Columna de opinión
César Niño
Fútbol, guerra y disciplina
César Niño
Fútbol, guerra y disciplina
El fútbol, poco estudiado por
los politólogos e internacionalistas, es sin duda un fenómeno de enfrentamientos simbólicos que se comporta
como un simulador de una verdadera guerra.
Alguna vez escuché a un gran
amigo mencionar que los equipos de fútbol,
refiriéndose a las selecciones nacionales, se comportan como los Estados en el Sistema Internacional. Por ejemplo
un Brasil que juega colectivamente
(apuesta al multilateralismo), una selección alemana que busca extender su espacio vital al
territorio contrario y jugar en la
zona rival (lebensraum), un equipo
francés permeado por la migración
y con una variada mezcla étnica africana, y por supuesto, una selección Colombia de “cuarticos de hora”.
Pascal Boniface, director del
Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS) de París, comentó alguna vez en una conferencia
sobre política internacional que el fútbol es
útil porque permite enfrentamientos
simbólicamente limitados y sin grandes riesgos políticos. Su impacto en la opinión pública nacional e
internacional es amplio, pero no
profundo. En este caso, la eliminación del equipo rival es netamente temporal.
Digo que el fútbol es un
simulador de una guerra porque desde su jerga hasta las tácticas estratégicas se ilustran en
tableros napoleónicos. Por
ejemplo, cuando el narrador de un partido emplea cierta terminología, inmediatamente la concepción estratégica
de un simple juego cambia. Desde
los himnos rivales, las banderas ondeándose, los cantos de guerra de los hinchas, hasta el “disparo de
un misil” del delantero de la
selección, forjan nacionalismos y uniones. El público (pueblo) de un partido de fútbol puede
disfrutar de la pasión mítica de
las batallas que se libran en el estadio, y lo mejor de todo es que saben que ninguno de los jugadores
(soldados) sufrirá una derrota
irrecuperable, pues el torneo o campeonato volverá empezar en algún momento.
Otro gran amigo, colega
inclusive, me ha hecho ver que el fútbol no solo puede entenderse como un enfrentamiento bélico,
porque los soldados (jugadores)
pueden ser instrumentos de baja política y verdaderos expositores del soft power. Por ejemplo,
después de clasificarse Costa de
Marfil para el Mundial de Alemania 2006, que incluía a jugadores del norte y el sur, el equipo en
una sentida rueda de prensa se
dirigió a todos sus compatriotas y pidió a las facciones enfrentadas que dejaran las armas y pusieran fin al
conflicto que ha arrasado su país.
También, después del derrocamiento de Aristide en Haití, los jugadores de Brasil actuaron como fuerza de
paz y embajadores.
Sería grandioso, que así como
existe en la Ciencia Política y las Relaciones
Internacionales teorías feministas, naturalistas, de migraciones, existiera una dedicada al fútbol. Los
aportes a la disciplina sé que
serían continuos, tectónicos y numerosos.
Imagen tomada de http://tupropiorollo.ocasa.org.co/index.shtml?apc=I--5-&x=22310
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