miércoles, 4 de julio de 2012

Argentina: al límite

Columna de opinión
Meden Agan

Argentina: al límite

Argentina está viviendo, desde hace algo más de una década, transformaciones estructurales en lo económico y lo político que, ineludiblemente, afectan y afectarán -lo que es aún más grave sin duda-, los valores que han soportado culturalmente los simientos de una ciudadanía hasta hace poco líder subcontinental.

Desde el retorno a la democracia, hace ya casi 30 años, el país se transformó drásticamente. El florecimiento de la Argentina como una nación respetuosa de los derechos humanos, obsesionada con borrar las dolorosas marcas que dejaron tantos años de dictadura, se consolidó simultáneamente como un país económicamente inestable y políticamente complejo. En 2001, durante el gobierno de De la Rúa, un desempleo del 15%, unos índices preocupantes de inseguridad, escándalos de corrupción heredados de las presidencias menemistas y una nuevamente inmanejable deuda externa catalizaron una crisis que tenía raíces más allá de lo económico.

Los seis presidentes de la era postdictatorial parecen no haber solventado satisfactoriamente los retos históricos que el nuevo siglo le planteó a su democracia renacida. Hoy Argentina, política y económicamente cada vez más dependiente de sus alianzas con gobiernos cuestionados como el venezolano, parece no encontrar el rumbo definitivo que lance al país hacia sendas superiores de desarrollo.

Los datos y las estadísticas son categóricas, las percepciones también lo son.

Argentina es un país altamente corrupto. Transparencia Internacional, en su Índice de Percepción de Corrupción, que se publica anualmente desde 1995, demuestra que año tras año los argentinos sienten que este fenómeno se extiende preocupantemente. En 2010, fue el séptimo país peor calificado de América, superado solo por Venezuela, Haití, Paraguay, Honduras, Ecuador, Nicaragua y Bolivia, curiosamente, a excepción del país antillano, todos Estados de una misma tendencia política que actúan en bloque en los foros internacionales y que se la juegan por un modelo económico particular, diferente al de la mayoría de países del continente. Un año más tarde, el mismo índice lo ubicó en puestos similares, empatado con México, un país que durante el último periodo presidencial se acercó peligrosamente a niveles estadísticos que lo ubican como un Estado fallido.

Argentina es un país en el que la inseguridad y la delincuencia común van en alza de manera preocupante. A pesar de que el índice de homicidios ha descendido, con algunas pequeñas excepciones  desde 2002, el total de delitos reportados se ha duplicado desde 1993 y, de ellos, los cometidos contra personas no han dejado de incrementarse desde 1991 hasta hoy.

Poniendo la lupa en factores que pueden ser aún más procupantes, si se puede, se encuentran estudios que determinan que los menores de edad ocupan un porcentaje mayoritario entre los delincuentes de quienes las estadísticas nacionales dan cuenta. De ellos, un 35% son menores de 15 años y la mayoría, son reincidentes.

El consumo de drogas es creciente en todo el país. Según el Observatorio Argentino de Drogas, adscrito a la Presidencia de la República, el consumo de marihuana y cocaína aumentó en todos los rangos de edad, tanto en mujeres como en hombres, desde el 2004.

La tendencia en términos generales es negativa. En el Índice de Estados Fallidos de Foreign Policy y The Fund for Peace (http://www.fp-es.org/2012-indice-de-estados-fallidos), Argentina pasó de puntuar con 40.8 en 2006, primer año en que se incluyó al estudio, a tener 46.5 en 2012, según los datos publicados la semana pasada. Dicho aumento está explicado por una combinación del deterioro en los siguientes indicadores: presiones demográficas, aumento de refugiados, agravios colectivos, huida de nacionales, desarrollo inequitativo, crisis económicas, deslegitimación estatal, malos servicios públicos, irrespeto por los derechos humanos, incapacidad del aparato de seguridad, élites desunidas y necesidades manifiestas de intervención extranjera.

También, claras desatenciones a lo que en Colombia se denominó la construcción de una cultura ciudadana de paz y tolerancia, a partir de las iniciativas 'mockusianas' de mediados de los años noventa, potencian indudablemente la aparición y consolidación de valores no deseados en la ciudadanía argentina. El ejemplo paradigmático es el fenómeno de las barras bravas en el fútbol, uno de los referentes culturales identitarios del país del Cono Sur. El porcentaje de víctimas en enfrentamientos entre las hinchadas de los equipos de fútbol pasó del 3% en 1989 al 8% en 2001 y al 17% en 2009. Este es claramente un fenómeno que se está saliendo de las manos, un verdadero problema de orden público que se transfiere al inconsciente colectivo de generaciones enteras que interiorizan el mensaje perverso de que la violencia soluciona conflictos y zanja diferencias.

Otro ejemplo son las preocupantes denuncias que advierten que el país se convirtió en un paraíso para el proxenetismo y el tráfico de blancas, un delito que solo hasta hace cuatro años el Estado acertó en tipificar. Desde 2008, 3.000 víctimas han sido rescatadas de las redes de trata.

El espejismo de un país culturalmente más cercano a Europa que a sus vecinos suramericanos se ha desvanecido. A pesar de lo que puedan reflejar una arquitectura y un fútbol mucho más parecidos al español que al colombiano, el país está al límite y coquetea peligrosamente con convertirse en pocos años en un Estado peligroso, tal como lo fue Colombia en los años ochenta y noventa, y tal como lo es México hoy, azotado por la lucha entre carteles de la droga.

Las soluciones están sobre la mesa. Argentina puede, si quiere, aprender de algunas experiencias exitosas en estos países. Pero debe hacerlo antes de que quienes tomen las decisiones sobre su presente y su futuro sean generaciones para las cuales las horrendas consecuencias de los años de dictadura solo sean un capítulo en un libro de historia de secundaria. Lo que mantiene hoy a Argentina en ese límite peligroso entre el control y el desbordamiento es que quienes aún gobiernan todavía recuerdan, por haberlo vivido y experimentado de primera mano, lo absurdamente inviable que llega a ser un país como la Argentina de finales de los setenta. Cuando se cruce ese límite temporal, puede no haber vuelta atrás y cualquier solución será infinitamente más costosa e inviable.

Ojala, por el bien del país y la estabilidad geoestratégica de una región que, de querer convertirse en líder mundial como se proclama actualmente en los foros regionales y globales, los argentinos abran los ojos antes de que sea demasiado tarde para todos.

Imagen tomada de: http://www.primiciadeportiva.com/argentina-llora-la-eliminacion-del-mundial/

No hay comentarios:

Publicar un comentario