miércoles, 26 de diciembre de 2012

Seres conscientes versus seres racionales


Columna de opinión
Gnothi Seauton

Seres conscientes versus seres racionales

La editorial del día de hoy de El Espectador, aprovechando estos días que se suponen son de reflexión y de balance, enumera tres hechos sucedidos durante el año: la destitución de la fiscal Vivian Morales, la fracasada reforma a la justicia y la reelección del procurador Ordoñez, que llevan a concluir rápida y concretamente, que la debilidad institucional y organizacional en el país es preocupante.

Gnothi Seauton se permite realizar algunos apuntes a propósito de este pertinente editorial:

1. Aunque es loable que las directivas de El Espectador traten estos cardinales asuntos en el lugar más importante de sus páginas, el editorial, sí resulta algo decepcionante el hecho de que se presente precisamente por estos días de fin de año en los que la lecturabilidad de este o cualquier otro medio noticioso es notablemente baja. No es la primera vez que El Espectador escribe sobre el tema, ni más faltaba. Pero este es un tema que puede categorizarse como transcendental, y no es bueno que sea desplazado con tanta facilidad, en uno de los medios más influyentes del país, por las cosas urgentes. En El Espectador deben hacer el esfuerzo por impulsar el debate de estos temas. Ni el desorden institucional es nuevo y ni es irrelevante.

2. Una de las peores cosas que hizo la Constitución de 1991 fue el diseño de estímulos y castigos, es decir las reglas formales para moldear el comportamiento de los actores que participan en los procesos del Estado, fuesen estos elecciones, legislación, control, juzgamiento y hasta el mismo acto de gobierno. Esto se dio, entre otras cosas, porque a los asambleistas no les preocupaba en lo más mínimo el diseño institucional, que se caracterizaría por crear una exagerada superposición de controles y, lo más importante, y algo en lo que cae también hoy el editorialista de El Espectador, 21 años después de promulgada la Carta Magna, por considerar y confiar en que los seres humanos, sean estos políticos o no, son esencialmente seres conscientes, moral y éticamente hablando, y no seres racionales, que constantemente se encuentran evaluando cómo favorecer de la mejor forma posible sus intereses personales. Es obvio que lo deseable es el primer estado de cosas, pero la realidad es porfiada y continúa engendrando seres en abundancia que encuadran mejor en la segunda descripción.  

Entonces, mientras continuemos esperando que, por ejemplo, lo que necesitamos es que quienes votan en las elecciones populares o eligen funcionarios públicos de altas instancias, lo hagan haciendo uso voluntario de su consciencia, vamos a encontrarnos con unas realidades desagradables. Las instituciones deben diseñarse teniendo en primerísima cuenta que van a dictar el comportamiento de seres racionales, y por lo tanto deben entregar estímulos acorde con esa realidad. ¿Por qué no pensar en circunscripciones electorales mixtas como existen en Alemania? ¿O en la eliminación de ciertos estamentos que hoy no son más que cargas burocráticas y se superponen en sus funciones con otros tantos?

3. Bajo este orden de ideas es que para Gnothi Seauton los famosos auxilios parlamentarios, que con su cuestionamiento y posterior desaparición parieron en medio de la indignación nacional a la Constitución del noventa y uno, son más que necesarios y bienvenidos. El trabajo de los congresistas es ingrato pero pragmático. Su función, por lo menos la de cuatro quintas partes de estos, consiste en llevar recursos a sus regiones para hacer carreteras, acueductos y crear empleo burocrático, que es el único que se da en la periferia del país. Por lo tanto, creer que los congresistas deben ser unas lumbreras estratégicas (ser conscientes) es una necedad, sabiendo que pueden llegar a ser elegidos con menos de cinco mil votos en departamentos con cientos de miles de habitantes.

No serán los auxilios los instrumentos ideales, pero sí son realistas porque funcionan bajo la lógica de la razón y el frío y sensato interés.      

En conclusión, debemos decir que es acertado traer estos temas al debate público. Sin embargo, el enfoque debe ser realista y no romántico. Cuando se abordan estos punzantes asuntos con un enfoque idealista excesivo, casi fanático, desembocamos en escenarios similares como los que efectivamente nos proveyó la Carta del 91, que son, precisamente los que causan alarma en el editorialista del diario capitalino.      

Imagen tomada de: http://www.afitecol.com/?p=5105

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