martes, 24 de julio de 2012

Arrasamiento institucional creativo


Columna La Tarde
Fundación Kíos

Arrasamiento institucional creativo

Podría afirmarse que la meta pragmática de los gobiernos, sean estos de izquierda, derecha o centro, consistiría en el ensanchamiento de la clase media, entendiendo por ésta aquella que cuenta con los suficientes ingresos para lograr un nivel de consumo que le permita satisfacer sus necesidades básicas y algo más.

En los últimos años, países como la China, India, el Brasil y Rusia, contando con modelos de distintas características, han sido exitosos cumpliendo con esa meta. Mucho antes que ellos, las naciones que hoy son consideradas como desarrolladas también lograron satisfacer este fin.

De otro lado, en los últimos años encontramos a varios países que no han podido obtener un éxito destacado en esa central tarea. Antes que buscar el ensanchamiento dramático de esa clase media consumista, los gobiernos de estas naciones han terminado dedicando el grueso de sus esfuerzos a mantenerse en el poder el mayor tiempo posible. Así, encontramos que el fin último termina siendo la acumulación del poder, no para gastarlo, sino simple y llanamente para ostentarlo.

Cuando la historia se detiene a calificar a los gobierno no se interesa en la cantidad de poder que lograron acumular sino en cómo se gastó dicho poder. Para gastar ese poder debe intentarse pensar y actuar de manera creativa; casi temeraria. Con el objetivo de ensanchar la clase media quizás sería necesario dejar a un lado conceptos rígidos tales como la democracia electoral y la soberanía territorial. ¿Por qué no debatir la posible creación de zonas especiales de desarrollo en las que empresas públicas y privadas, nacionales y extranjeras, puedan establecerse bajo condiciones de mínima intervención estatal, es decir, ambientes altamente amigables a la inversión y a las personas innovadoras y emprendedoras?

 La inexistencia de elecciones periódicas podrá convertirse en el primer gran obstáculo de una empresa de estas debido a que, se argüiría, esto invalida la existencia de la democracia y las conquistas que con ella se han obtenido con el paso del tiempo. Sin duda el paradigma actual nos indica que las elecciones son condición sine qua non para contar con una democracia, pero debemos recordar que son los valores liberales los que verdaderamente constituyen a las sociedades abiertas. La justicia equilibrada y oportuna junto a la libre empresa son dos de los grandes y originales valores liberales y democráticos. Aparecen incluso antes que las elecciones populares.

Esta es una reflexión que debemos hacernos cuando incesantemente en el debate público aparecen los cuestionamientos hacia qué es lo que podemos hacer para revertir las situaciones negativas que ocurren en Colombia. Desde el Conflicto Armado Interno hasta la imposibilidad de reformar las actuales instituciones, pasando por el asunto del mejoramiento de las condiciones económicas. Quizás debamos ser temerarios y llevar acabo un arrasamiento institucional creativo.

Publicado en La Tarde, el 24 de julio de 2012 en: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/64000-arrasamiento-institucional-creativo.html

martes, 17 de julio de 2012

El Cauca: territorio olvidado


Columna La Tarde
Fundación Kíos

El Cauca: territorio olvidado

Luego de los acontecimientos acaecidos en el departamento del Cauca, la opinión pública nacional comprobó, una vez más, que aún estamos muy lejos de garantizar el control territorial en ciertas zonas de la geográfica nacional, lo cual dificulta enormemente nuestras aspiraciones por consolidar el Estado.

Más allá de la reacción presidencial posterior y de los buenos y loables objetivos del “Plan Cauca”, lanzado por el Jefe de Estado en el norte del departamento, hay una reflexión de fondo que debe ser abordada desde las políticas públicas e incluso, desde la configuración misma del Estado. Esta reflexión está referida al despliegue de la institucionalidad estatal en el territorio, garantizando con ello, la capacidad efectiva de los organismos estatales para responder con hechos de gobierno concreto a las aspiraciones y demandas ciudadanas. Este tema no es de poca monta. Por el contrario, la relación entre Estado y territorio constituye la piedra angular que permite la consolidación de las sociedades, sobre la base de tres elementos fundamentales: la cohesión social, la integridad territorial y el desarrollo regional. 

En el primer caso, el Estado debe asegurar la provisión de un conjunto de bienes y servicios públicos, de manera homogénea en todo el territorio nacional, con el fin de garantizar niveles similares en el bienestar y calidad de vida de las personas. Lo ideal es que un habitante de Toribío o Caloto tenga las mismas opciones y oportunidades que un ciudadano de Popayán o Pereira. La integridad territorial no solamente hace referencia al despliegue militar o la recuperación de posiciones geográficas estratégicas. Es más que control del territorio. Es la capacidad efectiva del Estado para hacerse sentir en toda la geografía nacional, a partir del ejercicio efectivo de los monopolios de la justicia o de la fiscalidad. Por eso, la integridad territorial está ligada con el tema jurisdiccional. En última instancia, el desarrollo regional está ligado con la identificación de las capacidades y vocaciones de cada territorio, para que éstos alcancen su propia senda o modelo de desarrollo, teniendo en cuenta sus particularidades y factores de competitividad. 

A partir de estos tres planteamientos, la recuperación del Cauca no puede ser una estrategia militar u ofensiva única y exclusivamente. Es necesario fortalecer la coordinación de las instituciones públicas que actúan en el territorio, para lograr respuestas integrales frente a las múltiples problemáticas que azotan a los municipios del norte del departamento, golpeados duramente por el accionar del conflicto armado. Por eso, es preciso explorar figuras como las Zonas de Intervención Prioritaria para la superación de la pobreza o incluso, las Regiones de Planificación y Gestión (RPG), con el fin de garantizar un desarrollo territorial integrado, acorde con las capacidades y enormes potencialidades del pueblo caucano. 

Publicado en La Tarde del 17 de julio de 2012 en: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/63634-el-cauca-territorio-olvidado.html

martes, 10 de julio de 2012

El 'bolillo' de la Azcárate


Columna La Tarde
Fundación Kíos

El ‘bolillo’ de la Azcárate

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura –FAO-, en Colombia hay más de cuatro millones de personas subnutridas. 

Eso quiere decir que uno de cada nueve colombianos no puede cubrir las necesidades energéticas mínimas requeridas para que su cuerpo funcione. Y en el mundo, la prevalencia de este fenómeno es del 13%. 

A pesar de que el primer objetivo del milenio es erradicar la pobreza extrema y el hambre, la FAO estimó que en 2010, 925 millones de personas en el mundo sufrían de hambre crónica. Eso equivale a 21 países como Colombia, lo que es igual a toda la población de América. Algo así como si Alejandra Azcárate organiza unas vacaciones en las que visita, no París, sino este continente, desde la Patagonia hasta Alaska y en todo el trayecto solo ve hombres, mujeres, niños y ancianos a punto de morir por no tener, físicamente, qué comer. 

El hambre no es un problema menor. Y no solo por lo cuantitativo, sino por lo cualitativo: quienes sufren de hambre se desarrollan mentalmente más despacio -en este caso no me refiero a la Azcárate- y tienen sistemas inmunológicos más débiles y vulnerables. Las madres que pasan hambre tienen bebés débiles y un mayor riesgo de muerte en el parto.

Pero sobretodo, el hambre no es un problema estético. Es un problema de salud pública que amenaza la estabilidad de casi cuarenta países en el mundo. Adicionalmente, es imposible alcanzar el desarrollo sostenible mientras persistan el hambre y la malnutrición. La alimentación es un derecho de la humanidad, y, tal como establece el documento presentado por la FAO en la reciente Cumbre de Río +20, es un deber de los Estados “incorporar en los sistemas alimentarios incentivos al consumo y producción sostenibles; promover mercados agrícolas y alimentarios justos que funcionen adecuadamente; reducir el riesgo y aumentar la capacidad de resistencia [al hambre] de los más vulnerables; e invertir recursos públicos en bienes públicos esenciales, incluidas la innovación y la infraestructura [para garantizar una adecuada producción y distribución alimentaria]”.

No entender el problema en estas magnitudes, sino como un tema que tenga que ver única y exclusivamente con verse bien o mal, con todas las subjetividades que ello implica, es seriamente irresponsable.  Ser anoréxico o bulímico en un mundo con estas características es, por decir lo menos, una muestra aberrante de la grosera ironía que evidencia la manera como los países y las civilizaciones evolucionan durante el siglo XXI. 

Si bien la obesidad es también un problema creciente, y tal como comprueba la Encuesta Nacional de Situación Nutricional en Colombia de 2010, el 5% de los colombianos sufren de ella, existe una diferencia moral fundamental entre el hambre y la obesidad: el hambriento lo es, mayoritariamente, por falta de oportunidades, porque no tiene otra opción.

Problemas estructurales como este no pueden ser farandulizados. En este país, la semana pasada, se hizo evidente que devaluamos la cordura, banalizamos la gordura y sobrevaloramos la delgadez. Mal, mal y mal.

Columna publicada en La Tarde, el 10 de julio de 2012 en: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/63250-el-bolillo-de-la-azcarate.html

lunes, 9 de julio de 2012

Tres posibles caminos después de la tormenta: ¿Qué puede hacer Santos?


Columna de opinión
Gnothi Seauton

Tres posibles caminos después de la tormenta: ¿Qué puede hacer Santos?

Por estos días en la Casa de Nariño deben estar discutiendo la fórmula que conlleve al éxito electoral en 2014, después de haber revisado los resultados de las últimas mediciones de favorabilidad (Gallup), luego del espectáculo presenciado alrededor de la aprobada, luego objetada y finalmente archivada, reforma constitucional a la justicia.

Para Santos existen tres escenarios: uribizarse de nuevo (es decir, ¿seguir las encuestas?), ejecutar de forma sobrenatural, o liderar audazmente (¿de manera suicida?).

La reuribización de Santos consistiría básicamente en detener la aparente pastranización que estaría experimentando. Así, debería dejar a un lado, por lo menos por un buen rato, los supuestos excesivos e insulsos viajes al exterior, su presunto alejamiento y desconexión con las regiones, su aparente frivolidad y, por sobre todo, los sospechados acercamientos con la guerrilla para entablar negociaciones de paz. Este último elemento resulta ser central, porque como las mediciones lo señalan, es en los temas relacionados con el orden público en los que se han marcado mayores diferencias con el expresidente Uribe. No importa que quizás los más grandes golpes contra las Farc se hayan dado en el gobierno de Santos o que la Seguridad Democrática haya mostrado sus límites desde antes de 2010. La opinión pública, lo muestran las mediciones, percibe en ese campo serias diferencias entre Uribe y Santos, desfavorables para el segundo.

Esta metamorfosis requeriría una refinada y pulcra estrategia de comunicaciones. El asunto acá es que Uribe destapó sus cartas esta semana, aprovechando los resultados de las encuestas, y ha anunciado su intento de presentar un candidato presidencial distinto a Santos en 2014. ¿Estaría en el interés de Santos asemejarse ahora a quien más lo critica? Además, Uribe es una marca replicable sólo por él mismo (y esto aplica también para sus posibles candidatos). Sus formas y sus maneras son irrepetibles y más por un personaje como Santos, acartonado y que palidece en carisma frente al Uribe de poncho y verbo huraño y popular.

Obras son amores. Si el presidente lograse en los próximos 18 meses construir 100 mil viviendas gratis, y/o iniciar las autopistas para la prosperidad y otras megaobras de infraestructura, y/o entregar un número significativo de títulos de tierras a las víctimas del Conflicto Armado Interno, y/o continuar con Colombia Humanitaria, y dejar al Congreso otorgando no más que felicitaciones y adhiriéndose a los aniversarios de los municipios colombianos que a bien tenga, quizás así podría mostrar un récord de ejecutorias más que digno (en realidad sería fabuloso). Este escenario supone una habilidad gerencial, no solamente del presidente y su gobierno, sino de todo el Estado colombiano, algo que no parece muy probable, teniendo en cuenta los antecedentes que sobre la materia tenemos para revisar.

“Al diablo las encuestas, al diablo los formadores de opinión, al diablo Uribe. Yo sé para donde vamos y si me cuesta el puesto, que así sea”. Quizás la más significativa reforma del gobierno de Santos ha sido la aprobación (mas no aún la implementación) de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras. Sin duda ésta posee un valor histórico que se desprende de la deuda que el país tiene con las víctimas del Conflicto Armado Interno. Sin embargo, estas no son la clase de reformas o transformaciones que llevará a Colombia a convertirse en ganador y líder del siglo XXI, el de la economía del conocimiento y la información. ¿Dónde están las reformas que actualizarán y moldearán al sistema educativo para poder preparar líderes y empleados que el mundo de esta era demanda? 

Para realizar una reforma de esas características (ambiciosa y alteradora del status quo), cualquiera sea, se necesita pisar múltiples y poderosos callos. Se debe incomodar, perturbar, molestar. Para acometerla se requiere liderazgo audaz y suicida. La fallida reforma a la justicia es prueba fehaciente y reciente de esto. Se dejó que muchos metieran la mano y terminó en lo que terminó. El liderazgo positivo del Ejecutivo, si es que existió en algún momento durante este proceso, se desvaneció por completo.

Los tres escenarios (reinvención, ejecución, inspiración) constituyen dificultades, riesgos y recompensas distintas. Cuando el premio a considerar es la reelección cualquiera de estos caminos puede ser útil. Sin embargo, tal vez el que resalta por encima de los otros por atinado y admirable, es el tercero. Los hombres y sus sociedades ansían, además de la belleza, la elocuencia inteligente y la destreza prodigiosa, pero en los momentos decisivos tienden a fijar su atención en el atrevimiento, el arrojo, y no pocas veces, en la brutalidad. Durante la tormenta, el liderazgo esclarecedor tiende a tornarse de esa manera.  

Imagen tomada de: http://m.eltiempo.com/politica/tensin-entre-juan-manuel-santos-y-lvaro-uribe/11822483

miércoles, 4 de julio de 2012

Argentina: al límite

Columna de opinión
Meden Agan

Argentina: al límite

Argentina está viviendo, desde hace algo más de una década, transformaciones estructurales en lo económico y lo político que, ineludiblemente, afectan y afectarán -lo que es aún más grave sin duda-, los valores que han soportado culturalmente los simientos de una ciudadanía hasta hace poco líder subcontinental.

Desde el retorno a la democracia, hace ya casi 30 años, el país se transformó drásticamente. El florecimiento de la Argentina como una nación respetuosa de los derechos humanos, obsesionada con borrar las dolorosas marcas que dejaron tantos años de dictadura, se consolidó simultáneamente como un país económicamente inestable y políticamente complejo. En 2001, durante el gobierno de De la Rúa, un desempleo del 15%, unos índices preocupantes de inseguridad, escándalos de corrupción heredados de las presidencias menemistas y una nuevamente inmanejable deuda externa catalizaron una crisis que tenía raíces más allá de lo económico.

Los seis presidentes de la era postdictatorial parecen no haber solventado satisfactoriamente los retos históricos que el nuevo siglo le planteó a su democracia renacida. Hoy Argentina, política y económicamente cada vez más dependiente de sus alianzas con gobiernos cuestionados como el venezolano, parece no encontrar el rumbo definitivo que lance al país hacia sendas superiores de desarrollo.

Los datos y las estadísticas son categóricas, las percepciones también lo son.

Argentina es un país altamente corrupto. Transparencia Internacional, en su Índice de Percepción de Corrupción, que se publica anualmente desde 1995, demuestra que año tras año los argentinos sienten que este fenómeno se extiende preocupantemente. En 2010, fue el séptimo país peor calificado de América, superado solo por Venezuela, Haití, Paraguay, Honduras, Ecuador, Nicaragua y Bolivia, curiosamente, a excepción del país antillano, todos Estados de una misma tendencia política que actúan en bloque en los foros internacionales y que se la juegan por un modelo económico particular, diferente al de la mayoría de países del continente. Un año más tarde, el mismo índice lo ubicó en puestos similares, empatado con México, un país que durante el último periodo presidencial se acercó peligrosamente a niveles estadísticos que lo ubican como un Estado fallido.

Argentina es un país en el que la inseguridad y la delincuencia común van en alza de manera preocupante. A pesar de que el índice de homicidios ha descendido, con algunas pequeñas excepciones  desde 2002, el total de delitos reportados se ha duplicado desde 1993 y, de ellos, los cometidos contra personas no han dejado de incrementarse desde 1991 hasta hoy.

Poniendo la lupa en factores que pueden ser aún más procupantes, si se puede, se encuentran estudios que determinan que los menores de edad ocupan un porcentaje mayoritario entre los delincuentes de quienes las estadísticas nacionales dan cuenta. De ellos, un 35% son menores de 15 años y la mayoría, son reincidentes.

El consumo de drogas es creciente en todo el país. Según el Observatorio Argentino de Drogas, adscrito a la Presidencia de la República, el consumo de marihuana y cocaína aumentó en todos los rangos de edad, tanto en mujeres como en hombres, desde el 2004.

La tendencia en términos generales es negativa. En el Índice de Estados Fallidos de Foreign Policy y The Fund for Peace (http://www.fp-es.org/2012-indice-de-estados-fallidos), Argentina pasó de puntuar con 40.8 en 2006, primer año en que se incluyó al estudio, a tener 46.5 en 2012, según los datos publicados la semana pasada. Dicho aumento está explicado por una combinación del deterioro en los siguientes indicadores: presiones demográficas, aumento de refugiados, agravios colectivos, huida de nacionales, desarrollo inequitativo, crisis económicas, deslegitimación estatal, malos servicios públicos, irrespeto por los derechos humanos, incapacidad del aparato de seguridad, élites desunidas y necesidades manifiestas de intervención extranjera.

También, claras desatenciones a lo que en Colombia se denominó la construcción de una cultura ciudadana de paz y tolerancia, a partir de las iniciativas 'mockusianas' de mediados de los años noventa, potencian indudablemente la aparición y consolidación de valores no deseados en la ciudadanía argentina. El ejemplo paradigmático es el fenómeno de las barras bravas en el fútbol, uno de los referentes culturales identitarios del país del Cono Sur. El porcentaje de víctimas en enfrentamientos entre las hinchadas de los equipos de fútbol pasó del 3% en 1989 al 8% en 2001 y al 17% en 2009. Este es claramente un fenómeno que se está saliendo de las manos, un verdadero problema de orden público que se transfiere al inconsciente colectivo de generaciones enteras que interiorizan el mensaje perverso de que la violencia soluciona conflictos y zanja diferencias.

Otro ejemplo son las preocupantes denuncias que advierten que el país se convirtió en un paraíso para el proxenetismo y el tráfico de blancas, un delito que solo hasta hace cuatro años el Estado acertó en tipificar. Desde 2008, 3.000 víctimas han sido rescatadas de las redes de trata.

El espejismo de un país culturalmente más cercano a Europa que a sus vecinos suramericanos se ha desvanecido. A pesar de lo que puedan reflejar una arquitectura y un fútbol mucho más parecidos al español que al colombiano, el país está al límite y coquetea peligrosamente con convertirse en pocos años en un Estado peligroso, tal como lo fue Colombia en los años ochenta y noventa, y tal como lo es México hoy, azotado por la lucha entre carteles de la droga.

Las soluciones están sobre la mesa. Argentina puede, si quiere, aprender de algunas experiencias exitosas en estos países. Pero debe hacerlo antes de que quienes tomen las decisiones sobre su presente y su futuro sean generaciones para las cuales las horrendas consecuencias de los años de dictadura solo sean un capítulo en un libro de historia de secundaria. Lo que mantiene hoy a Argentina en ese límite peligroso entre el control y el desbordamiento es que quienes aún gobiernan todavía recuerdan, por haberlo vivido y experimentado de primera mano, lo absurdamente inviable que llega a ser un país como la Argentina de finales de los setenta. Cuando se cruce ese límite temporal, puede no haber vuelta atrás y cualquier solución será infinitamente más costosa e inviable.

Ojala, por el bien del país y la estabilidad geoestratégica de una región que, de querer convertirse en líder mundial como se proclama actualmente en los foros regionales y globales, los argentinos abran los ojos antes de que sea demasiado tarde para todos.

Imagen tomada de: http://www.primiciadeportiva.com/argentina-llora-la-eliminacion-del-mundial/

¿Nueva crisis suramericana? Reflexiones para Colombia


Gnothi Seauton

¿Nueva crisis suramericana? Reflexiones para Colombia

Es posible que se avecine una nueva tormenta en la geopolítica suramericana que afectaría al ahora golpeado gobierno de Juan Manuel Santos. La potencial chispa la podemos encontrar en el diario El Colombiano, que en su versión electrónica públicó la siguiente noticia:



Esta supuesta intervención del canciller venezolano, así como del embajador ecuatoriano, puede causar suma consternación entre los líderes regionales e incluso al interior del debate político colombiano.

Paraguay es una nación ubicada a más de 4 mil kilómetros de distancia de Venezuela, pero tiene un valor estratégico para Caracas inversamente proporcional a la distancia que la separa de Asunción.

En Colombia, este comportamiento venezolano puede hacer surgir preguntas tales como: si en Paraguay, una nación ubicada a más de 4 mil kilómetros de Caracas el gobierno de ese país está dispuesto a hacer una intervención de esa magnitud, ¿qué podría estar dispuesto a realizar el gobierno venezolano para influenciar el diario trascurrir colombiano, país con el que comparte 2 mil 200 kilómetros de frontera terrestre? La respuesta es obvia y prácticamente no hay nadie en Colombia que por lo menos no aventure alguna respuesta. El apoyo a las Farc y a movimientos políticos afines a dicha guerrilla viene de tiempo atrás.

El gobierno de Juan Manuel Santos debe ser muy cauto en este escándalo. Los opositores al gobierno, especialmente los uribistas, saldrán probablemente a denunciar este hecho como una evidencia más de la peligrosidad del gobierno del teniente coronel y de la desacertada política de distensión o apaciguamiento liderada por Santos.

Al gobierno colombiano no le queda otra opción distinta que recibir fuego pesado desde las columnas de opinión, las redes sociales e incluso la arena política. Deberá sacar el discurso de la conveniencia que tiene para Colombia mantener unas relaciones estables y tranquilas con Venezuela, durante el tiempo más largo posible, y esperar que vuelva la calma hasta el siguiente round. Aunque pareciera ser que los resultados en política exterior no dan votos, por lo menos no en ingentes y cruciales magnitudes, tampoco parecieran quitarlos, como lo revelan las mediciones que sobre política exterior realiza periódicamente Gallup.

Sin importar en donde se encuentre la aceptación y favorabilidad de Juan Manuel Santos y su gobierno, bien sea en niveles cercanos a los 80 puntos porcentuales, o bien sea por debajo de los 50, la gente mira con buenos ojos la situación del país en temas internacionales.

Eso sí, es menester del gobierno, dentro de sus análisis estratégicos y privados, tomar esta última noticia sobre el intervencionismo venezolano, y atención, también ecuatoriano, en el Paraguay, como fehaciente prueba del estilo, motivos y fines estratégicos del proyecto chavista y del actual estado venezolano. El acercamiento con Caracas es acertado, pero hacia adentro la actitud del gobierno colombiano debe ser de total alerta y desconfianza. La intervención venezolana existe. Las autoridades deben tenerla plenamente identificada y si no es así, deben dispararse todas las alarmas porque esto consistiría una grave amenaza para la seguridad nacional. Y sino, revisen el caso paraguayo.  

Foto tomada de: http://www.paraguay.com/nacionales/lugo-participo-en-misa-en-la-que-oro-por-la-salud-de-chavez-80977

martes, 3 de julio de 2012

Justicia, minería y educación


Columna La Tarde
Fundación Kíos

Justicia, minería y educación

El desconcierto reinante en el país por el escándalo alrededor de la reforma a la justicia y la apuesta nacional por la locomotora minera y energética, nos impulsan a insistir de nuevo en la importancia cardinal de la educación para fortalecer la institucionalidad colombiana e impulsar el crecimiento y desarrollo económicos, teniendo en cuenta el contexto mundial al que asistimos, signado por la economía del conocimiento y la información. 

Algunos ciudadanos inconformes han identificado este momento como uno propicio para lanzar un referendo o una asamblea constitucional que cambie las costumbres políticas del país. Guardadas las proporciones, se puede hacer una analogía con lo ocurrido hace un año y medio en el Medio Oriente: la Primavera Árabe. Así, valdría la pena hacer notar a nuestros inconformes que la indignación de aquellos días resultó ser limitada. Impactante pero limitada. La auténtica barrera a la transformación en esa región no es otra distinta que la inexistencia de un sistema educativo que convierta a los egipcios, libios, tunecinos y otros, en trabajadores creativos y talentosos.

En el New York Times (junio 16, 2012), Thomas Friedman afirmó: “Las revoluciones árabes pueden ser exitosas o no derrocando dictadores, pero no tienen ninguna probabilidad de empoderar a las nuevas generaciones sin revoluciones educativas”.

De otro lado, tenemos la apuesta actual del gobierno y la sociedad en las bonanzas minera y energética. Sin duda, estos son recursos estratégicos que pueden convertirse en vehículos eficientes hacia el desarrollo nacional. No obstante, la clave para el desarrollo económico yace en la construcción de un sistema educativo que produzca egresados creativos y competitivos, que se impongan en un ambiente global marcado por la ciencia y la tecnología.

En el Washington Post (junio 20, 2012), Fareed Zakarianos relató la exitosa inversión del gobierno de los Estados Unidos en el proyecto de mapeo del genoma humano. Tres mil 800 millones de dólares invertidos en 15 años han generado 796 mil millones en diferentes actividades económicas tales como agricultura y medicina.

Adicionalmente, Ruchir Sharma del Financial Times (junio 24, 2012), señaló que la reciente caída del precio del petróleo no es otra cosa que el anuncio del fin del “superciclo de las materias primas”, que afectará además de los hidrocarburos a minerales y agrícolas. Y agregó que: “En los últimos 200 años, los precios reales de las materias primas han ido a la baja en un camino predecible: una década en alza, dos décadas a la baja. Acabamos de terminar una década en alza”. 

Reformar las costumbres políticas e impulsar la locomotora minera son desafíos valiosos que la dirigencia y la sociedad deben acoger. Sin embargo, resulta esencial comprender que la solución de dichos desafíos yace en la renovación del sistema educativo. No es un lugar común. La significativa mejora en la situación nacional estará dada por la existencia o no de una educación que prepare trabajadores con habilidades y talentos demandados por la economía del conocimiento y la información. El resto, es buscar la calentura en las sábanas.

Publicado en La Tarde el 3 de julio de 2012 en: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/62895-justicia-mineria-y-educacion.html