martes, 8 de marzo de 2011

De Costa de Marfil y las responsabilidades internacionales

Columna La Tarde
Fundación Kíos
 
Egipto, Libia y una lechuza captaron la mayor parte de las páginas noticiosas mundiales durante la semana pasada. Sobre los efectos de las crisis en Medio Oriente hemos sido recurrentes en afirmar que ni la salida de los tiranos implicará un cambio de estrategia política que beneficie a quienes protestan en su contra necesariamente,  ni que estos hechos podrían confundirse con la llegada de la democracia a unos países que, históricamente, parecen no estar preparados para ella, ni que Estados Unidos debe intervenir en el conflicto: “seis mil muertes libias, y las muchas más que vendrán en las próximas semanas y meses, no son suficientes para que Estados Unidos se vista de policía del orden internacional y promotor de la democracia mundial”. Como el jefe del Pentágono, sorprendentemente lúcido en las últimas semanas, creemos también que quien aconseje al presidente de los Estados Unidos en el sentido de enviar un gran ejército terrestre hacia territorio africano, debería hacerse examinar la cabeza. 
 
Sobre la lechuza, hacemos eco de todas las protestas recibidas para censurar decididamente la conducta del jugador panameño y lamentamos que para una gente que vive de dar patadas, es reprochable que la primera que llama la atención, en casi un año en el que el Pereira no gana,  no haya tenido como consecuencia tres puntos, sino una muerte.
 
Pero hay noticias más allá. Costa de Marfil, excolonia francesa hasta 1960, es conocida por los goles de Drogba y por ser el mayor productor de chocolate en el mundo.  Con menos de cinco presidentes desde entonces, y a pesar de haber sufrido durante estos cincuenta años varios golpes de estado y una guerra civil declarada, el actual mandatario Gbagbo se rehusa, a punta de fusiles, a reconocer la victoria lograda en las urnas, el pasado noviembre, por su opositor Ouattara quien en la práctica, encabeza un gobierno paralelo desde un hotel protegido por fuerzas especiales de Naciones Unidas, mientras las estadísticas oficiales, en las que ya nadie cree, reportan más de 300 muertes y 20.000 desplazados durante este año.

Si bien es necesario volcar nuestra mirada a conflictos periféricos, no siempre sexys mediáticamente, la experiencia marfileña abre un debate sobre la efectividad de los Cascos Azules; la necesidad, pertinencia y utilidad de las intervenciones internacionales en países históricamente tan inestables como los africanos; y sobre la urgencia de, por un lado, reformar las Naciones Unidas, pero por otro, reconocer que la responsabilidad de las reformas estructurales en países como estos descansa principalmente en sus gobernantes y sus pueblos, que aunque deben ser acompañados de cerca por los organismos multilaterales, tienen también la obligación histórica de generar bienestar para los habitantes de su territorio, la necesidad imperiosa de evidenciar en la práctica política que el interés público debe sobreponerse al privado. Ese es el verdadero pilar sobre el cual se soporta lo que los románticos aún llamamos democracia.
 
Publicado en La Tarde de Pereira el 8 de marzo de 2011: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/38802-de-costa-de-marfil-y-las-responsabilidades-internacionales-.html

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