martes, 18 de diciembre de 2012

Petro o el gobierno de la "mesura cero"

Columna de opinión
Meden Agan 

Petro o el gobierno de la “mesura cero”

Desde esta mañana cambió el sistema de recolección de basuras en la capital colombiana, una ciudad que según cálculos trasnochados de hace cinco años generaba 6.300 toneladas de residuos diarios, cifra que aumenta a casi 8.200 en los días de fin de año, coincidencial y sorpresivamente, la fecha en que Petro decidió probar el nuevo modelo.

Este, si se puede llamar así, consiste en que una flota de volquetas, 380 para ser exactos, y 4.800 operarios de aseo, en nombre de un supuesto operador público, que en realidad estará representado por la tercerización del servicio a varios operadores privados pequeños, pasarán recogiendo las basuras que, sin una campaña previa de sensibilización ciudadana, los bogotanos separarán en dos bolsas: una blanca para material reciclable y una negra para residuos ordinarios.

El esquema de “Basura cero” de Petro está planteado, incluso por él mismo en estratégicas columnas de opinión cedidas por los principales diarios capitalinos en sus ediciones dominicales, como un modelo “legal, transitorio y progresivo” porque se acoge a la ley y busca dar cumplimiento a la sentencia de la Corte Constitucional que obliga a incluir a los recicladores en el negocio de las basuras, porque funcionará por un año, como un pilotaje, y porque contempla estrategias complementarias de asistencia a la población de recicladores de oficio censada y organizada por la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos –UAESP-.

Sus principales objetivos, también en palabras de Petro, son “regular las tarifas, optimizar el servicio e incluir la población recicladora, para racionalizar las utilidades finales de los actuales operadores en defensa del interés general de la ciudadanía”, como si un interés ciudadano no fuera la buena prestación del servicio de aseo de manera eficiente.

Adicionalmente, el Alcalde anunció que se implementará un “estímulo a la ciudadanía para lograr el cambio cultural que requiere la separación en la fuente” que permitiría el funcionamiento del modelo transicional. Pero el estímulo es un misterio. Sin campaña masiva de concienciación, lo que a partir de hoy hagan los ciudadanos será una sorpresa. Sin una verdadera cultura de corresponsabilidad frente al asunto de las basuras, en la que los ciudadanos y los gobernantes sientan y actúen como si el problema fuera de todos, la cosa no va a funcionar.

El modelo, tal como se vendió, y como empezó a operar hoy, por lo visto en las noticias, deja grandes dudas: ¿Las anunciadas 60 bodegas para el recibo del material reciclable, previamente separado por los ciudadanos en la bolsa blanca y recogido por los recicladores uniformados que van delante de las volquetas recolectoras, son funcionales y están dotadas tecnológicamente como el Centro de Reciclaje de La Alquería, una iniciativa en operación desde la alcaldía de ‘Lucho’ Garzón y que hoy apenas recibe el 0,8% de los residuos potencialmente recuperables? ¿Qué pasará con los recicladores no censados y, por ello, no organizados y no reconocidos por los entes públicos? ¿Podrán competir contra los organizados? ¿Qué son y cómo funcionarán los llamados “comités barriales de aseo” cuyo objeto es garantizar la inclusión de la población recicladora de oficio al esquema? Esperemos que el tiempo dé respuestas a estas preguntas, porque Petro no lo ha hecho hasta hoy.

A partir de ahora, luego de luchar infructuosamente contra la “guerra del centavo” de los buseteros, Bogotá institucionaliza por decreto, sin consensos y sin la infraestructura adecuada para prestar el servicio público de aseo a los ciudadanos, la “guerra del centavo” de los recicladores. Batalla campal por trozos de aluminio y cajas arrugadas de cartón.

A partir de hoy, según la misma Superintendencia de Servicios Públicos, Bogotá prestará el servicio soportada en un decreto con vacíos jurídicos que podrían costarle al Distrito la pérdida de millones de pesos, de tiempo y legitimidad que necesita para dejar de dar bandazos en las políticas que son fundamentales para la ciudadanía, como esta. Eliminar con una firma del Alcalde la libre competencia, no es solo inconstitucional, sino una torpeza económica. Petro y su equipo demuestran así un desconocimiento vergonzoso de la historia de los modelos socioeconómicos. ¡El Muro se cayó ya hace varios años! Usar volquetas para recoger los residuos va en contra de lo estipulado por la ley, si es que no cumplen unas condiciones técnicas mínimas por ella establecidas. Saltarse las reglas de contratación transfiriendo la responsabilidad de la misma, desde la UAESP al Acueducto, que si puede contratar a dedo, levanta serias sospechas, especialmente si la principal firma asesora es de un exmilitante del ‘Eme’ que también ha sido cercano al Alcalde.

Petro improvisa: La UAESP ha tenido cuatro directores en un año. Como alcalde, prorrogó los contratos a los operadores privados por nueve meses y ahora los cuestiona y los da por terminados. Elige a Aguas de Bogotá para manejar la recolección y disposición en el Relleno Sanitario Doña Juana, cuando previamente dicha empresa fue sancionada por la misma UAESP cuando lo operó. Algunos columnistas, que parecen ser mucho más técnicos que Petro, hacen cuentas y denuncian que el modelo planteado por el burgomaestre puede llegar a ser mucho más costoso para la ciudad que el actual, en términos de desembolsos e inversiones, y por el costo añadido de un supuesto detrimento representado por la prestación no tan eficiente del servicio. El Alcalde intentó negociar a última hora con contratistas privados luego de llamarlos mafiosos, usureros y paramilitares. Si eso no es improvisación, es torpeza o una atrevida y vergonzosa falta de sentido común.

Los recicladores son interlocutores poco estratégicos: Que a su líder, responsable de administrar el Centro de Reciclaje La Alquería, se le ocurra que pegarle un varillazo a su aliado estratégico de cara a toda negociación con el Gobierno, sea la manera de obtener beneficios dentro de este modelo, es inaudito y peligroso. Las reivindicaciones, por más justas y desatendidas que hayan sido, no se hacen a punta de golpes y amenazas verbales o físicas. Si así son los recicladores cercanos a la institucionalidad, ¿serán Petro y compañía capaces de manejar o controlar a los no organizados?

Y la ciudadanía es inculta: Los bogotanos, y en general los colombianos, creen que el problema de las basuras se soluciona cuando se entrega la bolsa llena a quien sea que la recoja. Para pocos el problema de la disposición es un tema estratégico que determina drásticamente la calidad de vida de las grandes ciudades. Los bogotanos no saben separar, porque no se les ha enseñado, por pereza o por simple desinterés hacia los problemas ambientales.

El año termina para el alcalde más complicado de lo que se pensaba. Gobernando desde una clínica o desde la soledad del Twitter, ha tenido que enfrentar crisis de gabinete prematuras, ocasionadas por las renuncias de sus fieles escuderos de antaño y por destituciones de otros funcionarios cercanos, y solo podrá entregarle a la ciudad dos logros durante su primer año: la reducción de los asesinatos en un 22%, y eso porque algunos varillazos no matan, y la rebaja a las tarifas de agua mediante su estrategia del “mínimo vital”. Movilidad, Sistema Integrado de Transporte, “Basura Cero” y salud seguirán siendo los grandes lunares de esta alcaldía opaca y pobre en ejecuciones.

Mucho protagonismo y poca gestión. Poca mesura en sus declaraciones que polarizan y fomentan una trasnochada lucha de clases. Incertidumbre y bandazos. Un balance que no se acerca al mínimo permitido en las democracias modernas. Bogotá debe retomar el rumbo y si no lo hace en estos dos años, los bogotanos deberán elegir mejor esta vez a la persona que dirija sus destinos.

Por Bogotá, este año, solo han sacado la cara Millonarios y Santa Fe.

Imagen tomada de: http://noticias.latam.msn.com/co/colombia/articulo_colprensa.aspx?cp-documentid=255215225

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