domingo, 20 de noviembre de 2011

Consideraciones de un viaje


Investigación- Política Exterior y Defensa Nacional
Alejandro Ramírez Restrepo

Consideraciones sobre un viaje

Cuando Barack Obama se convirtió en el cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos, una buena parte del planeta respiró aliviada debido a que suponía que a la Casa Blanca llegaban aires propios de la modernidad, el multilateralismo y el entendimiento global culto y sensato. Los días en que George W. Bush y su banda de neo-conservadores azotaron al mundo con su visión egoísta, ignorante y despreciativa hacia las complejidades y diversidad del planeta llegaban a su fin. 

Cuando el Air Force One aterrice este fin de semana en la base Andrews, cerca a Washington, D.C., trayendo al presidente de su gira por el Pacífico, Australia y el Sudeste Asiático, descenderá un mandatario que, más allá de su imagen, ha ido construyendo una política exterior signada por más elementos propios de la Realpolitik que del idealismo puro.

Reconociendo los límites del poder americano en el siglo XXI, después de las intervenciones de su país en Afganistán e Irak principalmente, el presidente de los Estados Unidos ha venido delineando un accionar político que busca hacer verdadero contrapeso a las ambiciones y aspiraciones globales de la China continental, construyendo una especie de cerrojo sobre ella y que, por lo que se puede desprender de declaraciones de altos funcionarios del país asiático, entre las que destacan las del Primer Ministro Wen Jiabao, genera serias preocupaciones, o por lo menos algunas molestias, en los círculos del poder chino. 

Mientras Obama se preparaba para salir de Hawai, de la serie de reuniones de la APEC (foro de Cooperación Económica del Asia-Pacífico), que presidió en su estado natal, hacia Australia, en el senado de los Estados Unidos el secretario de defensa, Leon Panetta, reconvenía al senador de Arizona, ex candidato presidencial republicano en 2008, John McCain, por pasar en alto la calidad de democracia soberana del Estado iraquí. La salida completa de las tropas norteamericanas, señalada para el 31 de diciembre de 2011, es producto del respeto de Washington hacia la independencia de Bagdad y el respeto de sus necesidades.

Más allá de este planteamiento legalista, los analistas pueden extraer el real efecto de dicha salida. La atención de los Estados Unidos ahora se dirigirá hacia regiones que poseen mayor peso estratégico, siendo una de las prioritarias, sino la más, el Asia-Pacífico. Un movimiento profundamente transformativo de la alta política internacional y la geoestrategia global.

En Australia anunció el uso de bases en territorio de este país; en Bali, Indonesia, donde se convertirá en el primer presidente estadounidense en atender la conferencia de países del Este Asiático, se reunió separadamente con el Primer Ministro de la India, Manmohan Singh y los presidentes de Indonesia, Susilo Bambang Yudhoyono, y Filipinas, Begnino S. Aquino, III. Además de los temas particulares de las agendas bilaterales, Obama y los líderes de estos países manifestaron en lenguaje abierto y sin ambivalencias de ningún tipo, lo positivo y necesario de contar con los Estados Unidos como actor dinámico y participativo en la región.

En términos diplomáticos el hecho anterior no es de poca monta debido a la íntegra competencia existente entre la China e India y a los más recientes desencuentros entre Beijing y los gobiernos de Manila y Jakarta, especialmente por la soberanía en las aguas del Mar de la China Meridional, ricas en hidrocarburos y otros bienes minerales. 

El presidente Obama agregaría en su gira el anuncio de la visita de su secretaria de estado, Hillary Rodham Clinton a Myanmar, nación que hasta hace sólo unos meses se encontraba plenamente alineada a los intereses chinos. Ahora con la salida del poder, por lo menos nominalmente, de los militares y la liberación de la premio Nobel de la Paz, Daw Aung San Suu Kyi, los Estados Unidos se encuentran dispuestos a aliviar las relaciones entre los dos países, buscando el fin, en palabras de Obama, de "la persecución de los reformistas democráticos, la brutalidad mostrada en contra de las minorías y la concentración de poder en manos de unos pocos militares".

Por supuesto, las motivaciones obvias van más allá de las arriba enunciadas y pasan por la ubicación geográfica de Burma (como también es conocida esta nación) entre India y China, donde la segunda viene planeando desde hace varios años la construcción de un oleoducto estratégico que le permitiría transportar crudo proveniente desde el Golfo Pérsico directamente a la provincia interna de Yunnan, sin tener que pasar por el Estrecho de Malaca, y la existencia apreciable de petróleo y, especialmente, gas.

Como bien se puede observar, sin ser única prueba, la gira por la región del Océano Pacífico de Barack Obama señala que el mandatario que llegó al poder sobre una plataforma ideológica típica wilsoniana, distinguida por un celoso resguardo de premisas morales, humanistas y universales y el respeto incólume al derecho internacional, ha terminado intuyendo, identificando y, lo más valioso, actuando bajo premisas indudablemente más rústicas y menos nobles y altruistas que las del presidente Woodrow Wilson, como lo son el miedo (phobos), el interés propio (kerdos) e incluso el honor (doxa).

Estas tres últimas las encontramos constantemente guiando a los líderes virtuosos anteriores a Obama cuando sus sociedades debieron resistir los retos más sublimes. Hoy, cuando los Estados Unidos deben encarar múltiples y directos desafíos a su liderazgo y a sus intereses nacionales, la clave para lidiar con esta situación no yace en desconocer las realidades que se desprenden de los temores, intereses y el honor estadounidense, sino reconociéndolos y apropiándoselos para así obtener el resultado más apto. 

La política de la administración Obama hacia China no será perfecta pero debe reconocerse que ha enfrentado este lance hacia los Estados Unidos sin romanticismos manidos ni desconocimiento de las limitaciones y fortalezas, tanto propias como ajenas. Esto puede ser decepcionante para muchos de los que lo eligieron y apoyaron porque tenían esperanzas idílicas de cambio en la política internacional. Pero en definitiva, debe afirmarse que el presente accionar resulta ser responsable y sabio.          

Imagen tomada de http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&id=449255&Itemid=1

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