solo ropa de marca-, los actores se han volcado en Twitter y Facebook a pedir donaciones para ser destinados a los menos favorecidos, los futbolistas desde el extranjero envían camisetas de famosos para subastar. Todo eso está bien, y demuestra que tenemos un corazón grande, pero no por ello un corazón que deja de ser amnésico.

Podemos seguirle rezando a San Pedro, eso de algo servirá, pero es bueno también rezar para que los colombianos entendamos que sólo mediante una planeación rigurosa, el diseño de programas adecuados de gestión de riesgo, el uso eficiente de los recursos públicos destinados a la construcción de infraestructura y la implementación de estrategias de veeduría permanente y disciplinada de la gestión pública, estas situaciones no se repetirán jamás, y así podremos utilizar nuestro corazón para otros menesteres en el futuro.

Donemos, donemos mucho. Recemos, si creemos que así ayudamos en algo, pero también votemos. Votemos bien, por quienes reconozcan que esto que está pasando no es solo obra y gracia de un San Pedro enfurecido por la manera como destruimos el medio ambiente – responsabilidad sobre la cual también debemos cuestionarnos seriamente en el día a día-. Elijamos candidatos que asuman la responsabilidad de que la construcción de infraestructura es fundamental para el desarrollo y la seguridad. Los puentes deben soportar  inviernos cada vez más fuertes, las carreteras no deben colapsar por las inclemencias del tiempo. Los diques deben construirse antes de la inundación. Es responsabilidad de todos exigir lo anterior, pero también elegir a gente honesta que pueda hacerlo técnicamente bien.

Publicado en La Tarde de Pereira el 7 de diciembre de 2010: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/34786-sampedradas.html

viernes, 3 de diciembre de 2010

Marketing Territorial: la importancia de reconocer y valorar las ventajas y activos de nuestras ciudades y regiones para lograr su posicionamiento mundial

Investigación-Territorios
Manuel Calderón Ramírez

Marketing Territorial: la importancia de reconocer y valorar las ventajas y activos de nuestras ciudades y regiones para lograr su posicionamiento mundial


En el marco de la economía global, las ciudades y regiones han empezado a posicionarse como actores de primer orden para el desarrollo de nuevas estrategias de crecimiento y desarrollo económico, así como para la potenciación de sus factores de competitividad. A la par con los procesos de fortalecimiento de sus ventajas competitivas a través de la inversión sostenida en infraestructura y capital humano, exploración de nuevos sectores de alto valor agregado enmarcados en la economía del conocimiento y reforzamiento de la institucionalidad pública y de sus capacidades para generar sinergias con otros actores claves para el desarrollo, muchas ciudades y regiones han emprendido también, la construcción de diferentes estrategias comerciales para vender sus potencialidades y activos en el mundo y lograr un mayor reconocimiento.

El diseño de agresivas campañas publicitarias para atraer inversionistas y turistas y lograr mayores índices de posicionamiento mundial no sólo debe concebirse como un ejercicio destinado a impactar en el “top of mind” de los ciudadanos del mundo respecto a ciertos territorios, sino también como un proceso destinado a reconocer y valorar las condiciones, patrimonios y especificidades culturales que hacen de una ciudad o región un territorio único y particular.

En tal sentido, si bien es cierto que el progresivo posicionamiento de los territorios en un entorno marcado por una progresiva internacionalización ha derivado en la irrupción de nuevos ámbitos y disciplinas, tales como el marketing territorial, éste no puede visualizarse ni como una simple estrategia de mercadeo ni como una campaña publicitaria más. El territorio no es un producto simple susceptible de ser “masificado” o “consumido”. Por el contrario, representa relaciones e interacciones de grupos, organización e individuos en torno al espacio físico y geográfico, lo cual involucra múltiples dimensiones como la sociológica y antropológica, la política e institucional, la económica y social, la ambiental, la cultural y la étnica, sólo para citar algunas.

Por tal motivo, el marketing territorial no sólo es una estrategia “hacia afuera”, sino que también involucra dinámicas internas, relacionadas con la valorización del patrimonio material e intangible de un espacio geográfico y su reconocimiento y apropiación por parte de todos sus habitantes. De lo que se trata es de reforzar la identidad territorial, la cual está implícitamente ligada con el sentido de pertenencia que los ciudadanos le dan a su terruño, visualizado como un espacio vital. Así mismo, pasa por entender cuáles son los valores que cada persona le otorga a sus espacios geográficos, de tal forma que se puedan socializar y construir colectivamente.

Para nuestro país el diseño de estrategias de marketing territorial es una oportunidad sin igual para aprovechar y potenciar la riqueza creativa de nuestros pueblos y comunidades, sus valores ancestrales y tradiciones. El reciente reconocimiento de la Marimba y del Palabrero Guajiro como patrimonios inmateriales de la humanidad por parte de la UNESCO, es una muestra fehaciente de la grandes opciones que se nos abren para revalorizar nuestras tradiciones y presentarnos al mundo como una nación múltiple y diversa, que aún construye su identidad a partir de los aportes de cada una de sus comunidades, sus grupos étnicos y sus pueblos.

Imagen tomada de:
http://blog.guiasenior.com/archives/2009/03/rse-casos-practicos-y-estrategias.html

martes, 30 de noviembre de 2010

La paz: una obsesión malsana

Columna La Tarde
Fundación Kíos

La paz: una obsesión malsana

La semana pasada escuchamos en nuestro país a Andrés Oppenheimer, presentando a través de los medios su último libro ¡Basta de historias!, y al presidente de Chile, Sebastián Piñera, en visita de Estado.

Ambos entregaron a los colombianos mensajes estratégicos para el país, relacionados con la eficiencia, productividad y competitividad empresarial, y especialmente con la importancia medular de la educación enfocada hacia el conocimiento y la información, la ciencia y la tecnología, la investigación y el desarrollo, la capacitación, la innovación y el emprendimiento.

Los dos coincidieron en advertir que Colombia, al superar la fase crítica de su problema de seguridad y violencia, debe disponerse a aprovechar las oportunidades que ofrece el mundo del siglo XXI, apropiándose de las reformas mentales e institucionales en los campos arriba mencionados, necesarias para consolidarse como potencia y líder regional y global. Nuestro futuro lo debemos enfrentar, afirmaron, abrazando la competencia internacional y entendiendo la educación como pieza esencial para superar los desafíos. 

El mensaje es refrescante, sobre todo en medio de los escándalos públicos y privados a los que estamos acostumbrados. 

Sin embargo, una gran cantidad de ciudadanos, asistidos en todo su derecho, continúan buscando fijar la obtención de la paz como tema neurálgico de la agenda nacional por encima de cualquier otra iniciativa, entre otras cosas porque, suponen, absolutamente todo está relacionado con ella. Lanzarse sobre los cambios necesarios para aprovechar las oportunidades ofrecidas por el futuro, aparentemente no es viable hasta que no se consiga esa paz.

La competitividad, la educación, la ciencia y tecnología, la investigación y desarrollo, la infraestructura, la salubridad y la seguridad social, todos son temas que supuestamente no pueden ser potenciados hasta que la paz aparezca, se solucione o se negocie. De esta manera convertimos la paz en una obsesión malsana de la sociedad colombiana.

De ninguna manera pretendemos desconocer la existencia de serios problemas de seguridad, rural y urbana, pero sí creemos indispensable polemizar sobre cuál debe ser la estrategia de construcción de futuro del país. Asumir la paz colombiana de esa manera obsesiva puede demostrar un grave desconocimiento de los procesos históricos y las realidades del resto del mundo. Podemos, en últimas, estar condenándonos a un denodado parroquialismo que solo superaremos cuando dejemos de mirarnos siempre el ombligo.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Humanismo cívico: la esperanza de un despertar ciudadano

Desde las aulas
Eliana Rincón Ortega
Escuela de Política y Relaciones Internacionales
Universidad Sergio Arboleda
Bogotá

Humanismo cívico: la esperanza de un despertar ciudadano

En el mundo actual se presenta una gran insatisfacción social, generada por las formas de interacción entre los individuos dentro del sistema capitalista, principalmente porque los seres humanos hemos perdido la capacidad de concebir al otro como un amigo y nos hemos enfocado en desarrollar un individualismo nocivo y altamente competitivo.

Esta falta de cercanía con el otro no es más que una ausencia de valores, que dentro de los principios de un Estado liberal y capitalista, transforma al ser humano en un ente que se dedica a construir un mundo interior tan impenetrable y superficial que solo el consumo podría satisfacer esa falencia de humanidad, impidiendo el desarrollo de una visión propia, llena de virtudes y con capacidades reales para entregarle al mundo, formando individuos apáticos frente a la construcción de lo público.

Como reacción a lo anterior surgió la propuesta del Humanismo Cívico, entendido como “la actitud que fomenta la responsabilidad y la participación de las personas y comunidades ciudadanas en la orientación y desarrollo de la vida política. El temple que equivale a potenciar las virtudes sociales como referente radical de todo intercambio cualitativo de la dinámica pública”[1].

El protagonismo de la persona, entonces, es el elemento principal de este planteamiento, ya que esta debe asumir su responsabilidad con la comunidad, debe entender que su deber como ciudadano va más allá de la acción de elegir y ser elegido. El individuo moderno debe también cultivarse en virtudes, prepararse para poder participar en una comunidad con ideas que alimenten su entorno. En ese sentido, el ciudadano debe conocer el desarrollo de la vida pública, de cómo se toman las decisiones, no solo ser espectador sino convertirse en partícipe de las decisiones políticas, consciente de las consecuencias que estas le traen a su entorno y a su comunidad.

Hoy necesitamos a un ciudadano capacitado para entender el mundo multidimensionalmente: como individuo y como un agente social que no busque únicamente la utilidad que le pueda generar una empresa. No se necesita un individuo que se dedique a buscar una fortuna por encima de sus valores y su familia, no se necesita a un individuo que haga su trabajo de forma mecánica y crea que se ganó el mundo porque cumplió solo con lo que un contrato le pedía que hiciera. Por el contrario, se necesita de un ser humano, capaz de incidir en las decisiones públicas, capaz de cultivarse a sí mismo, para cultivar el mundo, un ser humano capaz de sobreponer el interés común sobre sus intereses particulares.  

Sin embargo, más allá de crear un idea romántica del deber ser social y de los valores éticos y civiles, este planteamiento se ubica en la realidad de que el ser humano es el único elemento real de la democracia. Este debe reconocer que su responsabilidad política supera el ejercicio del sufragio, y que no comienza simplemente con el interés de la participación vacía dentro de las reuniones sociales, sino que la participación debe comenzar con una construcción interna a través de las virtudes, reconociendo al otro como parte de sí mismo.  

Imagen tomada de: resurgimientobuenosaires.blogspot.com

[1] IRIZAR, Liliana Beatriz. Humanismo Cívico: Una invitación a repensar la democracia.  Obra auspiciada por la Fundación Konrad Adenauer.  Bogotá, Colombia.  2009. Pp. 32.   


martes, 23 de noviembre de 2010

La gestión del conocimiento para el buen gobierno

Columna La Tarde
Fundación Kíos

La gestión del conocimiento para el buen gobierno

La administración pública en una sociedad tan dinámica como la nuestra no solo requiere del logro de resultados, sino también del progresivo mejoramiento y optimización de la gestión. En efecto, el incremento de las demandas ciudadanas y la irrupción de nuevos problemas en materias vitales para el bienestar de las comunidades como el medio ambiente, la equidad de género, la descentralización, el desarrollo local, el respeto y reconocimiento de grupos minoritarios, son elementos que presentan nuevos retos a los gerentes, exigiéndoles altas dosis de creatividad, en un  mundo con recursos limitados.

Por tanto, resulta importante fortalecer la generación de alianzas estratégicas entre los sectores público, privado, la cooperación internacional y la sociedad civil organizada, en el marco de principios de solidaridad y corresponsabilidad, ya que el Estado no puede ser el único actor responsable en la promoción del desarrollo, ni mucho menos en el logro de mejores condiciones de calidad de vida, y que es necesario reconocer que la prosperidad o el desarrollo económico de un pueblo dependen del aporte de todos sus integrantes.

Precisamente, en el marco de tales alianzas, surge la posibilidad de explotar al máximo el potencial de las organizaciones públicas y privadas, que cuentan con un acervo de conocimientos individuales y colectivos que podrían ser recopilados e intercambiados entre sí, para aprender mutuamente y generar conocimiento respecto de los entornos en donde se desenvuelven. De lo que se trata es de promover la socialización y difusión del saber hacer de las organizaciones, de tal forma que éstas puedan incorporar conocimientos y aprendizajes obtenidos para tomar mejores decisiones y responder, de manera más eficiente, a las transformaciones que se producen en el medio en el que operan.

En el sector privado, la replicación de las mejores prácticas o de los procesos de los más exitosos suele ser un patrón de referencia para la gestión de las organizaciones. En el sector público, aún quedan por romper muchos paradigmas ligados con la primacía de lo procedimental, los cuales pueden impedir el logro de resultados. Por tal motivo, la nueva gerencia pública exige conocer quiénes han sido los mejores en su campo, por qué lo han sido y qué factores diferenciadores se presentan en las experiencias exitosas de gobierno y administración. Un reto, sin duda alguna, de primordial importancia para la materialización de los principios del  buen gobierno, no solo como imperativo del Estado sino también como instrumento para el logro de sus fines y presupuestos.


Publicado en La Tarde de Pereira el 23 de noviembre de 2010: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/34076-la-gestion-del-conocimiento-para-el-buen-gobierno.html

lunes, 22 de noviembre de 2010

Los tres modelos explicativos de la RSE

Investigación- RSE
Santiago Gómez Mejía


Los tres modelos explicativos de la RSE

La primera elaboración teórica mayoritariamente aceptada por la comunidad académica y el ámbito empresarial fue la planteada por Archie B. Carroll en 1979, cuando en su Three-dimensional conceptual model of Corporate Performance argumentó que la RSE se soporta en una pirámide estructurada por cuatro responsabilidades agregadas: “las económicas y las legales, que son exigidas socialmente, las éticas que son esperadas socialmente y las filantrópicas [o discrecionales] que son [abiertamente] deseadas por la sociedad” (Jamali, 2008, p.215).

Según Carroll, mediante las responsabilidades económicas las empresas ofrecen los bienes y servicios que son objetos de su modelo productivo y que requiere la sociedad para la satisfacción de sus necesidades. Esta dimensión se refiere a las expectativas de que las empresas sean rentables y obtengan utilidades. Mediante las responsabilidades legales, las empresas acogen y cumplen las normas básicas que el entorno establece para su operación. Esta dimensión hace referencia a aquellas expectativas sociales de que las empresas alcancen esos objetivos económicos sujetándose a las leyes existentes. A través de las responsabilidades éticas, se verifican “estándares de conducta y expectativas que reflejan un interés por lo que los consumidores, empleados, propietarios y la comunidad considera justo” (Araque y Montero, 2006, p.87) en áreas en las que aún no existe reglamentación vinculante. La dimensión ética está referida a las expectativas de la sociedad de que el comportamiento y las prácticas empresariales satisfagan ciertas normas éticas. Y por último, las filantrópicas, de carácter puramente voluntarias y relativas a las expectativas de la sociedad de que las empresas se impliquen en roles que satisfagan normas sociales (Jamali, 2007, p.246-247).

Las dos primeras remiten al desempeño eficiente de la función económica de la empresa. Las dos últimas implican la responsabilidad de ejercer dicha función acogiendo valores sociales preestablecidos sin desmejorar las condiciones del entorno que impacta la empresa.

Desde este modelo explicativo inicial, que se consolidó como la interpretación paradigmática durante toda la década de los ochenta, se pueden rastrear dos implicaciones fundamentales para entender el concepto de RSE en la actualidad: la primera de ellas, que la RSE es multidimensional, y la segunda, que ésta no sólo tiene implicaciones o motivaciones económicas, como manifestaba Friedman nueve años atrás, sino que a través de ella las metas corporativas económicas y sociales son compatibles.

Sin embargo, actualmente, uno de los modelos explicativos mayoritariamente aceptado para interpretar el fenómeno de la RSE es la teoría de los stakeholders (Freeman, 1984) que en definitiva se consolidó como una nueva teoría de gestión organizacional y ética empresarial que incorporó los valores y la moral a la empresa, ampliando las concepciones teóricas de la RSE acuñadas previamente, mientras facilitó su medición identificando claramente los diferentes actores que se vinculan a sus procesos.

Los stakeholders son todos los agentes del entorno, grupales o individuales, que pueden afectar o pueden verse afectados por “la actuación organizacional en términos de sus productos, políticas y procesos de trabajo” (Aragón, 1998, p.31).

Esta postura, significativamente diferente, claramente más amplia y detallada, y definitivamente menos abstracta que la de Carroll, expande el objeto de estudio de la RSE porque al asegurar que la empresa debe responsabilizarse por los efectos que su operación genere en un entorno tan complejo como el definido por Freeman, multiplica las variables que deben examinarse para describirla.

En definitiva, la teoría de los stakeholders pone de manifiesto, como nunca antes, que la empresa tiene que cumplir ciertas obligaciones hacia aquellos muy diversos agentes que se ven afectados por su operación, enfocándose en la responsabilidad ética que soporta la relación contemporánea entre ésta y la sociedad.

Y es sólo gracias a estos avances teóricos que es posible, a partir de la segunda mitad de los años ochenta, redefinir la RSE como “la práctica de incorporar los intereses de los accionistas y los stakeholders en el proceso de toma de decisiones empresarial para incrementar el beneficio de la empresa y el bienestar social” (Detomasi, 2008, p.807), o como “la institucionalización…de procesos que faciliten la reflexión axiológica y la elección estratégica, a partir de las consecuencias probables de tal acción sobre derechos morales e intereses de todos aquellos stakeholders identificados en una situación determinada, de manera que se logre una estructura…que permita a la empresa la toma de decisiones colectivas, informada por determinados criterios morales” (Araque y Montero, 2006, p.172).

Pero sólo hasta 1991, cuando Wood publicó su Corporate Social Performance Revisited se aportaron al concepto de RSE variables que generaron valor agregado a la definición previa de Carroll y a los desarrollos de Freeman, especialmente en el campo de las motivaciones que una empresa tiene para actuar responsablemente, los procesos mediante los cuales lo logra y los  resultados que dicha acción genera.

Para Wood, los principios que generan la RSE pueden ser institucionales, organizacionales o individuales, lo que implica que “la motivación para que una firma ejecute acciones de responsabilidad social pueden originarse de un principio de legitimidad [institucional]…de un sentido organizacional de responsabilidad pública [emanado desde la empresa]…[o] de las elecciones individuales de los directivos, de su responsabilidad y [su] compromiso personal” (Jamali, 2008, p.216).

Así mismo, otro de los aportes sustanciales de Wood a la teoría de la RSE, es la definición que hace de la responsividad como la conjunción de evaluaciones ambientales, el manejo adecuado de los agentes afectados por la operación de la empresa y un monitoreo efectivo de las respuestas empresariales a temas sociales (Jamali, 2008, p.216). Esta nueva definición apunta a resaltar la importancia de los procesos de reacción empresarial frente a las demandas del entorno social que se ve afectado por su operación, y supera la concepción previa de RSE como un proceso encaminado al cumplimiento de obligaciones por parte de la empresa. (Araque y Montero, 2006, p.97), así como también traslada el énfasis en la conceptualización de la RSE desde una concepción donde la cuestión clave era reaccionar ante los problemas sociales generados por la firma, a un escenario donde lo fundamental es anticiparse a ellos.

Dicho modelo, tal y como se ha afirmado, complejiza la conceptualización de la Responsabilidad Social Empresarial, pero a la vez aporta elementos de análisis novedosos y definitivos para los desarrollos teóricos futuros.

Referencias bibliográficas:

1.     Aragón Correa, J. A., (1998), Empresa y medio ambiente. Gestión estratégica de las oportunidades medioambientales, Comares.
2.     Araque Padilla, R.A. y Montero Simó, M. J., (2006), La RS de la empresa a debate, Barcelona, Icaria.
3.     Detomasi, D.A., (2008), “The political roots of Corporate Social Responsibility”, en. Journal of Business Ethics 82, p.807-819.
4.     Freeman, E., (1984), Strategic Management: a stakeholder approach, Pitman, Boston.
5.     Jamali, D., (2007), “CSR: Theory and Practice in a Development Country Context”, en Journal of Business Ethics 72, p. 243-262.
6.     -----------, (2008), “A stakeholder approach to CSR: A fresh Perspective into theory and practice”, en Journal of Business Ethics 82, p.213-231.
7.     Wood, D., (1991), “Corporate Social Performance revisited”, en Academy of Management Review, No. 16(4), p. 691-718.

martes, 16 de noviembre de 2010

Pensar diferente es posible

Columna La Tarde
Fundación Kíos

Pensar diferente es posible
Muchas cosas tienen que pasar para que una idea se convierta en acción, pero la principal es que el sujeto, individual o colectivo, tenga la decidida voluntad de hacerla realidad. El problema es que, en lo que se refiere a acciones que impactan el ejercicio de lo público, el deseo natural de priorizar el logro de los intereses privados resulta ser un lastre que se debe superar.

Para ello, hay que empezar reemplazando sustancialmente algunos rasgos, erróneamente valorados como positivos, que definen nuestra identidad.

Colombia hoy, como consecuencia de un pasado plagado de guerras y confrontaciones, reprodujo en el imaginario colectivo la idea equivocada según la cual la violencia era la mejor forma de resolver los conflictos, con lo que favorecemos que las consecuencias derivadas de los hechos violentos, se conviertan en fatalidades inevitables.

Reproducimos también, muchos sin darnos cuenta –lo que no nos exime de complicidad-, conductas altamente peligrosas en nuestra cotidianidad. Nos enorgullecemos de un rasgo como la “malicia indígena”, recurso propio, heredado e intransferible, mezcla entre creatividad, astucia, recursividad, desconfianza e hipocresía, suficientes, en sus orígenes, para superar las desventajas del subdesarrollo y enfrentar los abusos de los conquistadores.

El malicioso es resistente y hace gala de un pundonor que es admirado por sus semejantes. La creatividad del colombiano convirtió este rasgo en uno de los símbolos de su identidad. Nos enorgullecemos de ello. El malicioso reproduce este recurso como adaptación y defensa, aún si va en contra del cumplimiento de las normas establecidas. Porque él también es, en últimas, trasgresor de leyes.

Y somos un país de “vivos”: los colombianos históricamente nos comportamos como creyendo que es más fácil cumplir nuestros sueños si no obedecemos las leyes. En este país, el vivo es quien logra sus objetivos avanzando por el camino más fácil.

Y desafortunadamente el ejercicio de la política en este país, reflejo obviamente de estos comportamientos cotidianos, reproduce en la toma de decisiones públicas, todos los efectos negativos del incumplimiento de las normas socialmente aceptadas, en favor de unos pocos.

Hay que pensar diferente. Por eso, la Fundación Kíos, convencida de que se pueden modificar dichos comportamientos, superando discursos políticamente correctos que parloteamos en público para justificar nuestros actos, promoverá, desde esta columna, espacios para la reflexión en torno al desarrollo de sinergias para el logro de los fines últimos de lo colectivo, sin que eso implique el incumplimiento de las normas.

Publicado en La Tarde de Pereira el 16 de noviembre de 2010: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/33771-pensar-diferente-es-posible.html

martes, 9 de noviembre de 2010

Del Respice Pollum, al Respice Omnia

Desde las aulas
César Augusto Niño González
Escuela de Política y Relaciones Internacionales
Universidad Sergio Arboleda
Bogotá

Del Respice Pollum al Respice Omnia

Las relaciones bilaterales entre Colombia y Estados Unidos han dado un giro trascendental. Colombia le ha apostado a un diálogo fuera de los temas militares y del narcotráfico, incluyendo en la agenda otros como los del buen gobierno, la energía, el medio ambiente, el desarrollo y la democracia. Es evidente que la llegada de Santos a la presidencia  ha suscitado una postura distinta al Respice Pollum, que desde Marco Fidel Suárez el país había planteado.

La mirada al norte, desde hace aproximadamente tres meses, se ha transformado en un Respice Similia y un Respice Omnia, es decir, hemos mirado a nuestros semejantes, y también a todos los otros países como eventuales futuros socios. Por primera vez desde los años setenta, Colombia quiere poner temas en la agenda internacional distintos al monolítico asunto de las  drogas, como bien lo plantea Adam Isacson (Diario El Tiempo, 20 de octubre 2010)[1]

Es importante que el país se proyecte como lo que es, un Estado renovado, ya no la Colombia oxidada que el mundo conoció en la Guerra Fría como un actor simple alineado a Estados Unidos,  y supeditado a un conflicto interno atiborrado de drogas, narcotráfico y corrupción. Colombia si quiere sobresalir en la arena internacional debe posicionarse y atraer el equilibrio de poder a su favor en la región, debe proyectarse como líder donde el eje Bogotá- Washington sea una hoja de ruta que jalone o apalanque su nuevo posicionamiento geoestratégico.

La visita del vicesecretario Steinberg efectivamente puso sobre la mesa diversos temas que son atractivos para ambas naciones, pero no se puntualizó algún avance en concreto. Es decir, la intención es evidente, pero el reto sigue siendo grandísimo, dadas las condiciones primarias de Colombia en los asuntos tecnológicos y científicos. La visita trajo consigo un sinnúmero de expectativas, nuevos aires y un abanico vastísimo de oportunidades que serán relevantes para la región.

La visita de Steinberg fue sin embargo muy particular. En primera medida, su reunión con el gobierno dio paso a una discusión académica en la ciudad de Medellín. Desde allí se trazaron directrices en un discurso lleno de buenas intenciones. Según el subsecretario, Colombia “ha experimentado una de las transformaciones más dramáticas de cualquier país en el mundo” y en ese sentido, Estados Unidos se comprometió a respaldar esa evolución durante tres gobiernos[2]. Steinberg también reconoció ante la opinión pública y la academia, que Colombia es un gran alumno y un excelente socio.

Al concluir la gira el menú quedó sobre la mesa. A pesar de que no se llegó a acuerdos precisos, la puerta quedó abierta para engranar distintos asuntos en la agenda de ambos Estados.

Colombia, ha girado su cabeza: ahora es nuevamente miembro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, le ha apostado al multilateralismo, se ha abierto y busca nuevos socios, no sólo comerciales, alrededor del mundo. Le ha llegado la hora al país de implementar su propio Respice Omnia y ver en cada país del mundo a un socio estratégico si quiere apalancar su salto al escenario mundial como nuevo decisor en la agenda global.


[1] El Tiempo, sección Política, disponible en http://www.eltiempo.com/politica/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-8155221.html consultado el 21 de noviembre de 2010
[2] Diálogo de alto nivel, discurso, disponible en http://www.america.gov/st/peacesec-spanish/2010/November/20101103121928x0.3168103.html?CP.rss=true recuperado el 6 de noviembre de 2010