martes, 1 de marzo de 2011

La peligrosa euforia egipcia

Columna La Tarde
Fundación Kíos

La peligrosa euforia egipcia

Existe una percepción optimista acerca de lo acaecido en las últimas semanas en el Medio Oriente, puntualmente en Egipto, que lleva a concluir que estos acontecimientos están conformando la puerta de entrada a una refrescante era moderna, occidental y democrática, bastante similar a lo que ocurrió después de la caída del célebre Muro de Berlín. Es imposible descartar por completo la posible existencia y consolidación de ese escenario hacia futuro. Pero sí se puede dejar en clara evidencia que las celebraciones en la plaza de Tahrir, y la esperanza evidenciada en diversos editoriales y titulares alrededor del planeta, no se encuentra coordinada con los resultados reales geoestratégicos que se desprenden de la salida de Hosni Mubarak del poder.

Una revolución consiste en un cambio radical en la persona, institución o Estado que la sufre. Con la salida de Mubarak y la llegada al poder del mariscal Mohamed Tantawi no se produjo dicho cambio radical. El regimen laico, militar y respetuoso de los acuerdos de Camp David de 1979, en los que Egipto reconoce el derecho a existir de Israel, persiste al igual que las instituciones que conforman el actual panorama corrupto, inequitativo y violador de los derechos humanos que motivó las célebres manifestaciones de Tahrir, en un principio.

Estas instituciones son claves para que la democracia occidental pueda establecerse en Egipto y el Medio Oriente. En Europa del Este existían tradiciones y percepciones democráticas que han permitido que ese tipo de gobierno se haya establecido, sin que de ninguna manera pueda considerarse como perfecto. La tercera parte de la población del Medio Oriente es menor de 30 años, cuenta con niveles precarios de educación y calidad de vida, reducidas oportunidades, guarda serios recelos frente a Occidente, principalmente hacia los Estados Unidos, y confiesa religión y cultura islámica. Estos son los ingredientes necesarios para que bajo un esquema de elecciones democráticas se perfilen regímenes que provoquen, antes que prosperidad y paz regional generalizada, serias inestabilidades que pueden llegar a producir consecuencias perturbadoras en la política mundial.    

De lo anterior, se pueden desprender las siguientes dos ideas: uno, la salida de Mubarak no ha significado un cambio estratégico al interior de Egipto debido a que el regimen que  lideraba continúa existiendo sin mayores tropiezos; y dos, resulta poco razonable, debido a las condiciones reales de Medio Oriente, considerar estos llamativos acontecimientos como la clara e incuestionable llegada de la democracia y las formas occidentales a esta región tan importante y sensible para el devenir de todos los habitantes del planeta. 

Publicado en La Tarde de Pereira el 1 de marzo de 2011: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/38475-la-peligrosa-euforia-egipcia.html

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