martes, 30 de noviembre de 2010

La paz: una obsesión malsana

Columna La Tarde
Fundación Kíos

La paz: una obsesión malsana

La semana pasada escuchamos en nuestro país a Andrés Oppenheimer, presentando a través de los medios su último libro ¡Basta de historias!, y al presidente de Chile, Sebastián Piñera, en visita de Estado.

Ambos entregaron a los colombianos mensajes estratégicos para el país, relacionados con la eficiencia, productividad y competitividad empresarial, y especialmente con la importancia medular de la educación enfocada hacia el conocimiento y la información, la ciencia y la tecnología, la investigación y el desarrollo, la capacitación, la innovación y el emprendimiento.

Los dos coincidieron en advertir que Colombia, al superar la fase crítica de su problema de seguridad y violencia, debe disponerse a aprovechar las oportunidades que ofrece el mundo del siglo XXI, apropiándose de las reformas mentales e institucionales en los campos arriba mencionados, necesarias para consolidarse como potencia y líder regional y global. Nuestro futuro lo debemos enfrentar, afirmaron, abrazando la competencia internacional y entendiendo la educación como pieza esencial para superar los desafíos. 

El mensaje es refrescante, sobre todo en medio de los escándalos públicos y privados a los que estamos acostumbrados. 

Sin embargo, una gran cantidad de ciudadanos, asistidos en todo su derecho, continúan buscando fijar la obtención de la paz como tema neurálgico de la agenda nacional por encima de cualquier otra iniciativa, entre otras cosas porque, suponen, absolutamente todo está relacionado con ella. Lanzarse sobre los cambios necesarios para aprovechar las oportunidades ofrecidas por el futuro, aparentemente no es viable hasta que no se consiga esa paz.

La competitividad, la educación, la ciencia y tecnología, la investigación y desarrollo, la infraestructura, la salubridad y la seguridad social, todos son temas que supuestamente no pueden ser potenciados hasta que la paz aparezca, se solucione o se negocie. De esta manera convertimos la paz en una obsesión malsana de la sociedad colombiana.

De ninguna manera pretendemos desconocer la existencia de serios problemas de seguridad, rural y urbana, pero sí creemos indispensable polemizar sobre cuál debe ser la estrategia de construcción de futuro del país. Asumir la paz colombiana de esa manera obsesiva puede demostrar un grave desconocimiento de los procesos históricos y las realidades del resto del mundo. Podemos, en últimas, estar condenándonos a un denodado parroquialismo que solo superaremos cuando dejemos de mirarnos siempre el ombligo.

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