Prospectiva 2013: Drogas
Fundación Kíos
La continuación del
lento pero seguro debilitamiento del fundamentalismo prohibicionista
Según
el World Drug Report de Naciones Unidas publicado en 2012, 230 millones de
personas, el 5% de la población adulta mundial, habían consumido drogas
ilícitas para 2010, y para ese mismo año, el estimado de adictos superaba los
27 millones de personas, algo así como toda la población de Venezuela. Sin
embargo, según ese mismo informe, solo el 0,08% de los consumidores murieron a
causa de ello.
Si
bien, la mayor parte de consumidores prefiere la marihuana y las anfetaminas,
la ilegalidad ha promovido la aparición de mercados letales y crecientes en
torno a sustancias como la heroína y drogas industriales como el éxtasis.
Otra
de las características del mercado descrito por el informe de Naciones Unidas
resalta la preocupante realidad según la cual el consumo se estabilizó en los
países desarrollados y se potenció en los países en vía de desarrollo,
normalmente productores. Los costos sociales y económicos de la lucha contra el
narcotráfico declarada por Nixon desde Estados Unidos empiezan a repartirse entre
unos y otros, mientras sus resultados se mantienen inciertos luego de más de 40
años de prohibición.
Según
el informe, el crimen organizado en torno a la producción y comercio de
narcóticos representó el 3.6% del PIB mundial, y ha demostrado tener una
capacidad de adaptación a las realidades del mercado y las victorias relativas
de los Estados por controlar la producción. Por ejemplo, mientras en Colombia
la producción de coca se redujo en 430 toneladas en la última década, en
Bolivia y Perú aumentó casi en esa misma proporción.
El
Banco Mundial describió el impacto funesto del tráfico de drogas ilícitas en
Centroamérica, afirmando que el crimen y la violencia generada costaron el año
pasado un 8% de su PIB a los países de la zona, pero el consumo no se redujo
proporcionalmente.
Todo
lo anterior ha llevado a países como
Colombia, Guatemala, Costa Rica y Nicaragua a cuestionar desde una postura
pública y académica, la guerra contra el narcotráfico y el consumo, y promovido
tímidamente un debate en torno a las posibilidades de encontrar fórmulas
alternativas y novedosas a la prohibición y el ataque frontal, desde lo militar
y lo moral, como la despenalización del consumo de las drogas blandas.
En
la medida en que la prevalencia del tabaquismo es 10 veces mayor que la del
consumo de drogas ilícitas, y la del alcohol 42% más grande, mientras el costo
de la lucha antidrogas representa casi 2% del PIB en países desarrollados y
puede llegar a triplicarse en países en vía de desarrollo, todos los
cuestionamientos que se han planteado frente a la guerra contra las drogas
cobran sentido.
La
comprensión de que el problema debe ser abordado desde la lógica económica del
mercado y desde una perspectiva integrada al debate de la salud pública, y no
bajo la túnica de los absolutismos morales, es definitiva para que se logre un
cambio de paradigma que permita cambiar el rumbo de las decisiones públicas que
se tomen en torno al tema.
Durante
2013 el debate seguirá en torno a la tensión entre las dos líneas divergentes:
la de la prohibición moralista de las grandes potencias consumidoras y la del
debilitamiento del fundamentalismo represivo a favor de soluciones de
transición que se acerquen a la legalización selectiva y regulada, mientras los
sistemas de salud pública, el educativo y el de seguridad, se ajustan a las
nuevas realidades.
La
aprobación paulatina del consumo en algunos estados de la Unión Americana
empieza a debilitar el paradigma policivo. El tiempo empezará a dar la razón a
los que tienden a adoptar posiciones menos represivas y más integrales y
realistas.
En
los próximos años, la ganancia ponderada de poder supranacional de los países
del sur ayudará a posicionar estrategias más acordes con la despenalización
progresiva. El debate se abrirá, sin permear aún la terquedad de la
superioridad moral estadounidense, pero se constituirá en el mediano plazo un
bloque que luchará con fuerza por derrotar el puritanismo de la Casa Blanca en
torno al tema del consumo de drogas ilícitas.
Los
estudios recientes parecen entender indudablemente que la lucha contra la
ilegalidad debilita los sistemas económicos, aletarga los procesos de desarrollo
social, potencia el crimen y desplaza numerosos recursos económicos. La
prohibición del consumo, un invento de la modernidad, parece pues, un tema que
será revaluado en los próximos años.
Imágenes tomadas de:
http://www.sabotagetimes.com/life/is-this-the-end-of-the-war-on-drugs/
http://www.pakalertpress.com/2012/11/07/colorado-legalizes-recreational-marijuana-and-industrial-hemp/
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