martes, 18 de diciembre de 2012

Fútbol, guerra y disciplina



Columna de opinión
César Niño

Fútbol, guerra y disciplina

El fútbol, poco estudiado por los politólogos e internacionalistas, es sin duda un fenómeno de enfrentamientos simbólicos que se comporta como un simulador de una verdadera guerra.

Alguna vez escuché a un gran amigo mencionar que los equipos de fútbol, refiriéndose a las selecciones nacionales, se comportan como los Estados en el Sistema Internacional. Por ejemplo un Brasil que juega colectivamente (apuesta al multilateralismo), una selección alemana que busca extender su espacio vital al territorio contrario y jugar en la zona rival (lebensraum), un equipo francés permeado por la migración y con una variada mezcla étnica africana, y por supuesto, una selección Colombia de “cuarticos de hora”.

Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS) de París, comentó alguna vez en una conferencia sobre política internacional que el fútbol es útil porque permite enfrentamientos simbólicamente limitados y sin grandes riesgos políticos. Su impacto en la opinión pública nacional e internacional es amplio, pero no profundo. En este caso, la eliminación del equipo rival es netamente temporal.

Digo que el fútbol es un simulador de una guerra porque desde su jerga hasta las tácticas estratégicas se ilustran en tableros napoleónicos. Por ejemplo, cuando el narrador de un partido emplea cierta terminología, inmediatamente la concepción estratégica de un simple juego cambia. Desde los himnos rivales, las banderas ondeándose, los cantos de guerra de los hinchas, hasta el “disparo de un misil” del delantero de la selección, forjan nacionalismos y uniones. El público (pueblo) de un partido de fútbol puede disfrutar de la pasión mítica de las batallas que se libran en el estadio, y lo mejor de todo es que saben que ninguno de los jugadores (soldados) sufrirá una derrota irrecuperable, pues el torneo o campeonato volverá empezar en algún momento.

Otro gran amigo, colega inclusive, me ha hecho ver que el fútbol no solo puede entenderse como un enfrentamiento bélico, porque los soldados (jugadores) pueden ser instrumentos de baja política y verdaderos expositores del soft power. Por ejemplo, después de clasificarse Costa de Marfil para el Mundial de Alemania 2006, que incluía a jugadores del norte y el sur, el equipo en una sentida rueda de prensa se dirigió a todos sus compatriotas y pidió a las facciones enfrentadas que dejaran las armas y pusieran fin al conflicto que ha arrasado su país. También, después del derrocamiento de Aristide en Haití, los jugadores de Brasil actuaron como fuerza de paz y embajadores.

Sería grandioso, que así como existe en la Ciencia Política y las Relaciones Internacionales teorías feministas, naturalistas, de migraciones, existiera una dedicada al fútbol. Los aportes a la disciplina sé que serían continuos, tectónicos y numerosos.

Imagen tomada de http://tupropiorollo.ocasa.org.co/index.shtml?apc=I--5-&x=22310

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