Columna de opinión
Gnothi Seauton
Seres conscientes versus seres racionales
La
editorial del día de hoy de El Espectador,
aprovechando estos días que se suponen son de reflexión y de balance, enumera
tres hechos sucedidos durante el año: la destitución de la fiscal Vivian
Morales, la fracasada reforma a la justicia y la reelección del procurador
Ordoñez, que llevan a concluir rápida y concretamente, que la debilidad
institucional y organizacional en el país es preocupante.
Gnothi Seauton se permite realizar algunos
apuntes a propósito de este pertinente editorial:
1.
Aunque es loable que las directivas de El Espectador traten estos cardinales
asuntos en el lugar más importante de sus páginas, el editorial, sí resulta
algo decepcionante el hecho de que se presente precisamente por estos días de fin
de año en los que la lecturabilidad de este o cualquier otro medio noticioso es
notablemente baja. No es la primera vez que El Espectador escribe sobre el
tema, ni más faltaba. Pero este es un tema que puede categorizarse como transcendental,
y no es bueno que sea desplazado con tanta facilidad, en uno de los medios más
influyentes del país, por las cosas urgentes. En El Espectador deben hacer el
esfuerzo por impulsar el debate de estos temas. Ni el desorden institucional es
nuevo y ni es irrelevante.
2.
Una de las peores cosas que hizo la Constitución de 1991 fue el diseño de
estímulos y castigos, es decir las reglas formales para moldear el
comportamiento de los actores que participan en los procesos del Estado, fuesen
estos elecciones, legislación, control, juzgamiento y hasta el mismo acto de
gobierno. Esto se dio, entre otras cosas, porque a los asambleistas no les
preocupaba en lo más mínimo el diseño institucional, que se caracterizaría por
crear una exagerada superposición de controles y, lo más importante, y algo en lo
que cae también hoy el editorialista de El Espectador, 21 años después de
promulgada la Carta Magna, por considerar y confiar en que los seres humanos,
sean estos políticos o no, son esencialmente seres conscientes, moral y
éticamente hablando, y no seres racionales, que constantemente se encuentran
evaluando cómo favorecer de la mejor forma posible sus intereses personales. Es
obvio que lo deseable es el primer estado de cosas, pero la realidad es
porfiada y continúa engendrando seres en abundancia que encuadran mejor en la
segunda descripción.
Entonces,
mientras continuemos esperando que, por ejemplo, lo que necesitamos es que
quienes votan en las elecciones populares o eligen funcionarios públicos de
altas instancias, lo hagan haciendo uso voluntario de su consciencia, vamos a
encontrarnos con unas realidades desagradables. Las instituciones deben
diseñarse teniendo en primerísima cuenta que van a dictar el comportamiento de
seres racionales, y por lo tanto deben entregar estímulos acorde con esa
realidad. ¿Por qué no pensar en circunscripciones electorales mixtas como
existen en Alemania? ¿O en la eliminación de ciertos estamentos que hoy no son
más que cargas burocráticas y se superponen en sus funciones con otros tantos?
3.
Bajo este orden de ideas es que para Gnothi
Seauton los famosos auxilios parlamentarios, que con su cuestionamiento y
posterior desaparición parieron en medio de la indignación nacional a la
Constitución del noventa y uno, son más que necesarios y bienvenidos. El
trabajo de los congresistas es ingrato pero pragmático. Su función, por lo
menos la de cuatro quintas partes de estos, consiste en llevar recursos a sus
regiones para hacer carreteras, acueductos y crear empleo burocrático, que es
el único que se da en la periferia del país. Por lo tanto, creer que los
congresistas deben ser unas lumbreras estratégicas (ser conscientes) es una
necedad, sabiendo que pueden llegar a ser elegidos con menos de cinco mil votos
en departamentos con cientos de miles de habitantes.
No
serán los auxilios los instrumentos ideales, pero sí son realistas porque
funcionan bajo la lógica de la razón y el frío y sensato interés.
En
conclusión, debemos decir que es acertado traer estos temas al debate público.
Sin embargo, el enfoque debe ser realista y no romántico. Cuando se abordan
estos punzantes asuntos con un enfoque idealista excesivo, casi fanático,
desembocamos en escenarios similares como los que efectivamente nos proveyó la Carta
del 91, que son, precisamente los que causan alarma en el editorialista del
diario capitalino.
Imagen tomada de: http://www.afitecol.com/?p=5105
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