Columna de opinión
Santiago Gómez
Eso no me pasaría a mí
Un bus se estrelló el
pasado domingo en la vía Bogotá- Fusagasugá sin haber aprobado la última
revisión técnico mecánica, dejando un saldo trágico de 27 muertos. Casi 150
personas pierden la vida anualmente al ser atropelladas por no usar los puentes
peatonales en una ciudad como Cali. En todo el territorio nacional, el año
pasado se presentaron cerca de 500 mil casos de accidentes laborales.
Es difícil de admitir, pero la totalidad de esos accidentes se hubieran podido evitar, si existiese en este país, inseguro por donde se mire, una cultura de la seguridad. Y como pasa siempre en Colombia, la culpa de ello, así como de la corrupción, la guerra y de todos nuestros otros males estructurales, es del presidente, de Chávez, de Obama, del fenómeno del Niño, del de la Niña, de Dios o ahora, para completar, hasta del Niño Dios.
Y seguimos sin apagar el celular cuando en los aviones nos piden hacerlo, desatendiendo las amenazas reales que ello implica para la seguridad de los vuelos. Y seguimos cruzando las calles por debajo de los puentes peatonales, trabajamos en construcciones sin usar el casco reglamentario y aún limpiamos vidrios en las alturas sin un arnés seguro. Al fin y al cabo, dicen los vivos, ¿cuáles son las probabilidades de que me ocurra un accidente? Sería bueno poder hacerles esa misma pregunta a los caleños atropellados o a los 1.354 motociclistas accidentados en Bucaramanga entre enero y julio de este año.
Las normas que intentan garantizar nuestra seguridad deberían ser cumplidas por todos. La interiorización de esa cultura en nuestros actos cotidianos es lo que verdaderamente fortalece la prevención de accidentes, especialmente en esas situaciones en las que la imprudencia propia pone en riesgo la integridad de terceros.
Es que ser responsable y cumplir las normas es algo que a mucha gente no se le da bien.
Es difícil de admitir, pero la totalidad de esos accidentes se hubieran podido evitar, si existiese en este país, inseguro por donde se mire, una cultura de la seguridad. Y como pasa siempre en Colombia, la culpa de ello, así como de la corrupción, la guerra y de todos nuestros otros males estructurales, es del presidente, de Chávez, de Obama, del fenómeno del Niño, del de la Niña, de Dios o ahora, para completar, hasta del Niño Dios.
Y seguimos sin apagar el celular cuando en los aviones nos piden hacerlo, desatendiendo las amenazas reales que ello implica para la seguridad de los vuelos. Y seguimos cruzando las calles por debajo de los puentes peatonales, trabajamos en construcciones sin usar el casco reglamentario y aún limpiamos vidrios en las alturas sin un arnés seguro. Al fin y al cabo, dicen los vivos, ¿cuáles son las probabilidades de que me ocurra un accidente? Sería bueno poder hacerles esa misma pregunta a los caleños atropellados o a los 1.354 motociclistas accidentados en Bucaramanga entre enero y julio de este año.
Las normas que intentan garantizar nuestra seguridad deberían ser cumplidas por todos. La interiorización de esa cultura en nuestros actos cotidianos es lo que verdaderamente fortalece la prevención de accidentes, especialmente en esas situaciones en las que la imprudencia propia pone en riesgo la integridad de terceros.
Es que ser responsable y cumplir las normas es algo que a mucha gente no se le da bien.
Imagen tomada de: http://www.eluniversal.com.co/cartagena/nacional/papa-envio-mensaje-de-solidaridad-con-victimas-de-accidente-bogota-girardot-10244
Publicado en Vanguardia Liberal el 21 de diciembre de 2012,
en http://www.vanguardia.com/opinion/columnistas/santiago-gomez/188502-eso-no-me-pasaria-a-mi
No hay comentarios:
Publicar un comentario