Columna de opinión
Meden Agan
El regreso de la “bollopolítica”
Hace
cuatro meses, el diputado antioqueño Rodrigo Mesa Cadavid fue inhabilitado por
13 años para ocupar cargos públicos, como consecuencia de sus desafortunadas
declaraciones sobre la inutilidad coprológica de invertir en el Chocó.
Esta
semana, el veterano congresista Roberto Gerlein, que a sus 74 años acaba de
cumplir 40 en el Congreso de la República, se refirió a los homosexuales
despectivamente, haciendo gala una vez más de la facilidad que tiene para
recurrir a argumentos discriminatorios para defender sus ideas retrógradas. Ya
en 1998 había dicho que “las vaginas del Congreso [se habían llenado] de malos
pensamientos”, haciendo referencia a declaraciones de algunas de sus colegas.
Ahora
argumentó que el sexo homosexual entre varones era “sucio, asqueroso,
[repudiable], excremental” y por tanto “merecía repudio”, que el “catre
compartido entre mujeres” era “inane, sin trascendencia “, y que dichas uniones
estaban malditas por ser un “compartir esteril”. Doblemente discriminatorio,
doblemente irrespetuoso, doblemente desconsiderado y triplemente atrevido.
Sus
declaraciones fueron rechazadas inmediatamente por el ponente de la ley que
pretende reglamentar el matrimonio entre homosexuales, por las ONG que
defienden los derechos de la población LGBT y hasta por la Consejería
Presidencial para la Equidad de la Mujer, desde donde se afirmó que "este
caso es una oportunidad perfecta para que la Fiscalía y el poder judicial
demuestren que en Colombia sí tenemos una ley antidiscriminación".
Las
afirmaciones del presenil congresista demuestran, en primer lugar, la
superficialidad con que se hace política en Colombia. La ‘excrementalidad’ no
puede ser la piedra angular de una argumentación en contra, o a favor de una
ley o de una iniciativa legislativa como esta. Entre otras porque, sin entrar
en detalle, hay relaciones heterosexuales que son igualmente ‘excrementales’, y
porque, en el peor de los casos, estas son tanto así como muchas de las
actividades que, figurativamente, desempeñan algunos senadores cuando acuden al
recinto legislativo.
En
segundo lugar, el argumento de que la ‘esterilidad’ de las relaciones
homosexuales las hace repudiables y antinaturales es falaz. La reproducción es
tan solo una de las funciones orgánicas del apareamiento en las sociedades
modernas. También lo son, aunque el senador parece no haberse enterado en 74
años de vida, el placer y en últimas, el relacionamiento social.
Si
decir que invertir en el Chocó era como “perfumar un bollo” le costó a un
diputado 13 años de inhabilidad, si golpear a una mujer le costó a Hernán Darío
Gómez su cargo como entrenador de la Selección Colombia, si este país tiene
realmente, como dice la Consejera Presidencial, una ley antidiscriminación, el
senador Gerlein debería ser objeto de una sanción igualmente ejemplar que la
adoptada en los casos anteriormente mencionados.
Sea
cual sea la decisión que se tome, el país debe superar los tristes episodios de
esta nueva “bollopolítica” que sigue amenazando con volver una mierda el
ejercicio legislativo en Colombia.
Imagen tomada de: http://www.semana.com/politica/da-asco-dos-varones-compartan-catre-gerlein/188409-3.aspx
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