César Niño
La administración y gerencia del alcalde Petro van
en la bolsa negra y la revocatoria en la blanca
Me declaro un acérrimo
contradictor del alcalde de Bogotá Gustavo Petro, pero fuera de la simple
opinión y haciendo un balance de elección racional coherente, la revocatoria
del mandato traería turbulentas situaciones que dejarían a la ciudad aún más
envuelta en incertidumbres y con un vacío de poder apocalíptico.
Bogotá afronta una dura
situación gubernamental desde hace más de cuatro años. El actual alcalde Gustavo
Petro (su apellido parece ser un perfecto
anagrama si se ordenan las letras de TORPE) no ha sido capaz de gobernar.
En primer lugar, su capacidad de administración está a la orden del día, se
dedica a la política del pancoger y a la gestión pública de bolsillo. Su
improvisación ha sido devastadora para la ciudad y su gestión cuantificada por
el número de tuits que diariamente
emite hasta con errores de ortografía.
Petro no ha podido con la
seguridad ciudadana, ni con el sistema de recolección de basuras, ha afrontado
crisis del gabinete distrital, ha entorpecido la movilidad y no ha ofrecido
propuestas claras e inmediatas. Todo esto son, sin duda alguna, situaciones que
Bogotá no puede vivir. Mientras los alcaldes de Nueva York y de Londres buscan hacer
un plan para unir por un túnel interoceánico ambas ciudades, el Alcalde Petro
no haya solución para recoger las basuras de los bogotanos.
La democracia brinda
instrumentos y herramientas para manifestarse cuando se encuentra la ciudadanía
inconforme con su gobernante, como por ejemplo la figura de la revocatoria del
mandato, pero así mismo, la democracia se blinda para que éste mecanismo no sea
usado como un capricho, pues las estrictas reglas de aplicación han hecho que
hasta el momento, con todos los descontentos y las prácticas de mal gobierno,
no se haya materializado una revocatoria como la que se pretende aplicarle al
alcalde de Bogotá.
Claramente, me uno al
sentimiento ciudadano de descontento hacia la administración y creo en las
movilizaciones sociales como mecanismos de protesta, pero la revocatoria del
mandato, en esta ocasión, perjudicaría más a la ciudad. Por un lado,
victimizaría a Gustavo Petro y sería visto como si jamás lo hubieran dejado
gobernar, también se crearía una densa cortina de humo que ocultaría los
verdaderos problemas de la ciudad y polarizaría más la opinión. Por otro lado, el vacío de poder que
fragmentaría aún más la institucionalidad, paralizaría los pocos proyectos de
infraestructura, y en vilo quedarían algunos empleados del Distrito.
En pocas palabras, la administración y gerencia del
alcalde Petro van en la bolsa negra y la revocatoria en la blanca.
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