martes, 6 de noviembre de 2012

Obama o Romney: ¿cuál es más conveniente para Colombia?

Investigación- Política exterior y defensa nacional
Alejandro Ramírez Restrepo


Obama o Romney: ¿cuál es más conveniente para Colombia?

Hoy eligen presidente en los Estados Unidos. Ya hemos hablado sobre cuál, entre Obama y Romney, resulta más conveniente para el mundo y para los Estados Unidos. Hoy nos referimos a Colombia.

Los empresarios colombianos han manifestado claramente que no existen, para Colombia, grandes diferencias entre los dos candidatos. Una vez firmado, ratificado y puesto en marcha el TLC entre nuestros dos países, este proceso hace parte de la realidad institucional y no será posible detener el proceso. Los recursos provistos por Washington para el Plan Colombia vienen siendo reducidos incrementalmente desde los días finales de la administración de George Bush y Obama, como en muchos otros aspectos de política exterior, no ha hecho cosa distinta a continuar con los lineamientos expuestos por su antecesor.

En el corto y mediano plazo encontramos, pues, que entre los dos candidatos líderes no existen diferencias contundentes que afecten de una u otra manera a los intereses colombianos. Pueden existir gustos que nos hagan admirar más a uno que otro, pero utilizando el prisma frío del interés nacional, definitivamente podemos encontrar que no habrá grandes cambios o diferencias entre Obama y Romney para Colombia.

Esto nos puede llevar también a resaltar que esa inexistencia de diferencia de posiciones, surge debido a la irrelevancia natural que Colombia tiene para el país del norte. Hace cuatro años, fuimos nombrados en varias ocasiones por los candidatos, especialmente por quien resultó siendo el derrotado, el republicano John McCain. La verdad sea dicha, esa notoriedad no revirtió en resultados positivos. Si, incluso, McCain hubiese resultado electo presidente, apoyando al gobierno colombiano del momento en su búsqueda por la ratificación del ya mencionado TLC, en 2008 los demócratas no solo mantuvieron el control de las dos cámaras, sino que obtuvieron una supermayoría en el senado de 60 votos. La tramitación definitiva del TLC, seguramente, hubiera sido igual o incluso, más tortuosa de lo que en definitiva resultó ser.

Pero para este comentarista, en el largo plazo, y en la perspectiva estratégica sí existe un candidato más favorable, nuevamente, para el interés nacional colombiano. Este es Barack Obama.

En los Estados Unidos se celebran de cuando en cuando guerras por diversos asuntos sociales. El voto de las mujeres, los derechos civiles, la revolución sexual, el aborto, son algunos de estos eventos que durante el siglo XX, mal que bien, fueron resueltos favoreciendo lo que podríamos describir como posiciones progresistas.

Hoy estamos asistiendo a nuevas y renovadas guerras sociales. Los derechos de las uniones y matrimonios del mismo sexo, migración, el aborto nuevamente, y las drogas. Este último atañe las fibras más profundas y sensibles de la realidad colombiana, y por lo tanto, como no, de su interés nacional.

Hoy 6 de noviembre, además de elegir presidente y congreso en cada uno de los estados que conforman la Unión americana, se someten a votación centenares, sino millares, de iniciativas que afectarán la vida de los habitantes de esas jurisdicciones, incluso en una medida mayor que la propia elección del presidente y del congreso.

Varias de estas iniciativas, en Colorado, Michigan, Oregon, Washington y Massachusetts, buscan legalizar de una u otra forma el consumo de la marihuana, no para fines médicos, como ya está establecido en estos estados, sino para uso recreativo. La Proposición 19 de hace dos años en el estado de California buscó hacer lo mismo pero resultó derrotada por un considerable margen, a tal punto que los californianos decidieron no impulsar la iniciativa en su estado este año.

Ni el presidente Obama, ni el candidato republicano Romney, se han referido a este tema. Si lo hubieran hecho, habrían expresado que dichas iniciativas son inaceptables y que no pueden ir en contravía de la normatividad federal. Sin embargo, Obama ha mostrado que puede abrazar, no solo privadamente, posiciones progresistas en estas guerras sociales. Lo hizo a propósito del matrimonio entre personas del mismo sexo, acabó con el Don’t ask don’t tell, ha promovido jueces a la Corte Suprema que no tienen entre sus planes revertirRoe vs. Wade (la sentencia que permite el aborto en la Unión), ha impulsado iniciativas como el DREAM Act, y aunque ante la Proposición 19 se mostró esquivo, su zar contra las drogas es Gil Kerlikowske, quien como jefe de policía de la ciudad de Seattle se caracterizó por impulsar un enfoque menos represivo contra las drogas, dándole baja prioridad a la persecución de delitos por posesión, especialmente marihuana.

Kerlikowske ha liderado en su nueva oficina, durante la administración Obama, un enfoque que, por ejemplo, ha eliminado el uso oficial del término “guerra contra las drogas” del discurso público. Obviamente, este es un cambio meramente cosmético pero entrega claras luces de hacia dónde desearían dirigir sus esfuerzos si llegasen a contar con el espacio político necesario para realizarlos. Y esto es, mudar el tema de las drogas de la órbita de la seguridad nacional, donde ha estado desde 1971 cuando Richard Nixon declaró dicha guerra, a la de la salubridad pública.

Romney, por ser el candidato republicano, parece ir en contra de todas estas posiciones. Pero sus antecedentes como gobernador de Massachusetts y como candidato al senado por ese mismo Estado, lo muestran liberal en algunas de estas posiciones, como la del aborto. Pero no cabría duda, que de ganar la presidencia, Romney buscaría centrar la posición de su partido en otras temáticas más apremiantes para los propios Estados Unidos. No quiere decir esto que Obama automáticamente  aceleraría ambiciosamente estos procesos, como el de las drogas, pero si vamos al campo de las probabilidades, podríamos ver que estas son mayores con él que con Romney.

Como puede inferirse, esta favorabilidad de Obama es a largo aliento. Está en el campo estratégico. Y por supuesto, muy importante, el liderazgo colombiano, no exclusivamente del gobierno, sino de los empresarios, los formadores de opinión y la academia, deben apuntar hacia esa misma dirección. La guerra contra las drogas ha sido carísima en sangre, tesoro y prestigio para Colombia. Debemos impulsar el debate internacional para buscar la transformación del estado de cosas actuales para que se acomoden en mayor medida a los intereses propios. Obama, se encuentra más alineado en esa dirección. No por gustos, sino por realidades políticas y antecedentes evidenciados. 

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