Columna
La Tarde
Fundación Kíos
Felicidad y competitividad
Hace
algunos días, se conocieron los resultados de dos índices internacionales en
los que Colombia participa y que tienen directa relación con el bienestar y la
calidad de vida de las personas. El primero de ellos, el Índice Mundial de la
Felicidad (IMF) destaca que nuestro país es la tercera nación más feliz de la
Tierra.
En
esta medición no solo se valora la percepción de las personas y su satisfacción
frente a la vida, sino también la esperanza de vida al nacer y la huella ecológica.
Por su parte, el Instituto Internacional de Gerencia y Desarrollo (IMD, por sus
siglas en inglés) publicó un Informe sobre la Competitividad Mundial, en el que
Colombia ocupó los últimos lugares entre las naciones valoradas en el estudio,
en dos áreas clave para el fortalecimiento de la competitividad nacional:
educación y dotación y acceso a la infraestructura.
Los
resultados no pueden ser más paradójicos. Por un lado, siempre se nos ha
reconocido como un país feliz, en el que existe una sensación generalizada de
optimismo y alegría. Ello, a pesar de ser uno de los más desiguales del mundo o
contar con un Estado aún en consolidación, fácilmente permeado y cooptado por
mafias y estructuras criminales y corruptas en todos los niveles de gobierno,
solo por citar dos limitaciones estructurales de nuestra sociedad. De otra
parte, si bien es cierto que la Inversión Extranjera Directa (IED) ha aumentado
sostenidamente en los últimos años y que nos hemos abierto al mundo a partir de
la firma de nuevos Tratados de Libre Comercio con socios estratégicos como
Corea del Sur, Estados Unidos o Costa Rica, aún somos una nación que no cuenta
con los factores de competitividad que requiere la nueva economía del
conocimiento.
En
materia educativa, nuestro rendimiento en las pruebas internacionales es
deficiente, para no hacer mención a los déficits de cobertura y calidad que nos
acompañan en todos las etapas de la formación de las personas. Especialmente,
el panorama educativo es bastante crítico, si se tiene en cuenta que el
conocimiento es el principal motor de cambio para lograr la riqueza y el
bienestar de las naciones. En el plano de la infraestructura, contamos con
fuertes rezagos que se expresan en todos los modos de transporte, con especial énfasis
en la movilización de carga así como en la interconexión entre el centro del país
y el resto del mundo. Ello constituye una dificultad de inmensas proporciones,
si queremos avanzar en un proceso exitoso de inserción internacional.
Si
bien es cierto que la felicidad constituye una categoría o un estado de ánimo
muy difícil de entender o estudiar, lo cierto que es los resultados obtenidos
en materia de competitividad no dejan mucho espacio para que nos sintamos
alegres. Por el contrario, estos guarismos son un campanazo de alerta, que debe
suscitar el mayor interés por parte del Gobierno nacional y del sector privado.
Si esta es la década de las economías emergentes, se hace necesario abordar
aquellas temáticas que nos harán más competitivos y por lo tanto más felices.
Publicado en La Tarde el 19 de junio de 2012 en: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/62168-felicidad-y-competitividad.html
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