Fundación Kíos
La maldición de la
aritmética electoral
Desde
que la Constitución de 1991 revivió la figura del vicepresidente, luego de casi
un siglo del panorama nacional, seis personas han ocupado el cargo, incluyendo
al transicional Fabio Villegas; Humberto de la Calle, que terminó renunciando a
su cargo; Carlos Lemos, más recordado por una famosa ‘paloma’, que por su
gestión; Gustavo Bell, que pasó sin pena ni gloria, incluso como Ministro de
Defensa durante el fallido proceso de paz pastranista; Francisco Santos,
durante dos periodos y Angelino Garzón, líder sindical, ex ministro y
exgobernador. En esos 20 años la figura de la vicepresidencia ha sido
cuestionada por ineficiente, por tener a su cargo una burocracia paquidérmica,
porque en su afán de hacerla operativa y necesaria se le han asignado,
dependiendo del gobierno de turno, funciones tan disímiles como ser veedora del
respeto de los derechos humanos, algunas funciones del resorte internacional,
otras referidas al sector cultural e incluso algunos protagonismos en los
fallidos procesos de paz.
Pero
el debate sobre su pertinencia se potenció con la llegada de Garzón al cargo el
7 de agosto de 2010 y con la serie de infortunios y debates que han rodeado su
gestión, que no en pocas ocasiones ha sido confrontacional y reiteradamente
desafiante frente a las decisiones de Juan Manuel Santos. Sus polémicas
declaraciones en torno a la medición de la pobreza en Colombia, su infructuosa
y costosa campaña en busca de la presidencia de la Organización Internacional
del Trabajo, una enfermedad coronaria, una infección urinaria, un accidente
cardiovascular que le limitó significativamente sus movimientos y le mantuvo
alejado del cargo durante varios meses, y la detección oportuna de un tumor en
la próstata, han alimentado un debate, necesario aunque tardío, frente a la utilidad
estratégica de dicho cargo político.
Angelino
Garzón fue llamado a ser la fórmula electoral de Santos a partir de hábiles
cálculos electorales que obedecieron, evidentemente, como en los casos
anteriores, a decisiones derivadas de la aritmética previa a las elecciones
presidenciales. Si para algo ha servido el vicepresidente, es para poner votos
a la fórmula ganadora. A partir del 8 de agosto, sus actuaciones desde 1991 han
sido bastante opacas, política y estratégicamente hablando.
Tan
políticamente inocente ha resultado ese cargo, que ni siquiera la
vicepresidencia, como en otros países, ha servido para lanzar candidatos
presidenciales exitosos en procesos electorales posteriores. La vicepresidencia
desafortunada de Garzón, en términos personales evidentemente, pero también en
términos institucionales, debería generar un debate que trascienda la coyuntura
particular y nos lleve a replantear la necesidad de una figura obsoleta,
innecesaria para un sistema político inmaduro como el nuestro, costosa y poco
operativa. Y si ese debate estructural no lleva a la eliminación del cargo, que
por lo menos termine legitimando dicha posición y fortaleciéndola hasta el
punto en el cual los candidatos presidenciales elijan sus fórmulas por
criterios que no solo obedezcan a las azarosas condiciones de las aritméticas
electorales.
Imagen tomada de: http://noticias.latino.msn.com/politica/articulos.aspx?cp-documentid=30674253
Publicado
en La Tarde de Pereira, noviembre 6 de 2012, en: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/103454-la-maldicion-de-la-aritmetica-electoral
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