lunes, 14 de marzo de 2011

Temas críticos para el debate electoral en Bogotá (II): La seguridad, la convivencia y la civilidad

Columna de opinión
Alter Ego

Temas críticos para el debate electoral en Bogotá (II): La seguridad, la convivencia y la civilidad
Siguiendo con el análisis de los temas críticos que seguramente formarán parte del próximo debate electoral en la capital, es preciso afirmar que en la actual coyuntura, la seguridad ciudadana ocupa un lugar preponderante dentro de las expectativas y deseos de las bogotanas y bogotanos frente al gobierno de la ciudad. Recientes encuestas y sondeos de opinión señalan que la percepción sobre la inseguridad en la ciudad ha aumentado significativamente, lo cual está estrechamente ligado con el aumento del número de ciudadanos que afirma haber sido víctima de algún delito en los últimos meses.

Mientras que el Alcalde Mayor argumenta que se han presentado reducciones permanentes en las cifras de delitos de alto impacto cada vez que se le pregunta por el tema, la ciudadanía parece estar en un estado de zozobra, en el que el miedo es el factor común denominador. Muertes absurdas por evitar robos de celulares, asaltos a colegios en plena luz del día, incremento sustancial de las lesiones personales y las riñas callejeras y aumento dramático de las modalidades de hurto simple como el “cosquilleo” y el raponazo, son eventos que se repiten cotidianamente y que permiten afirmar que la ciudad entró en un estado de inseguridad permanente frente al cual es necesario adoptar decisiones prontas y efectivas.

En primer lugar, es imperioso mencionar que la seguridad no es un asunto exclusivo de la Policía o del gobierno. Por el contrario, exige la corresponsabilidad y la solidaridad ciudadanía, así como la generación de alianzas estratégicas entre múltiples actores. En las grandes ciudades europeas o estadounidenses, se hace referencia a la coproducción de seguridad, que reconoce los aportes significativos que tienen diferentes actores e instancias en la generación de esfuerzos e iniciativas. Es clave que el próximo alcalde, o la próxima alcaldesa, fortalezcan los canales de comunicación y socialización con la comunidad. En este sentido, resulta prioritario reforzar los frentes locales de seguridad y desarrollar nuevos esquemas de cooperación ciudadana, a través del reforzamiento de la Policía Comunitaria, fuerza policial creada para potenciar la proximidad con las comunidades en los barrios. Tenemos que construir un frente común contra el delito y la inseguridad, a partir del aporte de todos, reconociendo que la convivencia y la civilidad en nuestras ciudades son un asunto público y no solo estatal.

En segundo lugar, es clave adaptar las respuestas y la operatividad de la fuerza pública a la permanente sofisticación y evolución del crimen, lo cual requiere investigación y más que nada, inteligencia. Hace rato que los problemas de inseguridad de la ciudad dejaron de ser solamente competencia de Bogotá y de sus autoridades para convertirse, en algunos casos, en verdaderos problemas nacionales, que requieren de la participación de entidades del nivel central, en coordinación con el Alcalde Mayor y su gabinete. El perfil delincuencial en la ciudad se ha dinamizado en los últimos años, de tal forma que hoy tenemos verdaderas empresas criminales y delincuenciales, que operan en redes y puntos neurálgicos de la ciudad. Por eso no se trata de atacar el delito menor sino también hacer frente a las grandes estructuras de criminalidad y delincuencia que operan en la ciudad, como las del tráfico de drogas, las de ventas de armas, las del sicariato y las de la extorsión, solo por citar algunas. Pareciera ser que el delito se ha convertido en una rentable profesión, que demanda “horarios de trabajo” y exige una permanente “capacitación” en diferentes técnicas y modalidades.

De acuerdo con ello, se plantea un tercer punto, relacionado con el enfoque diferencial en su tratamiento. No todas las localidades tienen los mismos atributos y en cada de una éstas se presentan modalidades delictivas específicas, que demandan respuestas diferenciadas y heterogéneas. La creación de cuadrantes es una medida que apunta a generar rápidas respuestas operativas frente a la singularidad y evolución de la criminalidad y la delincuencia urbana. Por ello, el próximo alcalde, o la próxima alcaldesa, tendrán que robustecer y ampliar esquemas como el propuesto por el Plan Cuadrante, que tiene mucho potencial para convertirse en una estrategia de seguridad ciudadana de alto impacto y trascendencia para la ciudad.

En cuarto lugar, es clave combatir el micro y el mediano tráfico de drogas, los cuales se han comenzando a enquistar, de una manera preocupante, en colegios y universidades. Luchar contra ello no será fácil, dado que exige un mayor despliegue de las instituciones públicas en el territorio y no solo de la Policía. Es clave fortalecer la estrategia de seguridad en Instituciones Educativas Distritales (IED), de tal forma que se trabaje tanto en prevención como en la necesaria y justa represión. Para ello, la estrategia de instalar cámaras de seguridad en colegios puede funcionar solo si se acompaña de otras medidas que pueden ser consideradas de largo plazo, tales como la pedagogía y la educación para la convivencia. En tal sentido, no basta con desplegar mayor fuerza, sino también mejores herramientas y esquemas de trabajo con jóvenes, en especial con aquellos en condiciones de vulnerabilidad.

Un último aspecto tiene que ver con la medición del delito y la criminalidad. Es importante reforzar las tareas del Centro de Estudios para el Análisis de la Convivencia y la Seguridad Ciudadana (CEACSC), para que éste genere información relevante para la toma de decisiones y la formulación de políticas públicas. Conviene analizar la posibilidad de incluir muchas más formas de delincuencia en el tradicional análisis de los delitos de alto impacto. Ello permitirá contar con más y mejores elementos de juicio para construir decisiones acertadas y avanzar en una mejor seguridad para todos y todas.

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