martes, 20 de marzo de 2012

Un poquito embarazados


Columna La Tarde
Fundación Kíos

Un poquito embarazados

Las aulas no dejarán de ser una reproducción de un microcosmos social que refleja tanto lo bueno como lo malo de nuestras comunidades.

Así como es allí donde se construyen, por lo general, los líderes que determinarán el futuro de las civilizaciones en un mundo contemporáneo, los comportamientos de los estudiantes y docentes reproducen a escala los males de sociedades altamente complejas como la que describe el mundo globalizado permeado por dinámicas que en lo local, permiten prever nuestro porvenir. En el aula conviven personalidades y perfiles diversos, cada uno asumiendo un rol impuesto por un sistema educativo que ha evolucionado a la par de otros colectivos sociales.

El profesor, como líder de dicho microcosmos, tiene bajo su responsabilidad, principalmente, la formación de sus pupilos. Con la autoridad que le concede el propio sistema, a partir del reconocimiento de su experiencia y conocimiento, dirige y acompaña la evolución de los demás actores que conviven en el aula. En ese sentido, existe una diversidad de opciones que establecen la relación a través de la cual esa convivencia se materializa. Hay profesores dictadores que imponen su poder de forma autoritaria y no favorecen la creación de espacios de correlación e interacción constructiva. Hay otros que prefieren estrategias más horizontales para el proceso de transmisión de conocimiento. Y hay otros que no entienden el proceso como algo unidireccional sino que implica la reproducción de dinámicas de corresponsabilidad y construcción colectiva de conocimiento.

Los alumnos, como destinatarios o responsables de su propio destino, según la dinámica que se establezca en el aula, actúan como conciudadanos. Hay, por tanto, algunos que prefieren asumir posiciones de liderazgo y otros que actúan pasivamente y se conforman con ser simplemente receptores y replicadores de información, sin realizar ejercicios exigentes de análisis y reproducción de conocimiento.

En ese sentido, cada aula reproduce un microcosmos social que refleja, con una sorprendentemente fidelidad, los comportamientos que esos mismos actores tendrán al interactuar fuera de él. Precisamente por ello, tanto docentes como estudiantes se convierten en actores clave para reconfigurar las relaciones que pueden construir una Colombia mejor para todos.

Por eso, en una sociedad como la nuestra, atormentada por la violencia y la falta de respeto por la norma, los docentes deben asumir su rol con seriedad y compromiso. Sorprendentemente, mucho de lo que hagan o dejen hacer en el aula, impacta la construcción de una sociedad más desarrollada y mucho más ética.

Los docentes deben, por tanto y para empezar, reconocer los reglamentos que rigen las actuaciones de los diversos actores que interactúan en el aula. Pero no solo reconocerlos, sino aplicarlos. Y los estudiantes, deben, como mínimo, entender cuáles son las reglas mínimas que deben determinar su comportamiento y las relaciones de poder que establece dicha interacción.

Por todo lo anterior es que el docente es, en última instancia, un cómplice de la ilegalidad cuando actúa de manera contraria a la norma previamente establecida y supuestamente conocida por todos. El plagio, desafortunadamente más común hoy, por las facilidades que implica Internet, y la connivencia de docentes para nada rigurosos, y posiblemente plagiadores, constituye, de manera lamentable, una de las conductas más características de las dinámicas universitarias hoy. Parcialmente, porque el colegio nunca lo castigó, porque los docentes no se toman el tiempo de detectarlo y castigarlo, aún en la educación superior, y porque los estudiantes nunca entendieron que el plagio es un delito, incluso tipificado en los códigos de derecho contemporáneos.

Todo lo que se haga en el aula se reproduce en ámbitos sociales más amplios, y viceversa. Y nuestro país nunca será mejor si seguimos enseñando en el aula –por acción u omisión- que plagiar no está mal, que plagiar un párrafo es menos grave –e incluso, no punible- que plagiar una tesis doctoral completa. Los docentes que no sean radicales en ese sentido, no tendrán la autoridad moral que se atribuyen cuando despotrican contra los políticos que se roban sus impuestos. Este país será mejor solamente cuando todos –profesores, estudiantes, políticos, padres, madres- entendamos que uno no es un poquito ladrón o muy ladrón. Eso es tan absurdo como pensar que uno está solo un poquito embarazado.

Publicado en La Tarde el 20 de marzo de 2012, en http://www.latarde.com/opinion/columnistas/57475-un-poquito-embarazados.html

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