lunes, 9 de julio de 2012

Tres posibles caminos después de la tormenta: ¿Qué puede hacer Santos?


Columna de opinión
Gnothi Seauton

Tres posibles caminos después de la tormenta: ¿Qué puede hacer Santos?

Por estos días en la Casa de Nariño deben estar discutiendo la fórmula que conlleve al éxito electoral en 2014, después de haber revisado los resultados de las últimas mediciones de favorabilidad (Gallup), luego del espectáculo presenciado alrededor de la aprobada, luego objetada y finalmente archivada, reforma constitucional a la justicia.

Para Santos existen tres escenarios: uribizarse de nuevo (es decir, ¿seguir las encuestas?), ejecutar de forma sobrenatural, o liderar audazmente (¿de manera suicida?).

La reuribización de Santos consistiría básicamente en detener la aparente pastranización que estaría experimentando. Así, debería dejar a un lado, por lo menos por un buen rato, los supuestos excesivos e insulsos viajes al exterior, su presunto alejamiento y desconexión con las regiones, su aparente frivolidad y, por sobre todo, los sospechados acercamientos con la guerrilla para entablar negociaciones de paz. Este último elemento resulta ser central, porque como las mediciones lo señalan, es en los temas relacionados con el orden público en los que se han marcado mayores diferencias con el expresidente Uribe. No importa que quizás los más grandes golpes contra las Farc se hayan dado en el gobierno de Santos o que la Seguridad Democrática haya mostrado sus límites desde antes de 2010. La opinión pública, lo muestran las mediciones, percibe en ese campo serias diferencias entre Uribe y Santos, desfavorables para el segundo.

Esta metamorfosis requeriría una refinada y pulcra estrategia de comunicaciones. El asunto acá es que Uribe destapó sus cartas esta semana, aprovechando los resultados de las encuestas, y ha anunciado su intento de presentar un candidato presidencial distinto a Santos en 2014. ¿Estaría en el interés de Santos asemejarse ahora a quien más lo critica? Además, Uribe es una marca replicable sólo por él mismo (y esto aplica también para sus posibles candidatos). Sus formas y sus maneras son irrepetibles y más por un personaje como Santos, acartonado y que palidece en carisma frente al Uribe de poncho y verbo huraño y popular.

Obras son amores. Si el presidente lograse en los próximos 18 meses construir 100 mil viviendas gratis, y/o iniciar las autopistas para la prosperidad y otras megaobras de infraestructura, y/o entregar un número significativo de títulos de tierras a las víctimas del Conflicto Armado Interno, y/o continuar con Colombia Humanitaria, y dejar al Congreso otorgando no más que felicitaciones y adhiriéndose a los aniversarios de los municipios colombianos que a bien tenga, quizás así podría mostrar un récord de ejecutorias más que digno (en realidad sería fabuloso). Este escenario supone una habilidad gerencial, no solamente del presidente y su gobierno, sino de todo el Estado colombiano, algo que no parece muy probable, teniendo en cuenta los antecedentes que sobre la materia tenemos para revisar.

“Al diablo las encuestas, al diablo los formadores de opinión, al diablo Uribe. Yo sé para donde vamos y si me cuesta el puesto, que así sea”. Quizás la más significativa reforma del gobierno de Santos ha sido la aprobación (mas no aún la implementación) de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras. Sin duda ésta posee un valor histórico que se desprende de la deuda que el país tiene con las víctimas del Conflicto Armado Interno. Sin embargo, estas no son la clase de reformas o transformaciones que llevará a Colombia a convertirse en ganador y líder del siglo XXI, el de la economía del conocimiento y la información. ¿Dónde están las reformas que actualizarán y moldearán al sistema educativo para poder preparar líderes y empleados que el mundo de esta era demanda? 

Para realizar una reforma de esas características (ambiciosa y alteradora del status quo), cualquiera sea, se necesita pisar múltiples y poderosos callos. Se debe incomodar, perturbar, molestar. Para acometerla se requiere liderazgo audaz y suicida. La fallida reforma a la justicia es prueba fehaciente y reciente de esto. Se dejó que muchos metieran la mano y terminó en lo que terminó. El liderazgo positivo del Ejecutivo, si es que existió en algún momento durante este proceso, se desvaneció por completo.

Los tres escenarios (reinvención, ejecución, inspiración) constituyen dificultades, riesgos y recompensas distintas. Cuando el premio a considerar es la reelección cualquiera de estos caminos puede ser útil. Sin embargo, tal vez el que resalta por encima de los otros por atinado y admirable, es el tercero. Los hombres y sus sociedades ansían, además de la belleza, la elocuencia inteligente y la destreza prodigiosa, pero en los momentos decisivos tienden a fijar su atención en el atrevimiento, el arrojo, y no pocas veces, en la brutalidad. Durante la tormenta, el liderazgo esclarecedor tiende a tornarse de esa manera.  

Imagen tomada de: http://m.eltiempo.com/politica/tensin-entre-juan-manuel-santos-y-lvaro-uribe/11822483

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