Columna La Tarde
Fundación Kíos
De medallas, dinero y cinismos
La mejor participación del deporte colombiano en toda su historia olímpica ha tenido lugar en Londres 2012.
Varios analistas, especialmente en la prensa escrita, indicaron que
éste es un triunfo no solo explicado por el talento, tenacidad y
disciplina de nuestros deportistas, sino también por la existencia de
una política pública de largo aliento, formulada e implementada con
habilidad gerencial por parte de los sectores público y privado, y que
contó con notables recursos provenientes especialmente del erario
público. Sin duda alguna, la existencia de esta política debe ser
resaltada porque nos aleja del enfoque de porno-miseria que algunos
medios, especialmente los audiovisuales, los de mayor audiencia,
intentaron hacer con los triunfos de los deportistas colombianos, y
porque se pueden extraer valiosas lecciones de diseño, y sobre todo,
ejecución para otras esferas de la administración pública.
Dicho lo
anterior, y permitiéndonos ser cínicos, en el sentido original de la
palabra (“aquellos que buscan la virtud como soberano bien”), hablemos
de lo verdaderamente importante acerca de los juegos olímpicos: el
negocio. Las medallas y la gloria deportiva son para disfrute de la
tribuna. Para los demás, llamémoslos poderosos, estas justas son
esencialmente un ingenio para acumular autoridad y, por supuesto,
dinero. Usamos la palabra “ingenio” porque los olímpicos hoy día
constituyen una de las marcas más apreciadas, apetecidas y valoradas en
el mercado global. Además de los atletas, numerosas empresas y sus
productos se disputan hacer parte de la familia olímpica de una manera u
otra. Un solo ejemplo: el Comité Olímpico Internacional, COI, tiene
asegurados 3 mil 700 millones de dólares, y la cifra seguirá aumentando
por cuenta de negociaciones por venir, en contratos de trasmisión por
televisión de sus juegos en 2014 y 2016, sin considerar los ingresos
provenientes de contratos por publicidad y mercadeo, cuantiosos por
demás.
Hoy, esa marca, la de los olímpicos, no se asemeja a la idea
noble y amateur impulsada por el barón de Coubertin, y por ello algunos
románticos critican el actual ingenio por, ahora sí como se utiliza hoy
día, cínico (sinvergüenza). Y razones no les faltan. Escándalos de
corrupción, aceptación de productos supuestamente insanos, entre otros.
Sin embargo, debe notarse que a pesar de estos lunares, los olímpicos,
al final del día, son utilizados por las sedes organizadoras como
muestra de su poderío y riqueza actual y, especialmente, futura. El COI
lo sabe y cobra por ello.
Ahora, lo que es verdaderamente de
resaltar, es que esa marca que el COI enarbola y usufructúa a manos
llenas, es el típico producto de la economía del conocimiento, a la cual
cada día nos adentramos más, y que, como lo hemos señalado desde este
espacio con persistencia, está elevada sobre una “educación que prepara
trabajadores con habilidades y talentos demandados por la economía del
conocimiento y la información”. Entonces quizás sería preferible
asemejarse más a los “poderosos” que a la tribuna.
Publicado en La Tarde el 14 de agosto de 2012, en: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/65075-de-medallas-dinero-y-cinismos.html
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