Fundación Kíos
La política exterior del ‘deje así’
Hace ocho
días escribíamos sobre porque era obligación del presidente Santos considerar
seriamente la posibilidad de desacatar el fallo producido por la Corte
Internacional de Justicia. Hoy, desarrollados nuevos eventos, nos mantenemos en
dicha posición pero nos encontramos medianamente pesimistas acerca de que ese
sea el camino tomado por el mandatario y su equipo de gobierno. Pensando mal,
haciendo uso de la historia, teniendo en cuenta el actual panorama político
colombiano, tanto hacia afuera como hacia adentro, y considerando la debilidad
estratégica regional de nuestro país, podemos decir que sobre este fallo habrá
desacato, pero solo formal, porque en el fondo será acatado.
No se darán
reformas constitucionales para modificar los límites y se harán notas de protesta
y denuncias en foros internacionales acerca de la injusticia del fallo, pero
acorde a nuestra tradición nacional y nuestra pobre política exterior, no
acometeremos acciones en el campo estratégico y político, reales o suficientes,
como para desacatar lo sentenciado por la CIJ.
Y así ha
pasado desde hace mucho, desde siempre. El problema de San Andrés hoy, en 2007,
2001, 1971 y hasta por allá en 1928, o el de Los Monjes en 1952, o el de las
selvas rivereñas al río Putumayo en 1922 y 1916, o el del Istmo desde los días
de “Mascachochas” Mosquera hasta 1903, así como las zonas adyacentes a los ríos
Yavarí y Caqueta en las profundidades amazónicas en 1853, siempre se ven
encuadrados en la lógica derivada de la existencia de una política exterior
timorata, retrógrada y politizada. La política del “deje así”.
El joven
escritor Juan Esteban Constaín escribía ya hace varios días que en la
Enciclopedia Británica de 1837, Colombia figuraba con una extensión terrestre
de 2’116.000 kilómetros cuadrados. Hoy es de 1’141.748. ¿A dónde ha ido a parar
todo ese territorio? A todos y cada uno de nuestros vecinos. Muchos culpan a
una dirigencia rancia y eso es cierto en buena parte, pero valdría la pena
preguntarse ¿por qué no está en el ADN nacional este dato? En México se
encuentra muy difundido el hecho de haber perdido la mitad de su territorio a
manos de los “gringos”. Esto puede ser considerado patriotismo barato, pero la
situación colombiana es de alta y peligrosa indiferencia. ¿Qué hacer entonces?
El fallo de
La Haya debe verse como una oportunidad. De las crisis surgen los cambios más
revolucionarios y si se abordan apropiadamente pueden surgir paradigmas
adecuados para afrontar el futuro con mejores herramientas. El debate después
de La Haya no se puede limitar a “acatar o no acatar” o a definir “quién tuvo
la culpa”. Debe buscarse la profesionalización seria del aparato diplomático, dejar
a un lado el peligroso sesgo del legalismo extremo como guía de la política
internacional colombiana, identificar y consolidar seriamente el interés
nacional propio y ajeno y a desarrollar afinadas capacidades de poder real y
tangible.
De no
proceder así, La Haya será simplemente un hito más dentro de la larga lista de
eventos que han conformado a lo largo de la historia nacional la fallida política
exterior colombiana y la desmembración del territorio a manos de nuestros
vecinos.
Publicado
en la versión física de La Tarde de Pereira, el 4 de diciembre de 2012.
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