martes, 18 de diciembre de 2012

Petruculencia &Cia.


Columna de opinión
Gnothi Seauton

Petruculencia&Cía.

2013 será un año turbulento y truculento para la ciudad de Bogotá, debido a la agitada agenda política que se experimentará, a cuenta de la alcaldía del señor Gustavo Petro. Gnothi Seauton es, cada vez más, un convencido del poder de las ciudades como herramienta máxima para crear riqueza en las sociedades modernas, y al interior de estas, el instrumento más poderoso para maximizar esa creación de riqueza, y sobresalir entre las muchas y diversas ciudades que existen, es la educación, la cual acertadamente manejada, que no significa sin el más mínimo sobresalto, conduce a la formación de capital intelectual, capaz de generar, gracias a una altísima productividad, más y más valor agregado a sus bienes y servicios.

Decía en la primera línea que el año será turbulento, pero por sobre todo, truculento. Y esa es una mala noticia. Entre las acepciones de la palabra se encuentra amenazador. ¿De qué o quién? Esencialmente de la estabilidad. Aunque las ciudades exitosas se caracterizan por ser vibrantes, llenas de sobresaltos producidos por una abundante competencia, al mismo tiempo entregan unas reglas, formales e informales, que permiten lograr eficazmente lo que sea que se esté haciendo.

En la Bogotá de Petro esto no está sucediendo. Los cambios son abruptos, crispantes y, antes que ser incrementales, apuntan a generar serias fracturas. Estos, los cambios, como no, son necesarios y deseables en no pocas oportunidades. Pero la situación de Bogotá, que necesita muchas reformas, no es una que amerite cambios tan dramáticos como plantea el actual mandatario distrital. No es irracional presentir que lo que a Petro le interesa es hacer campaña con miras a las elecciones presidenciales de 2018, o incluso, nada puede descartarse de tajo, para 2014, dejando en segundo lugar dentro de su agenda la administración de la megaciudad y sus problemas.

El alcalde de Bogotá, el segundo puesto más importante de la nación, puede y debe generar debates y discusiones que aborden sensibles asuntos en la agenda nacional, pero de ninguna manera ese es su trabajo principal, el cual no es otro que conducir la ciudad, que fue para lo que lo eligieron los ciudadanos. Vemos cómo entonces el alcalde capitalino se ha convertido en un especialista para animar debates. EEEB, toros, ALO y ahora el servicio de aseo.

Este último es un problema tan complejo y denso que la mejor forma de afrontarlo es creando una coalición de diversas fuerzas para provocar las modificaciones necesarias. La percepción general, y posiblemente cierta, es que los operadores actuales del servicio han abusado de su posición, pero una ruptura frontal con estos puede dejar severamente lastimada la ciudad. Eso sí, políticamente hablando, si Petro obtiene mejorar la situación en este servicio público de la ciudad, saldrá ganando, pero también pasará si no lo hace. Ya lo hemos visto en sus declaraciones. Si las cosas no salen bien, entonces será por una constelación de diabólicos personajes, ricos por supuesto, que han conformado un cartel para truncar las revoluciones necesarias en la ciudad para mejorar el nivel de vida de los bogotanos más necesitados.

A Gnothi Seauton le atrae ese Petro retrechero y confrontacional. Para hacer los cambios en las sociedades o en las organizaciones, es necesario que el liderazgo se aparte de consensos interminables y exasperantemente democráticos. Pero debe buscarse el punto medio. Nuevamente en el caso del aseo, ¿por qué Petro no buscó aliarse con el concejo de la ciudad y granjearse el apoyo del presidente Santos? La respuesta es una mezcla entre falta de estrategia y claridad, y poco interés en resolver el tema verdaderamente. Lo que se busca es crear esos debates nacionales que expongan al líder de los progresistas como una figura anti-establecimiento.

No se está pecando de ingenuidad. Creer que los políticos deben, una vez lleguen a los cargos gerenciales, abandonar por completo toda aspiración electoral futura, es una soberbia tontería. Pero sin abandonar esa legítima agenda, debe asumirse el pragmatismo necesario que implica administrar una ciudad y afrontar las dificultades que la agobian. El actual burgomaestre bogotano no está comportándose de esa manera.

Llegamos acá al asunto que está aflorando precisamente por estos días, y es el del proceso revocatorio del mandato contra Gustavo Petro que se encuentra impulsando el representante a la cámara por Bogotá, Miguel Gómez Martínez.

Desde el punto de vista filosófico proveído por la Constitución de 1991, esta iniciativa debe ser bienvenida. Bajo el paradigma del voto programático, resulta apropiado establecer un debate de frente a la ciudadanía, en el que se cuestione si el mandatario local se encuentra cumpliendo lo expuesto por él durante el ciclo electoral. Petro cuenta con bajos niveles de aprobación y popularidad, y como sumariamente lo hemos expuesto arriba, su desempeño y propuesta de ciudad parecen no ser, en términos generales, satisfactorios ni convenientes.
Empero, en la práctica, la revocatoria no aplica. Primero, la Ley que reglamenta estos procedimientos de participación ciudadana, una de las grandes banderas de la actual constitución, la 134 de 1994, antes que diseñar unos instrumentos de fácil acceso y uso para la ciudadanía, creó unos que son improbables, sino imposibles, de emplear, vía excesivos y complejos trámites y costos. Segundo, dicha improbabilidad aumenta aún más cuando se tiene en cuenta que el Alcalde contará con la nómina y el presupuesto distrital a su servicio para no dejarse sacar del Palacio de Liévano. Y tercero, en términos políticos, este es el escenario que más le conviene a Petro. Nuevamente su discurso divisionista hará su aparición explicando que la revocatoria es una conspiración de poderosos en contra del pueblo, que lo desean sacar a sombrerazos del poder, por intentar afanosamente realizar cambios que favorezcan a las mayorías avasalladas y limitan los intereses de las clases privilegiadas.

Petro, y buena parte de sus contradictores, se sentirán en su salsa y la ciudad, que no son las infraestructuras, sino las personas que la habitan, será la más perjudicada. ¿En qué quedarán los grandes debates, las políticas y las realizaciones sobre los temas más apremiantes para Bogotá? En slogans y frases pegajosas, con cero sustancia.

Así, la truculencia del 2013, que no es solo construida y aprovechada por el Alcalde, sino también por sus más enervados contradictores, terminará diluyendo temas como la movilidad, la conectividad, la infraestructura y la educación, en un mar de inconsistentes anuncios y decisiones intranscendentales. Mientras que en las urbes ganadoras de hoy y mañana compiten por crear soluciones a estos temas y muchos otros más, teniendo como norte el pragmatismo y alejándose de necios e inútiles dogmas, y algunas de ellas no se encuentran muy lejos geográficamente, en Bogotá nos desviviremos el próximo año aprendiendo el último chisme del ajedrez político de la revocatoria.

No será el fin del mundo, pero sí significará precioso tiempo e ingentes recursos desperdiciados en nimiedades políticas.

Imagen tomada de http://voxpopuli.net/indagatoria-a-petro-por-presuntos-nexos-con-los-nule/

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