jueves, 14 de octubre de 2010

La última tregua

Columna de opinión
Meden Agan

La última tregua
Aprendizajes del proceso de paz vasco
La banda terrorista Euskadi Ta Askatasuna (ETA) anunció el pasado 5 de septiembre un nuevo alto al fuego al afirmar que “hace algunos meses tomó la decisión de no llevar a cabo acciones armadas ofensivas”, intención que ratificó, al menos en el papel, al acoger públicamente las observaciones hechas en la Declaración de Bruselas, firmada por varios premios Nobel de paz y líderes tan reconocidos como Mary Robinson, ex presidenta irlandesa, en donde se les pedía un alto al fuego “permanente y verificable”, aunque hasta hoy la banda terrorista con reivindicaciones independentistas no haya asociado ninguno de estos dos adjetivos a sus anuncios mediáticos.
Las reacciones no se hicieron esperar. El gobierno español, en cabeza de Rodríguez Zapatero y su ministro del interior, Pérez Rubalcaba, afirmó rotundamente que “ETA para, porque no puede más, que ETA para, con el fin de reconstituirse” y dejó entrever que este es un anuncio insuficiente ya que el modelo de treguas no vale porque la banda terrorista se ha encargado sistemáticamente de deslegitimarlo, a partir de las sucesivas rupturas a los alto al fuego anteriores.
Pero el gobierno no fue el único actor que recibió con escepticismo los anuncios sucesivos del 5 y el 18 del mes pasado. El Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), de manera directa y, como pocas veces, unánime, se apresuraron a rechazar públicamente y a dudar abiertamente de la decisión anunciada por los etarras. Incluso, partidos como Eusko Alkartasuna (EA), Aralar, Alternatiba y Abertzaleen Batasuna (AB) (la izquierda independentista del país vasco francés) adhirieron a la euforia provocada por el anuncio, exigiendo públicamente el cese al fuego, mientras el Ejecutivo vasco se refería a la estrategia etarra como “insuficiente, ambigua y fraudulenta”.
Desde 1959, la banda terrorista ha acudido al anuncio de tregua, parcial o permanente, ocho veces. Y ocho veces la ha incumplido de manera unilateral. Luego de 829 muertos y 84 secuestros, ETA parece generar un rechazo social cada vez mayor, tener una capacidad militar, quizás por primera vez en la historia, bastante reducida, y unos apoyos políticos que desesperadamente intentan tener alguna representación autonómica en las próximas elecciones municipales navarras y vascas de 2011.
Por eso los españoles parecen no dar crédito a los anuncios de los encapuchados, a través del comunicado emitido por la BBC. Son víctimas de un pasado lleno de mentiras e incumplimientos, el más reciente de ellos materializado con el rompimiento de la última tregua luego de 437 días, el 30 de diciembre de 2006, en los que mantuvieron la extorsión y la compra de importantes cantidades de armas.
Para Colombia, un país signado por la violencia durante la gran parte de su vida republicana, muchos son los aprendizajes que el proceso político derivado del conflicto nacionalista vasco y de las reacciones estatales para combatir la violencia generada por él, puede proveer. Y eso, sin tomar en consideración los sospechados vínculos entre ETA y las FARC, aparentemente mediados por algunos sectores del establecimiento venezolano.
En primer lugar, el rechazo de la sociedad a las prácticas terroristas debe manifestarse abiertamente. Los españoles dieron ejemplo y los colombianos lo entendimos, aunque un poco tarde. Rechazar públicamente, así sea a través de marchas multitudinarias y no, como sería de esperarse, a través de la modificación significativa “permanente y verificable”, tal como se le exige hoy a ETA, pero de los comportamientos cotidianos reproductores de conductas violentas en la mayoría de los ciudadanos, es fundamental por dos razones. Inicialmente, porque legitima la acción decidida del Estado para perseguir a los autores de los atentados terroristas y le da a las autoridades  mayor margen de maniobra para hacerlo exitosamente. En segundo lugar, porque se desactiva y deslegitima socialmente, al menos de labios para afuera, la justificación sociológica de la violencia política. El día que reafirmemos con acciones cotidianas nuestro rechazo a dichos fenómenos, este país será ahí sí, uno de los más felices del mundo. Pero vamos paso a paso.
En segundo lugar, es impensable desarticular la amenaza representada por las FARC sin la ayuda internacional y la cooperación multilateral, sin la garantía de acciones militares conjuntas en la zona de frontera con Venezuela y Ecuador. Francia atendió el llamado español cuando entendió que la amenaza terrorista potencialmente desestabilizadora de los etarras era un problema de ambos lados del nudo pirenaico. Ahí se empezó a quebrar el poderío militar de la banda. Menos escondites, menos aliados. Chávez y Correa, o quienes sean que ocupen sus cargos en el futuro, deben entender que en un mundo cada vez más interconectado, con fronteras cada vez menos controlables militarmente, y con amenazas cada vez más globales, la responsabilidad es, cada vez más, compartida, independientemente de en qué territorio se origine la amenaza. No más bolivarización del conflicto armado en Colombia.
En tercer lugar, es más probable desmontar la amenaza que representan los grupos guerrilleros en Colombia, si los partidos políticos reconocidos actúan de manera unificada y unánime, no sólo en el comunicado de prensa, sino en el Congreso, la Cámara de Representantes, y los espacios de institucionalidad regional y local. Si hay algo en lo que necesitamos unidad nacional, así en minúscula por ahora, es en que todos los partidos, y todos los políticos, asuman en la práctica y no en el discurso proselitista, un rechazo al accionar terrorista. Tampoco teodoricemos el conflicto.
Y por último, los medios de comunicación deben actuar con cautela pero sin ingenuidad. Deben promover la unión de las respuestas demócratas al conflicto y no magnificar otras posiciones. Deben ser el megáfono que nos permita conocer qué sucede en este país, pero no deben generar espacios para la transliteración del conflicto. Responsabilidad en las palabras, cautela en las imágenes. Mucha inteligencia. Reconocimiento de que no hay verdades únicas y absolutas. Y prudencia, mucha prudencia. Menos vickydavilización, por favor.
La tarea no parece fácil y con seguridad costará mucho. Pero dejarnos de mirar el ombligo puede dar pistas que faciliten el complicado trasegar hacia un país menos violento.

Imagen tomada de: http://www.elpais.com/articulo/reportajes/fue/dialogo/ETA/elpepusocdmg/20070610elpdmgrep_1/Tes

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