Investigación- Política exterior y defensa nacional
Alejandro Ramírez Restrepo
Obama o Romney:
¿cuál es más conveniente para Estados Unidos? (II)
En una columna en el diario pereirano de La Tarde, titulada Estados
Unidos 2012, la Fundación Kíos trataba de señalar uno de los aspectos más
significativos atenientes a la figura del presidente de los Estados Unidos, y
es que a pesar de ser el cargo oficial más poderoso que ha existido sobre la
faz de La Tierra, no deja de ser uno con alcances e influencias reales
impresionantemente cortas, debido a la forma como fue diseñado el edificio
institucional norteamericano y a que, como cualquier otro mortal o institución,
son los eventos, especialmente los internacionales, los que moldean la
realidad, y no al contrario, como muchos desean o creen.
Esta consideración es vital para realizar un análisis frío y
objetivo de las consecuencias al interior de los propios Estados Unidos de la
elección de su presidente en este ciclo electoral de 2012. Obama o Romney:
¿cuál es más favorable para la nación estadounidense?
Existe un argumento constante entre aquellos que consideran a
Romney, el candidato republicano, no como una opción simplemente menos buena
que el presidente actual Obama, sino como la personificación del mal, y es que
si el exgobernador de Massachusetts llega a la Casa Blanca dará paso a una
horda de capitalistas desalmados, el ya famoso uno por ciento, que desmontará
el estado de bienestar, palabra casi impronunciable en ese país incluso dentro
de círculos demócratas, dejando en el aire a las personas menos favorecidas
dentro del sistema actual de las cosas.
Por supuesto que, sin tener a la mano, desafortunadamente, una bola de cristal mágica que permita avizorar claramente el futuro, se puede hacer uso de la historia presidencial norteamericana y de los
antecedentes del propio Romney, para vislumbrar que dicha tragedia o serie de
eventos no se van a dar, por lo menos no en las alarmantes o exageradas (usted
escoge el adjetivo, apreciado lector) dimensiones que los enemigos de Romney
anuncian.
Tomemos el caso de Barack Obama. Hace cuatro años algunos
analistas, entre los que se encontraba este mismo servidor, consideraban que el
entonces senador junior de Illinois, se configuraba, mucha atención, en una
seria amenaza para la estabilidad y éxito de la política exterior de
Washington, debido a su inexistente récord en esa crítica materia y a sus
manifestaciones durante la campaña. Su discurso en exceso internacionalista y
transformador anunciaba lo que podríamos denominar un progresismo global, que
resultaba irresponsable porque llevaría a que los Estados Unidos abandonaran
precipitadamente sus compromisos en la arena internacional.
Es claro, y ya lo era también en esa época, que muchos de esos
compromisos eran costosos, algunos reñían o violaban la legalidad, otros más
eran a todas luces ilegítimos, pero lo más sustancial es que existían
compromisos innecesarios y por lo tanto peligrosos para la seguridad de los
Estados Unidos. No obstante esta realidad, resultaba claramente irresponsable
que por satisfacer una audiencia sedienta de populismo y facilismo, se
anunciasen dichos abandonos, que provocarían consecuencias incluso más
peligrosas, quizás no para la paz mental de muchos liberales, pero sí,
efectivamente, para la estabilidad nacional y mundial. ¿A qué eventos nos
referimos? Podemos escoger muchos, pero sin duda los más destacados,
dispendiosos e innecesarios, se encontraban estrechamente relacionados con la
Guerra Global Contra el Terror -GGCT- y las intervenciones en Afganistán y
especialmente en Irak.
¿Qué sucedió después del 20 de enero de 2009 cuando Obama se
posesionó como el cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos? Pues
que el nuevo presidente comenzó, más temprano que tarde a sorprender a propios
y extraños. Primero mantuvo como secretario de defensa a Robert Gates, lo
cual constituía no solo una señal sino una realidad incuestionable, de que por
lo menos una buena parte de la política de defensa, por no decir de exteriores
también, desarrollada por George W. Bush, iba a continuar. Con el paso de los
meses encontramos que el presidente cumplió con la retirada de las tropas de
Irak, compromiso fijado por GWB en 2008, escaló con 30 mil hombres más el
conflicto en Afganistán y continuó e intensificó notablemente la GGCT, que en
su presidencia dejó de ser nominada así. Y eso, el cambio de lenguaje, es lo
que encontramos como verdadera transformación de la presidencia de Obama con
respecto a la de los últimos tres años de W. Bush.
¿Por qué Obama no cumplió sus compromisos? ¿Nunca tuvo la
intención de cumplirlos? ¿Al antes humilde organizador social de Chicago le
corrompió el poder y se pasó al bando de “los malos”? ¿Se olvidó? ¿Se
confundió? Con gran seguridad podemos responder que la respuesta
es la opción secreta: ninguna de las anteriores. Como lo anunciábamos en la
introducción, incluso el presidente estadounidense, el hombre con la oficina
más poderosa sobre la tierra, está severamente limitado, y muchas veces, no tan
pocas como el propio presidente lo quisiera, está cautivo, sin escapatoria, de
los acontecimientos.
Esto no es exclusivo de Barack Obama. De hecho, entendiendo que
será la historia, en por lo menos dos décadas, la que comenzará a esclarecer un
juicio más o menos justo sobre su administración, hasta el día de hoy a este
comentarista le ha resultado la política exterior de Obama como una muy avezada
y acertada. Precisamente, porque se ha aproximado a reconocer ese carácter
limitado de su poder. No solo por las realidades económicas de su época, sino
también, y por ello en su política se encuentra más virtud, porque parece
comprender que hay fuerzas incontrolables y hasta indescifrables, que dictan
buena parte del curso de los acontecimientos.
Pero decíamos que esta contrariedad, la del carácter limitado y
cautivo de los presidentes, no es cosa exclusiva del actual mandatario
norteamericano. El penúltimo ejemplo es el del propio GWB. Del 20 de enero del
2001 al 11 de septiembre de ese mismo año, desarrolló una política que podría
ser descrita como “humilde”, como el mismo la llamaría durante su campaña.
Unilateral, desconfiada de aliados como Francia y Alemania, pero sin interés de
involucrarse excesivamente en el globo, allende los mares, como lo había hecho
ese “intervencionista” de Clinton (Somalia, Haití, los Balcanes en general y
Kosovo puntualmente). A partir del fatídico 11S, encontramos una política
intervencionista e idealista en extremo (la democracia y libertad, valores
occidentales, como ethos de su concepción internacional). La humildad quedó
sepultada en las ruinas de la Zona Cero en el sur de Manhattan. Pero esta
política no llegó hasta el 20 de enero de 2009 como muchos erróneamente
consideran. Acá quizás no hay una fecha exacta, pero es necesario buscarla, y
quizás la podemos encontrar en el lapso de tiempo que va desde agosto de 2005,
durante la tragedia de Katrina en New Orleans y la salida de Donald Rumsfeld
como Jefe del Pentágono, en diciembre del 2006, después de las desastrosas
elecciones de mitaca para los republicanos. Durante esos 16 meses, y hasta su
salida de la Casa Blanca, Bush se tornó al internacionalismo, a la
colaboración, a la autorestricción en temas internacionales. Pero no lo hizo
porque un día se levantó arrepentido o porque tuvo una epifanía, sino porque
los eventos lo llevaron hacia esas posiciones, tal como los eventos del 11S,
junto a otras muchas condiciones que no vienen al caso acá exponer, lo llevaron
a tomar las decisiones que hoy conocemos.
Y así, ejemplos como el de Bush, y el de Obama, encontramos por
montones y en todos los campos en los cuales los presidentes norteamericanos
deben intervenir.
Señalado lo anterior, ¿cómo lo volcamos a nuestro presente?
Mitt Romney, mencionábamos arriba, fue gobernador de
Massachusetts, lo cual no es poca cosa para un republicano, porque este estado
es uno de los más liberales y progresistas de la Unión Americana. Esto hizo que
Romney, mientras fue gobernador allí, tuvo que trabajar en estrecha
colaboración con los demócratas, abrumadora mayoría en el senado y la cámara
estatales. Y de hecho, y es hacia dónde va la conclusión de esta entrada, ese
antecedente se convirtió en un duro karma a soportar por el ahora candidato del
partido republicano, precisamente durante la competencia por dicha candidatura.
Hoy la gran pregunta no debe apuntar hacia la Oficina Oval. Debe
dirigirse hacia el Congreso. Y esto porque ambos partidos, pero especialmente
el republicano, se han convertido en unas instituciones incapaces de hacer lo
que ha caracterizado por siempre al pueblo norteamericano, que es acordar
compromisos, es decir, ser pragmáticos. Ser pragmático significa anteponer
intereses e incluso algunos valores, para poder sacar adelante un acuerdo.
Demócratas y republicanos, en la Casa Blanca y en el Congreso, siempre habían
entendido esto, pero en los últimos años han tirado al trasto de la basura esta
filosofía y se han casado con posiciones dogmáticas. Los inamovibles,
especialmente del minoritario pero poderosísimo Tea Party, representado en
sujetos como Grover Norquist, a quien me voy a permitir llamar el zar del “no a
los impuestos”, o incluso, para gusto de los lectores de avanzada acá en Colombia,
el José Obdulio Gaviria del partido republicano en Washington, han permitido
que el proceso político de ese país sea una gigantesca, atrofiante e
interminable parálisis.
Así las cosas, encontramos que Romney, quien por supuesto tiene
notables diferencias con el actual presidente, termina siendo no tan distinto a
este, por lo menos desde un punto de vista estratégico. Y de hecho tampoco lo
es a Bush, hijo. Debe tenerse en cuenta que el primer salvataje a la banca, no
lo hizo Obama, sino Bush y su ultra neoclásico secretario del Tesoro, Henry
Paulson. ¿Por qué lo hicieron? Porque la realidad estaba allí, ya no pisando
los talones, sino empujando sobre toda la humanidad de los Estados Unidos, y
quizás del mundo, un descalabrado e inmenso edifico financiero.
Cerrando: el exsecretario de estado Henry Kissinger ha
manifestado en más de una oportunidad que los políticos norteamericanos tienden
a decir cualquier cosa cuando se encuentran seduciendo al electorado, pero si
logran el objetivo de ser elegidos, se arropan con lo que podría ser descrito
como un sentido de responsabilidad y sensatez, y esto le ocurre en mayor medida
a los que obtienen el puesto de jefes del Ejecutivo. Así como Obama hace cuatro
años “moderó” sus posiciones liberales en lo referente a los temas
internacionales, un Romney en la presidencia, “moderaría” en la Casa Blanca su
actual agenda conservadora, que más que suya, es la de su partido controlado en
buena medida por el muy conservador Tea Party. ¿Quién le conviene más a EUA?
Las diferencias entre los dos son imperceptibles (estratégicamente hablando).
Puede haber cambios de tono y de discurso que pueden provocar cambios, pero
estos siempre serán incrementales. Ni Obama va a europeizar a los Estados
Unidos, ni va a imponer el socialismo, como algunos, no pocos, sinceramente lo
creen, ni Romney va a acabar con la seguridad social y va a invadir cualquier
nación que lo contradiga. Esas son caricaturas, burdas, alejadas a años luz, de
las posiciones e iniciativas reales de estos dos, y me permito el juicio de
valor, buenos/aceptables candidatos.
Hoy, parte del quid está en el Congreso y en el partido
republicano que pareciera se está tornando, peligrosamente, en uno cada vez más
blanco, más religioso, más avaricioso: más dogmático, tal como lo presentaban
en su libro de 2004, John Micklethwait y Adrian Wooldridge, The Right Nation.
¿Entonces en definitiva son mejores los demócratas? No tan rápido. En el fondo
el problema es uno de ausencia crítica de liderazgo, al mismo tiempo audaz y
cerebral, en todo Washington y en muchas otras capitales y centros de poder
del mundo, como bien lo señalaba el pasado domingo Thomas
Friedman en el New York Times.
Y ese es el asunto neurálgico. Obama o Romney. Demócratas o
republicanos: ¿qué debe suceder para que surjan nuevamente los liderazgos
pragmáticos y pongan a funcionar nuevamente a Washington? Friedman apunta algo
interesantísimo: o en esa ciudad se mueven, o ni el mercado ni la madre
naturaleza van a soportar una década más de parálisis dogmática. ¿Dónde estará
la bola mágica de cristal?
Imagen tomada de: http://www.allvoices.com/contributed-news/12955133-president-obama-had-a-filibusterproof-majority-for-72-days