jueves, 17 de enero de 2013

¿Pelea de rufianes y canallas? Más bien de 'chinos' chiquitos


Columna de opinión
Gnothi Seauton

¿Pelea de rufianes y canallas? Más bien de 'chinos' chiquitos

Acá no hay peleas de rufianes ni de canallas. De a mucho lo que encontramos es una gresca entre inmaduros individuos que no saben para dónde van. Si Uribe fuera un expresidente serio, mantendría un silencio largo y pausado después de su salida del gobierno. Si Santos fuera un presidente serio, se dedicaría a manejar los temas grandes que poco tienen que ver con “la paz” sino con indicar la forma como preparamos a este país para que pueda competir en la denominada y muy cierta aldea global.

Estoy de acuerdo con editorial del diario El Espectador del día de hoy.

A una buena parte de la opinión pública le gusta que sus líderes sean chabacanos y frenteros. Les gusta que digan las cosas, supuestamente, sin rodeos. Totalmente transparentes. Creen que esos líderes dicen y hacen tal cual piensan. Santiago Gómez acá escribió hace unos días una pieza en donde metía, por varias razones, a Álvaro Uribe y a Gustavo Petro en un mismo costal. A los de un lado les gusta uno y a los del otro el otro, pero utilizan tácticas muy parecidas por no decir que idénticas.

Alguien dice algo. Dura más un calado en escuela pobre que el lapso de tiempo que trascurre para que se dé la embestida de Uribe o Petro, y ya están por Twitter, ante una cámara o con un micrófono respondiendo. ¡Qué frenteros! Exclaman los respectivos áulicos y muchos de los distraídos.

A mi parecer, el presidente Santos arrancó responsable. El famoso y ya desaparecido mantra de no pelear con Uribe se fue al trasto. Era de esperar porque es imposible aguantar la avalancha provocada por ese mago del manejo de los medios y los mensajes que es Álvaro Uribe. Pero para defenderse y contraatacar Santos no puede ser espontáneo. No tiene el don de la palabra, de la retórica. No es chabacano. Pero tampoco es incapaz. Y se mete al ring de la mejor forma que puede. Calmadamente lanza insultos y acusaciones soterradas que no tienen otro objetivo distinto que ver cómo le cobra a su ahora gran contradictor las desavenencias pasadas.

El resultado: el editorial de Cano lo indica claramente. Una pelea de mal gusto, que es lo menos importante, y una distracción de los temas serios y estratégicos que no debería darse.

Santos estuvo el lunes en Hora20, no en un debate, sino en un panel. Muchos consideran que fue un grosero y descarado publirreportaje. Hoy Petro va a estar en el mismo programa radial y por la presencia de un crítico de su administración tan serio y riguroso como Juan Carlos Flórez (también estarán Carlos Vicente de Roux, concejal progresista, y Francisco Miranda, periodista de revista Semana), preveo que habrá un fuerte enfrentamiento. A Petro le gusta ese tipo de escenarios y está formado para ellos. Seguramente el programa será escuchado por muchos y producirá una carga suculenta de titulares, pero al mismo tiempo, como pasó con el programa de principios de semana, los asuntos sustanciales quedarán por fuera de la mesa.

Como siempre nos gusta advertir, acá no pecamos de ingenuos. Entendemos que el proceso político no es algo que se pueda aplicar como si se estuvieran siguiendo las instrucciones para construir una mesa de Ikea. Pero sí deseamos resaltar que este estado de crispación no es conveniente para el Estado, ni para la sociedad.

El general Santoyo no llegó a donde llegó sin la ayuda de nadie. Es ridícula la discusión. Si, como dice Coronell en su última columna en Semana, Uribe nombró a este oficial como su jefe de seguridad, no prueba absolutamente nada desde el punto de vista jurídico, ni siquiera desde el histórico. Pero el expresidente no puede ceder medio centímetro porque sus enemigos se lo devorarían y esa lucha no está dada por fines superiores y útiles para el país, sino más bien por una sed insaciable de venganza.

Levantar las actas de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores es una barbaridad. En la última columna de La Tarde de Kíos, indicábamos que el ADN de la política exterior colombiana está sumamente desorientado. Se guía por un legalismo extremo que nada tiene que ver con las realidades del mundo exterior. Los secretos de Estado son fundamentales y esas actas hacen parte de esos secretos. Otra cosa es que las discusiones entre los líderes de la política de exteriores de nuestro país sean risibles porque giren en torno a una confianza sublime en el derecho internacional, pero por lo menos guardemos unas formas mínimas.

Por eso el título de este comentario. Acá no hay peleas de rufianes ni de canallas. De a mucho lo que encontramos es una gresca entre inmaduros individuos que no saben para dónde van. Si Uribe fuera un expresidente serio, mantendría un silencio largo y pausado después de su salida del gobierno. Si Santos fuera un presidente serio, se dedicaría a manejar los temas grandes que poco tienen que ver con “la paz” sino con indicar la forma como preparamos a este país para que pueda competir en la denominada y muy cierta aldea global. Y el alcalde Petro, si fuera serio, también estaría en un cuento muy parecido al del presidente serio. Pero no es así.

En vez de ser serios y pagar los costos que ello conlleva, vean al respecto la muy buena reflexión de Andrés Hoyos sobre Pepe Mujica, están comportándose como ‘chinos’ chiquitos. Y la opinión pública, empezando por mí mismo, al dedicarle tiempo a esto, parándoles bolas en vez de castigarlos.

Esta es una reflexión para medios, académicos, empresarios y políticos. Pero, por ser este un país fuertemente presidencialista, no solo en el campo político, es que esta corrección debe surgir del liderazgo ejercido desde ese sector. Santos y Uribe al orden.

@cyberstalkerBC

Imagen tomada de:
http://www.elespectador.com/noticias/politica/articulo-357313-estudio-confirma-criticas-de-santos-contra-uribe

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