martes, 24 de enero de 2012

La SOPA no se ha enfriado


Columna La Tarde
Fundación Kíos

La SOPA no se ha enfriado

Si bien es cierto que la iniciativa SOPA (Stop Online Piracy Act) fue engavetada en el Congreso de los Estados Unidos a raíz de las presiones de los gigantes de la red, no hay duda de que se seguirán presentado proyectos relacionados con la necesidad de regular los contenidos y disminuir la piratería en Internet.

El doble reto consiste precisamente en garantizar la libertad de los usuarios para acceder a los diferentes espacios virtuales según sus preferencias y valorar la propiedad intelectual, como aspecto fundamental para motivar la generación permanente de información y conocimiento.

Para un importante sector de la sociedad, Internet se percibe como un territorio ingobernable y hostil, en el que fácilmente se pueden descargar e intercambiar contenidos ilegales que están referidos a la violación de la propiedad intelectual de cineastas, escritores, músicos y compositores. De hecho, desde la creación del portal Napster a finales de los 90, que permitía intercambiar archivos musicales libremente, se ha suscitado un enorme debate en el mundo respecto al verdadero sentido y naturaleza de la red mundial, dada la posibilidad de acceder a una gran cantidad de información que antes no era de dominio y circulación pública. El gran desafío está relacionado con garantizar la gobernabilidad de la red, a través de mecanismos de regulación que permitan navegar bajo ciertos parámetros de respeto y valoración de los derechos de autor, sin menoscabar la autonomía o lo privacidad de los cibernautas.

No obstante, el control virtual suele ser difuso y en ocasiones tiende hacia la aceptación de prácticas restrictivas, tales como las que planteaba la llamada “Ley SOPA”. Si ésta hubiera sido aprobada, el Departamento de Justicia tendría la facultad de suprimir cuentas de correo, blogs o páginas de Internet e incluso sancionar drásticamente a los supuestos infractores. Sin duda alguna, una tarea bastante difícil y compleja, que no solo requeriría de un mayor gasto burocrático, sino también de ciertas intromisiones indebidas en la privacidad y autonomía personal de los usuarios, solo por el hecho de sospechar de sus accesos a contenidos y páginas.

El debate seguirá vigente, mucho más si se tienen en cuenta las enormes pérdidas que sufre la industria del entretenimiento por la piratería virtual. Sin embargo, más allá de los perjuicios económicos, es imperioso generar un nuevo consenso mundial en torno a la posibilidad de regular la libertad de expresión, como derecho fundamental del ser humano, para que ésta no sea utilizada como justificación para el desconocimiento de otras garantías ciudadanas igualmente valiosas.

La complejidad del debate exige una discusión altamente cualificada e incluyente, para lo cual es indispensable entender el fenómeno de las nuevas tecnologías, las dinámicas jurídicas que implica el tema de la propiedad intelectual, y la importancia moral de la defensa de la libertad de expresión en sociedades altamente interconectadas y cada vez más participativas. Ese es el reto inicial, y no es uno menor.

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