martes, 3 de enero de 2012

“Escuderos de paz” y “Señores del prohibicionismo”


Columna La Tarde
Fundación Kíos

“Escuderos de paz” y “Señores del prohibicionismo”

Los “Escuderos de paz” poseen perturbadoras similitudes con los “Señores del prohibicionismo”.

Como los caballeros templarios, ambos se consideran ungidos por un poder sobrenatural que les ha asignado la protección de unos “valores superiores” y por ello cuentan con carta blanca para proceder de cualquier manera sin importar los costos de su misión, y mucho menos, las evidencias que los prueban equivocados.

Los primeros equiparan la paz, la ausencia de conflicto, de violencia, con un nirvana en el que la totalidad de la sociedad, incluido su Estado, se encuentran en permanente y equilibrado éxtasis. Cualquier otro problema diferente a la violencia creada por el mismo conflicto, también será solucionado gracias al fin de éste, ojalá por una vía negociada que incluya a la totalidad de los actores del país. Para estos “caballeros”, la paz es la respuesta a los problemas relacionados con el crecimiento y el desarrollo económico, la ausencia, debilidad y corrupción del Estado e incluso las diferencias culturales entre los habitantes de un mismo territorio. El conflicto es todo. Su solución es la clave. No contemplar esta realidad resulta en una condena a vivir en permanente conflagración.

Los segundos materializan los yerros y debilidades de sus sociedades en aquellos que consumen sustancias que son desconocidas, especialmente porque provienen de tierras y culturas extrañas (por lo menos originalmente). Por lo tanto, al igual que los “Escuderos de paz”, se sienten ungidos para luchar contra los flagelos que esas sustancias y quienes las consumen, provocan sobre sus sociedades. Resultan solo anecdóticos los hechos de que en ese proceso se viole la individualidad de las personas y los graves costos en que se incurre para mantener la persecución y el hecho tozudo e insólito de que ni las extrañas sustancias, ni quienes las consumen, dejan de existir y de consumir. Para ellos, la lucha contra las sustancias es todo. Su eliminación es la clave para salvar la civilización. No contemplar esta realidad resulta ser una condena a vivir en constante decadencia moral.  

Lo que no entienden los primeros, es que el famoso conflicto es una figura jurídica, que se llama Conflicto Armado, Interno o Internacional (CAI), y que hace alusión a unas normas que buscan regular, humanizando la violencia entre los distintos actores. No es una categoría sociológica que permita entender, y más importante, resolver absolutamente todos los conflictos existentes en las sociedades humanas. CAI puede existir y haber progreso económico y social. CAI puede no existir y no haber progreso económico y social. El fin del conflicto no puede ser una obsesión que mantenga alejado a un país de los debates de fondo que realmente pueden contribuir a un futuro mejor.

Los segundos no conciben un mundo regulado por normas fundamentales inviolables pero que acepten la diversidad y por sobretodo la individualidad del ser humano. La posibilidad de que un sujeto actúe libremente haciendo uso, o incluso abuso, de cualquier sustancia o comportamiento es asunto exclusivo de ese individuo siempre y cuando no afecte la libertad de otros. Para eso existen las leyes sensatas y el Estado fuerte que las hace respetar. Así, no hay anarquía pero sí diversidad. Pero los prohibicionistas asimilan la diversidad con la anarquía.

Como puede inferirse unos y otros, estando casi siempre en orillas distintas del espectro ideológico y siendo bien intencionados, buscan la uniformización del ser humano y con ello su deshumanización.
Puede ser útil aspirar a la desaparición de todos los conflictos que marcan la vida humana. Los sociales, políticos, económicos y armados.

Y también lo es que ningún ser incurra en comportamientos autodestructivos. Pero la evidencia, que consiste en la existencia misma de la civilización humana, indica que esta meta es, por lo menos, insensata e irreal.

Publicado en La Tarde el 3 de enero de 2012: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/53449-escuderos-de-paz-y-senores-del-prohibicionismo.html

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