Fundación Kíos
Dos reflexiones acerca de Felipe López
Después de leer el libro entrevista
realizado por Juan Carlos Iragorri, a Felipe López, el hombre detrás de la
revista Semana, se pueden hacer varias reflexiones que nos pueden ayudar a
entender nuestro país tal como es.
Sin duda alguna, el delfín López, hijo del presidente López Michelsen y nieto del también presidente López Pumarejo, es uno de los observadores más destacados de la realidad nacional. Siendo eso, un observador, se ha convertido en uno de los personajes más influyentes del acontecer nacional durante los últimos 30 años.
Su atinado realismo a la hora de abordar los diversos temas, le permiten alejarse de posiciones románticas, típicas del medio periodístico, que por muy
bien intencionadas que sean, impiden percibir los matices propios de los eventos noticiosos.
Debido a ese realismo, como bien queda expuesto durante la entrevista, se puede observar que López es señalado, no por pocos, como cínico y por ser el “defensor de los malos”. Iragorri, casi increpándole, le dice: “Casi nada le parece grave. No cree que los gobiernos de los últimos años tuvieron la responsabilidad de evitar cosas como el fraude electoral, las torturas a los guerrilleros, la masacre del Palacio de Justicia, la eliminación a tiros de un partido político, la narcofinanciación de una campaña, los falsos positivos. Usted los exculpa…”. A lo que López responde que “[s]implemente trato de poner las cosas en contexto dentro de la perspectiva que tengo desde Semana”.
Aquí yace una enorme lección para los actuales y futuros comentaristas de nuestra realidad. El alarmismo desmesurado, la ignorancia histórica nacional e internacional y el desconocimiento de cómo funciona el mundo real, convergen en la ausencia de una mirada estratégica de los asuntos que se deben analizar cuando se está en la vital tarea de orientar a la opinión pública. La ideología no es buena consejera, ni para los gerentes y ejecutores, ni para aquellos que glosan acerca de las realizaciones de estos primeros.
Este es uno de los Felipe López que encontramos en esta publicación, digno de ser imitado. Pero al mismo tiempo, en ella, encontramos otra versión de López que debemos superar, si es que tenemos por meta que Colombia, su sociedad y su Estado, se conviertan en ganadores de la escena global del siglo XXI.
Y este no es un López maléfico per se. Simplemente es el arquetipo del líder nacional de las últimas cinco décadas, más o menos el tiempo aproximado en el cual el Conflicto Armado Interno, CAI, se ha apoderado de la psique nacional como el problema que supuestamente explica todas las deficiencias nacionales. Aunque no hay duda de que la violencia y la corrupción son fenómenos preocupantes y deben ser atendidos apropiadamente, para estas generaciones de comentaristas, profesores, militares, políticos y empresarios, pareciera ser que más allá de estos asuntos, no existen otros que merezcan mayor dedicación y estudio. Hacemos referencia, como no, a la innovación, la economía del conocimiento y la educación en la era de la información y a la tecnología.
El propio López denomina a estos temas como aquellos que no interesan a “los periodistas”, es decir a los formadores de opinión, ya que se encuentran obsesionados, con cierta razón, con temas tan impactantes como aquellos que ocurren alrededor del CAI colombiano. López, a pesar de su pragmatismo y realismo, ha sido fundamental para que la agenda del país se encuentre marcada por estos temas “periodísticos” y no por los que son, estratégicamente hablando, verdaderamente importantes.
Son solo dos breves reflexiones y hay que agradecerle a López por hacer este sencillo libro. Influyentes personajes nacionales no han hecho lo propio y es una deuda histórica que tienen con sus generaciones y las posteriores a ellos, que en sus discursos, tanto decían proteger.
Sin duda alguna, el delfín López, hijo del presidente López Michelsen y nieto del también presidente López Pumarejo, es uno de los observadores más destacados de la realidad nacional. Siendo eso, un observador, se ha convertido en uno de los personajes más influyentes del acontecer nacional durante los últimos 30 años.
Su atinado realismo a la hora de abordar los diversos temas, le permiten alejarse de posiciones románticas, típicas del medio periodístico, que por muy
bien intencionadas que sean, impiden percibir los matices propios de los eventos noticiosos.
Debido a ese realismo, como bien queda expuesto durante la entrevista, se puede observar que López es señalado, no por pocos, como cínico y por ser el “defensor de los malos”. Iragorri, casi increpándole, le dice: “Casi nada le parece grave. No cree que los gobiernos de los últimos años tuvieron la responsabilidad de evitar cosas como el fraude electoral, las torturas a los guerrilleros, la masacre del Palacio de Justicia, la eliminación a tiros de un partido político, la narcofinanciación de una campaña, los falsos positivos. Usted los exculpa…”. A lo que López responde que “[s]implemente trato de poner las cosas en contexto dentro de la perspectiva que tengo desde Semana”.
Aquí yace una enorme lección para los actuales y futuros comentaristas de nuestra realidad. El alarmismo desmesurado, la ignorancia histórica nacional e internacional y el desconocimiento de cómo funciona el mundo real, convergen en la ausencia de una mirada estratégica de los asuntos que se deben analizar cuando se está en la vital tarea de orientar a la opinión pública. La ideología no es buena consejera, ni para los gerentes y ejecutores, ni para aquellos que glosan acerca de las realizaciones de estos primeros.
Este es uno de los Felipe López que encontramos en esta publicación, digno de ser imitado. Pero al mismo tiempo, en ella, encontramos otra versión de López que debemos superar, si es que tenemos por meta que Colombia, su sociedad y su Estado, se conviertan en ganadores de la escena global del siglo XXI.
Y este no es un López maléfico per se. Simplemente es el arquetipo del líder nacional de las últimas cinco décadas, más o menos el tiempo aproximado en el cual el Conflicto Armado Interno, CAI, se ha apoderado de la psique nacional como el problema que supuestamente explica todas las deficiencias nacionales. Aunque no hay duda de que la violencia y la corrupción son fenómenos preocupantes y deben ser atendidos apropiadamente, para estas generaciones de comentaristas, profesores, militares, políticos y empresarios, pareciera ser que más allá de estos asuntos, no existen otros que merezcan mayor dedicación y estudio. Hacemos referencia, como no, a la innovación, la economía del conocimiento y la educación en la era de la información y a la tecnología.
El propio López denomina a estos temas como aquellos que no interesan a “los periodistas”, es decir a los formadores de opinión, ya que se encuentran obsesionados, con cierta razón, con temas tan impactantes como aquellos que ocurren alrededor del CAI colombiano. López, a pesar de su pragmatismo y realismo, ha sido fundamental para que la agenda del país se encuentre marcada por estos temas “periodísticos” y no por los que son, estratégicamente hablando, verdaderamente importantes.
Son solo dos breves reflexiones y hay que agradecerle a López por hacer este sencillo libro. Influyentes personajes nacionales no han hecho lo propio y es una deuda histórica que tienen con sus generaciones y las posteriores a ellos, que en sus discursos, tanto decían proteger.
Publicado
en La Tarde del 28 de diciembre de 2012, en: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/106317-dos-reflexiones-acerca-de-felipe-lopez
Imagen tomada de: http://pardodaniel.wordpress.com/2011/02/25/perfil-de-felipe-lopez-dueno-de-semana/
Imagen tomada de: http://pardodaniel.wordpress.com/2011/02/25/perfil-de-felipe-lopez-dueno-de-semana/
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