lunes, 29 de noviembre de 2010

Humanismo cívico: la esperanza de un despertar ciudadano

Desde las aulas
Eliana Rincón Ortega
Escuela de Política y Relaciones Internacionales
Universidad Sergio Arboleda
Bogotá

Humanismo cívico: la esperanza de un despertar ciudadano

En el mundo actual se presenta una gran insatisfacción social, generada por las formas de interacción entre los individuos dentro del sistema capitalista, principalmente porque los seres humanos hemos perdido la capacidad de concebir al otro como un amigo y nos hemos enfocado en desarrollar un individualismo nocivo y altamente competitivo.

Esta falta de cercanía con el otro no es más que una ausencia de valores, que dentro de los principios de un Estado liberal y capitalista, transforma al ser humano en un ente que se dedica a construir un mundo interior tan impenetrable y superficial que solo el consumo podría satisfacer esa falencia de humanidad, impidiendo el desarrollo de una visión propia, llena de virtudes y con capacidades reales para entregarle al mundo, formando individuos apáticos frente a la construcción de lo público.

Como reacción a lo anterior surgió la propuesta del Humanismo Cívico, entendido como “la actitud que fomenta la responsabilidad y la participación de las personas y comunidades ciudadanas en la orientación y desarrollo de la vida política. El temple que equivale a potenciar las virtudes sociales como referente radical de todo intercambio cualitativo de la dinámica pública”[1].

El protagonismo de la persona, entonces, es el elemento principal de este planteamiento, ya que esta debe asumir su responsabilidad con la comunidad, debe entender que su deber como ciudadano va más allá de la acción de elegir y ser elegido. El individuo moderno debe también cultivarse en virtudes, prepararse para poder participar en una comunidad con ideas que alimenten su entorno. En ese sentido, el ciudadano debe conocer el desarrollo de la vida pública, de cómo se toman las decisiones, no solo ser espectador sino convertirse en partícipe de las decisiones políticas, consciente de las consecuencias que estas le traen a su entorno y a su comunidad.

Hoy necesitamos a un ciudadano capacitado para entender el mundo multidimensionalmente: como individuo y como un agente social que no busque únicamente la utilidad que le pueda generar una empresa. No se necesita un individuo que se dedique a buscar una fortuna por encima de sus valores y su familia, no se necesita a un individuo que haga su trabajo de forma mecánica y crea que se ganó el mundo porque cumplió solo con lo que un contrato le pedía que hiciera. Por el contrario, se necesita de un ser humano, capaz de incidir en las decisiones públicas, capaz de cultivarse a sí mismo, para cultivar el mundo, un ser humano capaz de sobreponer el interés común sobre sus intereses particulares.  

Sin embargo, más allá de crear un idea romántica del deber ser social y de los valores éticos y civiles, este planteamiento se ubica en la realidad de que el ser humano es el único elemento real de la democracia. Este debe reconocer que su responsabilidad política supera el ejercicio del sufragio, y que no comienza simplemente con el interés de la participación vacía dentro de las reuniones sociales, sino que la participación debe comenzar con una construcción interna a través de las virtudes, reconociendo al otro como parte de sí mismo.  

Imagen tomada de: resurgimientobuenosaires.blogspot.com

[1] IRIZAR, Liliana Beatriz. Humanismo Cívico: Una invitación a repensar la democracia.  Obra auspiciada por la Fundación Konrad Adenauer.  Bogotá, Colombia.  2009. Pp. 32.   


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