Columna La Tarde
Fundación Kíos
¡Qué Haya desacato!
@Fundacionkios
lo tuiteó cuando aún todos los medios enviaban mensajes de triunfalismo frente
al fallo de La Haya y los colombianos, como borregos, preparaban la harina para
celebrar el mantenimiento de la soberanía sobre los cayos: “Estruendosa derrota
colombiana”, dijimos.
Desde
el mismo lunes en la mañana, tan pronto se conoció el fallo, la Fundación Kíos
ha propuesto considerar su desacato, pero no porque haya sido desfavorable para
los intereses nacionales, que lo es, sino porque la CIJ no falló en derecho, al
desconocer jurisprudencia derivada de decisiones tomadas sobre el mismo caso,
pero también porque no considera la unidad geográfica reconocida para el
archipiélago y porque aparentemente modifica tratados limítrofes con terceros
países.
Pero
durante la semana, la inmensa mayoría de columnistas del país defendieron la
opción del acatamiento bajo argumentos falaces. El primero, que el fallo fue
‘salomónico’ y debe ser respetado para honrar la historia colombiana de
consideración al derecho internacional. Lo ‘salomónico’, entendido como la
decisión de dar a todos los actores en un conflicto parte de la razón, no
implica justicia, y mucho menos una decisión tomada en el marco de lo que
indica el derecho aplicable, que puede también ser injusta. Lo equitativo no
siempre es justo, definitivamente no en este caso. En cuanto a la
tradición respetuosa de Colombia hacia el derecho internacional, algunos
expertos han argumentado que ella, sumada a una descarada ingenuidad y falta de
profesionalización diplomática, es lo que ha permitido la pérdida de casi la
mitad de nuestro territorio desde 1810.
El
segundo argumento falaz sobre el cual se ha criticado a quienes promovemos el
desacato, es que esta posición se ha usado como una herramienta “populista y
patriotera”, con pretensiones electorales. Que Uribe promueva el desacato para
evadir su propia responsabilidad frente a la pérdida del territorio, con
evidentes afanes electoreros y egolátricos, no significa que todos los que
creemos que esa es la salida a la crisis actual, lo hacemos por las mismas
motivaciones. Decir, como lo han hecho varios columnistas este fin de semana,
que quienes promovemos el desacato somos imperialistas, es tan incoherente como
decir que quienes prefieren lo contrario son quienes alimentaron el supuesto
desinterés ancestral sobre el archipiélago.
El
tercer argumento cuestionable es que el Estado colombiano se ha desentendido
históricamente de las necesidades de los cayos, el archipiélago y los raizales.
No es así. La Armada ha ejercido soberanía permanente sobre la zona, allí se
han desplegado importantísimas acciones de interdicción frente al narcotráfico
con cooperación internacional, se han celebrado regularmente elecciones
democráticas, y dicho territorio ha formado parte fundamental de las políticas
públicas de promoción turística, por nombrar solo una, provenientes del
centralismo bogotano. San Andrés no es, ni de cerca, el territorio colombiano
más desatendido, como pretenden hacerlo ver ahora los oráculos de los columnistas
reconocidos de este país. Decir lo políticamente correcto es siempre lo más
fácil y en ocasiones, lo menos valiente. Criticar hoy el proceso es mucho más
fácil que hacerlo en cualquiera de las columnas que escribieron durante los
últimos once años.
Por
último, el fallo es inaplicable automáticamente a la luz de la actual
Constitución, que establece que los límites solo pueden ser modificados por
tratados reconocidos por el presidente y, como el Esguerra-Bárcenas de 1928,
aprobados por el Congreso, no por sentencia.
La
revisión del fallo y su eventual desacato son evoluciones lógicas de un proceso
con errores jurídicos. Pero independiente de lo que decida hacer el gobierno,
esta es una oportunidad inmejorable para que, así como cuando regalamos Panamá,
Colombia modifique sustancialmente las instituciones que tienen a su cargo las
relaciones internacionales, esta vez profesionalizándolas (o despolitizándolas,
que en este caso es tristemente lo mismo) y reformándolas para hacerlas más
apropiadas para un mundo globalizado, donde lo supranacional tiene cada vez
mayor importancia.
Publicado en La Tarde de Pereira, el martes 27 de noviembre de 2012, en: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/104701-que-haya-desacato
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