viernes, 18 de enero de 2013

De armas tomar

Columna de opinión
Meden Agan

De armas tomar

Ya señalaban Levitt y Dubner en su Freakonomics del año 2006 que está comprobado que el factor más determinante que conduce a la criminalidad es el bajo nivel educativo materno. Y luego, en ese mismo libro, demostraban que las probabilidades de que un niño muera ahogado en una piscina es de 1 entre 11.000 y la de que muera por un disparo en Estados Unidos es de 1 entre más de un millón, y yo no he visto a las Asociaciones de Padres de Familia marchando por la prohibición de la construcción y uso de piscinas.


El mundo sigue escandalizado por las masacres en Aurora, Colorado y Newtown, Connecticut. Y eso está bien. En la medida en que los ciudadanos nunca dejen de sorprenderse por estos episodios, la esperanza de que dejen de ocurrir se mantiene.

Lo que a mi juicio es simplista y puede llevar a equívocos, es que el debate se mantenga casi exclusivamente en el ámbito de la posesión y venta de armas de manera no restringida en Estados Unidos,  y no en el escudriñar las razones que llevan a desadaptados a cometer estas atrocidades. En el fondo, el problema que hay que estudiar no es solo el de las armas, que en últimas al solucionarse solo reduciría la espectacularidad de los actos y el número de víctimas fatales, que no es algo menor, pero quien siente la necesidad de asesinar inocentes lo hará con una AK47 o con un cuchillo de cocina.

Algo está pasando para que durante los últimos treinta años por lo menos 62 episodios de masacres, uno cada seis meses, hayan sucedido en Estados Unidos, y para que 2012 haya sido, de esos años, el que mayor número de víctimas mortales ha dejado.

El perfil tipo de los asesinos es un hombre blanco de 35 años, con antecedentes de enfermedades mentales y que ha sido despedido de su trabajo o a quien su pareja ha dejado. 12 de los asesinatos masivos ocurrieron en colegios, 19 en los lugares de trabajo de los desadaptados. Solo uno fue mujer y las tres cuartas partes de ellos obtuvieron legalmente las armas con las que realizaron los crímenes.

Si bien estos actos no son estadísticamente relevantes dentro de la frialdad de los números para Estados Unidos, los medios de comunicación han hecho eco de estas masacres y han servido como megáfono de los perpetradores, que en última instancia según sus perfiles y las investigaciones de las autoridades, es uno de sus objetivos: llamar la atención. Primera lección: Los medios no pueden actuar como cómplices de los asesinos. ¿Además de prohibir el porte de armas no serviría prohibir la difusión de noticias de este tipo para desmotivar la realización de actos que, como estos, tienen soterrado el interés de reconocimiento del victimario?

Estadísticamente tampoco resulta constatable, ni relevante, el hecho de que los asesinos pasaran gran parte de su tiempo refugiados en sus casas jugando a matar en sus consolas. A 5 de enero de 2013, por ejemplo, se habían vendido en el mundo 56 millones de juegos originales de la saga de Call of Duty, casi 23 millones en Estados Unidos. Varios reportajes han desviado la atención de las masacres y de sus motivaciones reales a que algunos de los asesinos entrenaron, simularon y practicaron sus matanzas en los videojuegos. Segunda lección: El problema no son los videojuegos. Que de 23 millones de unidades vendidas de Call of Duty desde el 2003, 29 personas –suponiendo que todos los asesinos masivos de Estados Unidos hayan sido influenciados por dicho producto- la hayan usado como polígono de entrenamiento es irrelevante. Salir a asesinar inocentes no es un efecto secundario de los videojuegos. El 0.001% de los que compran Call of Dutty son asesinos, un porcentaje sustancialmente menor de los que los usan, lo son.

Por otra parte, la tenencia de armas –mayoritariamente legales- en Estados Unidos se estima en 88.8 por cada 100 habitantes, así como en Colombia –incluyendo las legales y las ilegales- de 78.5. Y la tasa de homicidios intencionales en nuestro país es de 33.4 por cada 100.000 habitantes (según cifras de la ONUDD), mientras en el país del norte de solo 4.2. Tercera lección: Puede ser que el porte de armas no sea un factor decisivo en la generación de violencia y la ocurrencia de homicidios intencionales. Ya señalaban Levitt y Dubner en su Freakonomics del año 2006 que está comprobado que el factor más determinante que conduce a la criminalidad es el bajo nivel educativo materno. Y luego, en ese mismo libro, demostraban que las probabilidades de que un niño muera ahogado en una piscina es de 1 entre 11.000 y la de que muera por un disparo en Estados Unidos es de 1 entre más de un millón, y yo no he visto a las Asociaciones de Padres de Familia marchando por la prohibición de la construcción y uso de piscinas.

Todo lo anterior me lleva a que la solución a estas matanzas no es necesaria y exclusivamente la prohibición del comercio y la posesión de armas, lo que no quiere decir que no se requiera una fuerte regulación para su uso. James Holmes, el asesino de Colorado, pasó 10 años planeando su macabro desenlace. ¿Dónde estaban sus padres en esos 3.650 días? ¿Cómo es posible que en todo ese tiempo no se hayan levantado sospechas en la intimidad del seno familiar sobre las conductas de Holmes? Cuarta lección: Podemos prohibir las armas de fuego, pero si no asumimos con responsabilidad el reto de educar a las futuras generaciones, las masacres masivas en los pueblos recónditos de Norteamérica se harán con arco y flecha, explosivos o bates de beisbol. El impacto emocional generado socialmente por el número de víctimas, no por su indefensión o por lo ridículo de los hechos, será menor, pero los síntomas de enfermedad colectiva que sigue llevando a desadaptados a matar y pegarse un tiro, seguirán latentes.

Decir que la solución a las matanzas es limitar la fabricación, distribución y uso de las armas de fuego, medidas con las que, aunque suene contradictorio, estoy de acuerdo, pero por razones diferentes a que se disminuyen las tasas de homicidios intencionales, es como decir que los jefes deberían dejar de despedir a hombres blancos de 35 años y que las mujeres deberían no romper las relaciones amorosas con ellos, todo por el bien de la sociedad. Por algo los norteamericanos no modifican su posición frente al control de armas luego de cada matanza. Lo importante, insisto, es que cambien su posición frente a la manera como se educan y educan a sus hijos.

Imagen tomada: 
http://foodcourtlunch.com/index.php?s=hbo&paged=2

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