martes, 29 de enero de 2013

#DemocraciaOnLine


Columna La Tarde
Fudnación Kíos

#DemocraciaOnLine

Más allá de las bondades del sistema, la hiperconexión, la falta de intermediación y la viralidad de los contenidos, requieren que el usuario asuma e interiorice nuevas responsabilidades democráticas y ciudadanas para evitar efectos colaterales no deseados en sociedades activas democráticamente. Una nueva ética de la responsabilidad, consecuente con una nueva democracia, es imperativa.
El uso de Twitter ha acercado el ejercicio de lo político, en tiempo real, a una cantidad significativa de electores y ha desatado, al menos en Colombia, un debate sustancial en torno a los beneficios de promover, a través de estos medios, un ejercicio de la política tan íntimamente cercano al ciudadano común. Sin embargo, este uso que, aparentemente daría más credibilidad a los políticos conectados a las redes sociales, ha empezado a ser cuestionado en la medida en que podría ser interpretado por los opositores como una muestra de falta de disciplina en el ejercicio de lo público, como un indicador de poca gestión y como una tendencia a ponderar más la imagen que las ejecuciones puntuales y constatables en las experiencias de gobierno.

Twitter favoreció la vinculación de los organismos sociales a la escena política gracias a la particularidad de poner a nuestra disposición varias opciones de información en escenarios multiespaciales y multitemporales, distribuyendo el poder de la información y la información del poder, desplazándola hacia los ciudadanos, promoviendo un modelo de participación cada vez más horizontal e incluyente. Hizo cotidiano lo político; lo reintegró a la cultura popular.

Más allá de la velocidad y de actuar en tiempo real, en Twitter los contenidos fluyen libremente a través del sistema. Las élites tradicionales que normalmente monopolizaban la información, perdieron, de esa manera, poder que ahora recircula entre los ciudadanos ‘enredados’. Esta red social relaciona a sus usuarios por intereses y privatiza la sociabilidad. Eso es fundamental porque permite seleccionar a quién seguir, qué tipo de información recibir, qué tendencias informativas aceptar.

Consecuentemente, el ciberespacio se convirtió en un ámbito inclusivo e incluyente, permitiendo la expresión pública a los conectados, revelándolos como ciudadanos mejor informados, políticamente más beligerantes y socialmente más conscientes y activos que los ciudadanos offline. Pero el exceso de información, la facilidad que tienen hoy los ciudadanos online para obtenerla, modificarla y redistribuirla, la falta de controladores y filtros para dichos procesos y la libertad en su interpretación y reinterpretación, si bien son ventajas de cara a la búsqueda y promoción de una sociedad más abierta al diálogo y, en esencia, más deliberativa, representan retos inmensos para los creadores de contenidos y los consumidores de información.

Más allá de las bondades del sistema, la hiperconexión, la falta de intermediación y la viralidad de los contenidos, requieren que el usuario asuma e interiorice nuevas responsabilidades democráticas y ciudadanas para evitar efectos colaterales no deseados en sociedades activas democráticamente. Una nueva ética de la responsabilidad, consecuente con una nueva democracia, es imperativa.

Esa nueva ética debe estructurarse a partir del reconocimiento de que la sociedad es la que modela Internet y no al contrario. El sistema, la herramienta, el medio, no son en sí mismos irresponsables. Lo que determina y potencia drásticamente las bondades de los efectos generados por esta nueva dinámica comunicativa es el uso que se dé a ella.

En ese sentido, se han señalado algunos de sus efectos negativos. En primer lugar, hay quienes manifiestan que el debate público requiere de argumentos, contextualización adecuada, tiempos que van más allá de la inmediatez con que se exponen las ideas en Twitter. Se puede estar, dicen, vaciando de rigurosidad el debate por lo político. Se puede acelerar el proceso de pasar de una concepción platónica de la democracia a una realidad política en la que actores pobremente cualificados para opinar, opinan desde la comodidad de sus casas. Por eso es urgente construir una ética cotidiana que termine haciéndonos responsables, no solo de lo que decimos, escribimos, trinamos, sino de las variadísimas interpretaciones que de ello se hagan y, por otra, una ética que nos haga adoptar posiciones críticas frente a la veracidad de la información que recibimos minuto a minuto.

De nosotros depende potenciar las ventajas que, en su uso, estas herramientas nos brindan para el desarrollo de democracias más sólidas; no del sistema. Y si no están convencidos, pregúntenle al director del diario español ‘El País’. Como dice Manuel Castells: “Hay que cambiar la política para cambiar Internet y, entonces, su uso político (…) puede revertir en un cambio de la política en sí misma”.

Imagen tomada de: http://rack.0.mshcdn.com/media/ZgkyMDEyLzEyLzA0L2I4L3RoZWJlZ2lubmVyLmI5bi5qcGcKcAl0aHVtYgk5NTB4NTM0IwplCWpwZw/c5ed801c/05b/the-beginner-s-guide-to-twitter-d5e5ee7224.jpg

Publicado en el diario La Tarde de Pereira el 29 de enero de 2013, en: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/108160-democraciaonline

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