martes, 27 de diciembre de 2011

Despilfarro navideño


Columna La Tarde
Fundación Kíos

Despilfarro navideño

A pesar de que la Navidad es quizás la fecha más esperada por las familias colombianas, época para fortalecer los lazos entre unos y otros y dedicar tiempo para arrepentirse de las malas acciones del año, lo que contagia a los ciudadanos de un aparente felicidad, es también una época en la que se ejercen presiones exageradas e innecesarias sobre el medio ambiente.

 Que las principales ciudades del país, por ejemplo, gasten cada una $6.500 millones de pesos en un mes para alumbrarse con 15 millones de bombillos, así sean de tecnología Led, representa un derroche de energía quizás tan escandaloso como el de nuestro ex vicepresidente. Inevitablemente, estos excesos, combinados con algunas evidentes deficiencias en la infraestructura de producción y transmisión energética en el país, presionan al alza las tarifas del kilovatio que pagarán los colombianos en los meses posteriores. Gastar vale y todo gasto se debe financiar.

 Los únicos beneficios reportados a partir de costumbres derrochadoras  e irresponsables ambientalmente como esta son, el aumento de ingresos por turismo y unos mayores flujos de compradores en los comercios de las grandes ciudades, lo que no necesariamente se convierte en mayores ingresos, sino que en ocasiones simplemente traslada las horas en las que las compras se hacen efectivas. Sin embargo, dichos efectos pueden ser, y deberían ser financiados con los recursos de los privados que se benefician de ello, no con recursos de las empresas públicas, que son los recursos de todos.

 A pesar de que con el gasto exagerado de kilovatios en la época navideña se perjudica ambientalmente a quienes los aprueban y disfrutan, también resultan afectados aquellos que no comparten ni encuentran necesario este despilfarro. Esos kilovatios nos harán falta a todos en un futuro, para acciones que pueden ser económica y socialmente muchos más productivas.

En una época en la cual la conciencia ambiental parece haber reaparecido, por lo menos de labios para afuera, resulta ilógico continuar defendiendo costumbres como el alumbrado navideño público. ¿Cuántos beneficios obtendríamos con esos 15 millones de bombillos en escuelas, hospitales y bibliotecas de zonas apartadas del país?, ¿Qué se podría hacer con $6.500 millones anuales redireccionados a otras actividades más productivas, como la educación?

Pero además, ¿Cuántos hectáreas de bosques tuvimos que talar para empacar los regalos que compramos con esos dos billones de pesos que los colombianos acabamos de gastar entre el 22 y el 23 de diciembre pasados?

 Cuando el planeta se deteriore hasta el punto en que nuestra supervivencia se vea afectada en el día a día, y entendamos que hemos cometido errores innecesarios durante décadas, trasladando presiones evitables a los ecosistemas a cambio de obtener pequeños momentos de felicidad, ésta no se alcanzará con el derroche irresponsable de luces encendidas, ni con paquetes coloridos y toneladas de papel gastadas inútilmente.

 No nos lavemos más nuestra atormentada conciencia ambiental con apagones simbólicos durante algunos minutos cada ‘Día de la Tierra’. Seamos ambientalmente responsables de manera sostenible: apaguemos los bombillos y encendamos nuestra responsabilidad, porque una Navidad con menos luz y más abrazos, nos permitirá compartir más fines de año con nuestras familias.

Publicado en La Tarde el 27 de diciembre de 2011 en: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/53201-despilfarro-navideno.html

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