Columna de opinión
Gnothi Seauton
De los buenos ¡líbranos Señor!
Escribe en El Tiempo Ricardo Silva Romero sobre la segura reelección del
procurador general de la nación, señor Alejandro Ordóñez. Silva lo tilda de
peligroso para la democracia y la paz colombianas, entre otros elementos,
porque Ordoñez, como procurador “respaldó aquel referendo reeleccionista
que quiso desmontar nuestra democracia”, ha buscado “impedir la despenalización
de la droga, el aborto terapéutico y el matrimonio homosexual” y porque
numerosos columnistas “han documentado el maquiavelismo, el oportunismo, el
clientelismo salvaje” que convierten a este funcionario en un político sectario
y retrogrado. Evidentemente oscuro para el país.
A Gnothi Seauton siempre le ha llamado la atención cómo los
formadores de opinión de izquierda en general, que son la abrumadora mayoría,
aquí o en Cafarnaún, consideran que aquellos que poseen dogmas o ideologías de
derecha, no son aptos para ocupar cargos públicos de cualquier tipo por ser
precisamente eso: de derecha. Pocos de estos opinadores caen en cuenta que sus
críticas no pueden ser exclusivamente hacia las ideas que encarnan los
representantes de la denominada derecha, y de manera lúcida, agregan
observaciones hacia su comportamiento legal, ético y moral, aquello del
proceder maquiavélico, oportunista y clientelista. Bien por Silva, hasta ahí.
Ahora, lo verdaderamente atractivo es que estos mismos
columnistas suelen ignorar esas falencias legales y éticas sobre aquellos oficiales
públicos que sí cumplen con su lista correcta de ideas y objetivos. El mejor
ejemplo reciente es el de la Corte Suprema de Justicia. Durante los días de su
enfrentamiento con el entonces presidente Uribe Vélez, los magistrados de la
corte eran un dechado de virtudes y valor cívico, y nunca, por ningún motivo, funcionarios
con aspiraciones distintas a las de impartir justicia imparcial y en puro
derecho. Posibilidades de que estos administradores de ecuanimidad fuesen
maquiavélicos, oportunistas y clientelitas: ¡ninguna!
Más temprano que tarde fue descubierta la evidente realidad. Durante
la fallida reforma a la justicia, los magistrados, no solo de la Corte Suprema,
sino del Consejo Superior de la Judicatura, el Consejo de Estado y hasta de la
prestigiosa Corte Constitucional, que son casi una centena de personalidades,
sin contar sus magistrados auxiliares, que como se ha sabido, han sido
acreedores de “palomitas” para poder obtener jugosas pensiones financiadas con
los recursos del erario, sacaron a la luz pública, de qué verdaderamente están
hechos: maquiavelismo, oportunismo y clientelismo.
Las críticas que Silva hace a Ordóñez, que verdaderamente
podrían ser utilizadas como descalificadoras para el intento de reelección del
segundo, serían las últimas, pero como vemos, ese comportamiento no sería
exclusivo de este funcionario. Los valores y principios de Silva se ven
amenazados por los de otra persona, en este caso un funcionario como Ordóñez,
pero esa no es razón suficiente para descalificarlo.
Utilizando la perspectiva
correcta y realista, más bien el problema radica en, lo que otro columnista de
izquierdas, Rodrigo Uprimny, mencionaba en febrero pasado al hablar también
sobre la temida reelección del procurador, y es que un estudio detallado “muestra que todas las atribuciones de la
Procuraduría General de la Nación corresponden también a otras entidades, que
podrían desarrollarlas en forma más especializada y eficiente”.
Este mismo
principio de economía institucional, y por lo tanto también financiera,
aplicaría al sistema de justicia colombiano, por solo continuar con el ejemplo
arriba utilizado. ¿Necesitamos tres cortes de última instancia? ¿Necesitamos
que los jueces funjan de gerentes administrativos y financieros del sector
desde un monstruo burocrático e ineficiente como el Consejo Superior?
¿Necesitamos un Fiscal y una Fiscalía “independiente” del Ejecutivo?
Gnothi Seauton
está al tanto a la perfección de que los enfoques fuera de perspectiva hacia el
análisis de los distintos problemas del país y el mundo también provienen de
los comentaristas de derecha, pero el tono redentor e infalible (¿y fanático?) de
la izquierda resulta más inquietante, debido a que al ser los supuestos
abanderados de la libertad de ideas, resulta contradictorio que, como dice
Silva, bien pueda y tengan sus ideas los de la derecha, pero en cargos
públicos, ni se aparezcan (“Yo
voto porque tenga voz, porque crea en el Dios que más le sirva, porque defienda
sus dogmas hasta declararse perseguido por las minorías, pero en un lugar muy,
muy lejano de la Procuraduría: donde sepamos quién es”). Cuando ocupar cargos públicos, incluidos aquellos en donde se hace
justicia, es precisamente el objetivo de la dinámica política, sobre todo a la
hora de impulsar e imponer las formas y los fondos que a cada quien le parecen
más adecuadas.
Como se puede
inferir del escritor y columnista Juan
Esteban Constaín, conservador según él mismo: de los buenos, ¡líbranos Señor!
Imagen tomada de: http://www.elespectador.com/noticias/politica/articulo-371351-esta-casi-cantada-reeleccion-de-alejandro-ordonez-procurador
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