martes, 28 de febrero de 2012

Para mayor seguridad


Columna La Tarde
Fundación Kíos

Para mayor seguridad

Pereira es la décima ciudad más poblada del país y es entre ellas, quizás, a la que la Seguridad Democrática llegó más tímidamente.

Homicidios, secuestros, indicadores de seguridad ciudadana e incluso, los temas relacionados con el narcotráfico, nunca presentaron mejoras ostensibles, especialmente al ser comparadas con las del resto del país. Por supuesto, desde la óptica del político algo se habrá mejorado, pero estratégicamente hablando, el panorama no es muy alentador.

Según el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses,  la tasa de homicidios en Pereira superó siempre al promedio nacional entre 1999 y 2009, llegando incluso a triplicarla en 2005.  Durante los gobiernos de Álvaro Uribe, la tasa de homicidios a nivel nacional se redujo, según la misma fuente, en  un 41%, mientras en Pereira la reducción fue de solo el 28%.

Hay diversos factores que inciden en ello. El arraigo de una cultura de la facilidad que privilegia valores que promueven conductas delictivas, los déficits educativos no solo en cobertura sino, principalmente, en calidad, y las falencias ampliamente debatidas a nivel nacional e internacional de las estrategias de lucha contra el narcotráfico, en la región, así como la falta de indicadores confiables y frecuentes sobre la situación real de la seguridad local y regional, por ejemplo.

A pesar de algunos esfuerzos realizados en gobiernos locales anteriores, si se compara su evolución con otras ciudades similares, los avances no son sobresalientes. Para que Pereira tenga más posibilidades de disminuir significativamente las cifras de inseguridad, es indispensable fortalecer la toma de decisiones públicas con un Observatorio de Seguridad y Convivencia estructurado y, sobre todo, reconocido por los diferentes actores sociales como un organismo que soporte una estrategia para obtener información sobre fenómenos de violencia y delincuencia en el departamento y permita tomar decisiones de política pública en lo local y lo regional, no solo dedicándose a medir delitos de alto impacto social (muertes violentas, hurtos, lesiones personales, secuestros y extorsiones, terrorismo o violencia intrafamiliar) sino también a emprender y elaborar estudios y caracterizaciones sobre los hechos y circunstancias asociadas con el crimen  organizado, por ejemplo, las economías y rentas ilegales, asociadas con el tráfico de drogas o no, el tráfico de personas, de armas, e incluso, el enquistamiento de estructuras mafiosas en el manejo de las regalías y los recursos de salud y pensiones. 

Adicionalmente, la ciudad y el departamento deben trabajar de la mano en la consolidación de estrategias de seguridad ciudadana que pongan en marcha Planes Integrales de Seguridad y de alianzas estratégicas entre el sector privado, la ciudadanía, la fuerza pública, así como las Secretarías de Gobierno para hacer frente a situaciones que atenten contra la vida y el patrimonio de los ciudadanos. 

Más allá de eso, los ciudadanos y el sector público deben desarrollar estrategias que permitan la generación de una cultura de corresponsabilidad frente a la seguridad. La complejidad del tema amerita soluciones de fondo. El esfuerzo, por tanto, debe ser compartido.

Publicado en La Tarde el 28 de febrero de 2012, en http://www.latarde.com/opinion/columnistas/56445-para-mayor-seguridad-.html

martes, 21 de febrero de 2012

Agua que no has de beber


Columna La Tarde
Fundación Kíos

Agua que no has de beber

En días recientes, el Alcalde Mayor de Bogotá materializó su promesa de campaña de garantizar el consumo vital de agua en los estratos más bajos. Si bien es cierto que ello generó algunas críticas y reacciones encontradas por parte de determinados sectores que perciben la medida como populista, no hay duda de que asegurar el acceso al vital líquido, no sólo es un factor que apunta hacia la convergencia y la equidad sino también una base sustantiva para el logro del desarrollo humano.

En la mayoría de nuestras ciudades, todavía existen sectores que no tienen acceso al agua potable y al saneamiento básico, lo cual atenta contra los principios estructurales que fundamentan el Estado Social de Derecho. El derecho al agua, reconocido por el derecho internacional, no solo debe ser ejercido por quienes tienen los medios suficientes para asumir los costos del servicio sino, también por aquellos que sufren mayor exclusión y segregación. Ello cobra aún mayor validez, cuando se tiene en cuenta que la disposición de fuentes de agua limpias para la población es un tema de salud pública, al presentar impactos positivos sobre la reducción de las tasas de morbilidad y mortalidad, sobre todo en niñas y niños menores de 5 años. Por tal motivo, la decisión de la administración del Distrito Capital es acertada e incluso, podría replicarse en otras urbes y ciudades del país en los que se presentan problemas similares de inequidad en el goce de un derecho que debe ser considerado como fundamental.

Para muchos, la gran duda de esta disposición tiene que ver con la sostenibilidad financiera de la misma, mucho más si se tiene en cuenta que gran parte de los esquemas de gestión y prestación de los servicios públicos no son exclusivamente públicos. No obstante, el subsidio solo aplica para el consumo mínimo, el cual si es sobrepasado generará el cobro de las tarifas regulares. Así mismo, la mayor eficiencia de los sistemas de recaudo y el control a las conexiones ilegales podrían servir para apalancar la decisión y garantizar una base vital para el mejoramiento de la salubridad en los sectores más vulnerables.

La medida debería servir, igualmente, para reflexionar colectivamente sobre el cuidado y preservación del agua, el acceso a fuentes hídricas y la protección de los ecosistemas estratégicos en los cuales se concentra el vital líquido. Y más allá de la reflexión, para construir e implementar políticas públicas enfocadas hacia la gobernabilidad de los recursos hídricos, reduciendo las tensiones y los conflictos sobre su uso y disfrute y garantizando su sostenibilidad y permanencia como derecho inalienable.

Publicado en La Tarde el 21 de febrero de 2012, en http://www.latarde.com/opinion/columnistas/56092-agua-que-no-has-de-beber.html

martes, 14 de febrero de 2012

Justicia: una política pública prioritaria


Columna La Tarde
Fundación Kíos

Justicia: una política pública prioritaria

Las recientes actuaciones de la justicia colombiana deben ser motivo de preocupación.

Sin importar en qué orilla del espectro ideológico nacional pueda alguien encontrarse, cuando se hace una revisión sobre las motivaciones y justificaciones para condenar o acusar a ciertas personas, se encuentran profundos vacíos, destacándose la pobreza y la debilidad jurídica que respaldan los argumentos legales de estas decisiones, además de ciertos intereses políticos que terminan por enrarecer la decisión y sembrar mantos de duda sobre las motivaciones de las sentencias.

El sociológico norteamericano Charles Tilly, en su descomunal obra, centrada especialmente en su libro de 1992, “Coerción, capital y los Estados europeos”, buscó descifrar las razones por las que el Estado – Nación terminó imponiéndose alrededor del mundo sobre cualquier otra forma de organización que pudiesen utilizar las diferentes entidades territoriales. Tilly encontró que después de un trágico proceso histórico marcado por la guerra y su capacidad de organizarla, los monarcas de aquellos Estados – Nación de Europa, terminaron imponiéndose sobre la Iglesia, el Emperador, los nobles y las ciudades y sus burgueses, logrando consolidar tres estratégicos monopolios: el de la violencia, por medio del cual mantenían el orden y la seguridad al interior de sus fronteras y podían desplegar hacia afuera su poder nacional a través del uso o la amenaza de la fuerza; el de los impuestos, con el cual financiarían no solo sus aparatos militares y sus burocracias sino también podrían, con el paso del tiempo, proveer servicios a sus sociedades cada vez más sofisticados y generalizados; y el de la justicia, que resultaría fundamental para domar aquel mundo hobbesiano en donde la ley del más fuerte predominaba, para dar paso a uno en el que la fuerza de un papel, un contrato, un edicto, resultara suficiente para hacer valer los derechos de cualquier ciudadano.

Como puede observarse, a los ojos del trabajo de Tilly, Colombia, como Latinoamérica, se encuentra lejos de consolidar cualquiera de estos tres grandes monopolios y aunque la forma Estado – Nación existe, sus facultades producen logros limitados que permiten describir nuestra institucionalidad como débil y en ciertas zonas y épocas, prácticamente inexistente.

Una década atrás, el país se embarcó en un proceso novedoso y revolucionario que giró en torno al fortalecimiento de las fuerzas de seguridad para obtener el control territorial y permitir el imperio de la ley. Para ello se recolectaron ingentes recursos, se profundizó la cooperación internacional y se estableció una compleja y congruente política pública. Durante esta década que comienza se tendría que dirigir ese mismo tipo de esfuerzos y recursos, que dan prioridad a cualquier iniciativa, para hacer más eficiente e impoluto al sistema de justicia nacional. La oralidad con sus defectos y limitaciones es a todas luces un avance, pero se deben ostensiblemente mejorar los recursos técnicos, científicos y legales para que los investigadores produzcan pruebas que eliminen cualquier tipo de duda razonable sobre fallos y decisiones, así como el diseño de las reglas del sistema de justicia que establezcan el número conveniente y necesario de cortes de último nivel y los métodos de elección de sus miembros.

En el Congreso avanza la reforma, pero la opinión pública nacional y sus líderes no han establecido contundentemente la importancia estratégica del servicio de justicia. Es hora de hacerlo y por las razones acertadas.   

Publicado en La Tarde del 14 de febrero de 2012, en http://www.latarde.com/opinion/columnistas/55711-justicia-una-politica-publica-prioritaria.html

martes, 7 de febrero de 2012

Anorexia organizacional


Columna La Tarde
Fundación Kíos

Anorexia organizacional

El mes pasado salió al mercado el libro Quiet: The Power of Introverts In a World That Can’t Stop Talking, de la abogada Susan Cain. En él, la autora defiende que ser introvertido hace parte del temperamento, de los rasgos de la personalidad detectables desde la primera infancia, y que es tan natural y útil socialmente como no serlo. También resalta que ellos tienen una capacidad mayor de observar a la gente y las cosas, que piensan mucho antes de actuar  y que son complejos emocionalmente, lo que puede convertirse en un rasgo definitivo para potenciar la creatividad.

En el mundo empresarial actual, no solo se prefiere emplear a los extrovertidos sino que se promueve un estilo organizacional a través del trabajo en grupo, aunque recientes estudios de la Universidad de Pensilvania, determinan que los introvertidos pueden ser más exitosos al dirigir, pues tienden a escuchar las ideas en lugar de imponer las propias. El ego del introvertido le permite entender la importancia de los resultados a mediano y largo plazo, así como la necesidad de ceder ante propuestas creativas de otros, rasgo que los llamados líderes naturales no suelen tener porque creen, casi de manera mesiánica, que sus ideas son las mejores.

Si bien la idea de que el trabajo en equipo puede ser atractiva socialmente,  estrategias como el brainstorming, aún popular en las empresas obsesionadas con el liderazgo, pueden ser obsoletas. Esto sucede porque cuando los equipos de trabajo se someten a un aguacero de ideas desordenadas la mayoría tiende a callar lo que realmente piensa, por temor a ser juzgado por los líderes, prefiriendo alinearse con la primera idea que se expone, que puede no ser la mejor.

Brillante lección para los chamanes y culebreros de las oficinas de gestión y talento humano que creen que todos los problemas de las organizaciones se resuelven promoviendo el trabajo en equipo, formando líderes elocuentes, potenciando la interacción y castigando el aislamiento. No siempre dos cabezas piensan más y mejor que una. No todos los miembros de la organización quieren o pueden ser líderes. La naturaleza es mucho más sabia que muchos jefes de recursos humanos: no todas las abejas son reinas.

Hoy existe una cruzada en contra de la publicidad que promueve los cuerpos esbeltos y, en ocasiones, exageradamente delgados. La lectura que se hace de estos mensajes es que para ser exitoso y feliz hay que dejar de comer, aún poniendo en riesgo la salud. Todos los días nos sorprendemos por la extrema delgadez de los íconos publicitarios del siglo XXI y dedicamos campañas para evitar que los adolescentes crean que para ser feliz hay que dejar de comer. Sin embargo, al mismo tiempo, en nuestras empresas y organizaciones, inyectamos a todos la idea de que para ser exitoso hay que sobresalir, ser líder, extrovertido, siempre trabajar en equipo. Cientos de millones de pesos son malgastados por las instituciones contratando chamanes organizacionales que se encargan de perpetuar esta falsa percepción.

El éxito de un verdadero líder es saber reconocer en cada uno de sus coequiperos sus destrezas y potenciarlas para alcanzar objetivos comunes. Por eso, las empresas deben evitar convertirse en estructuras que premian la anorexia organizacional con el fin de alcanzar  la cualificación de unos líderes que ni están diseñados para serlo, y principalmente que no han pedido convertirse en ello.

Publicado en La Tarde del 7 de febrero de 2012 en: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/55302-anorexia-organizacional.html