miércoles, 24 de agosto de 2011

Barack Richard Obama Nixon


Investigación- Política Exterior y Defensa Nacional
Alejandro Ramírez Restrepo

Barack Richard Obama Nixon

Después del triunfo republicano en las elecciones de mitaca en el último noviembre, se sugirió que contando con un clima económico y social poco favorable, el presidente Obama debía buscar anotarse un éxito en política exterior de gran estatura para poder afrontar con posibilidades serias su intento de reelección. Se ofrecían como posibles escenarios Corea del Norte e Irán. Los éxitos a obtener en estos dos lugares por parte del presidente norteamericano podían ser de carácter bélico o diplomático, o incluso una refinada combinación de ambas opciones.

Simultáneamente, se cumplieron las efemérides de la presidencia de Richard Nixon, cuando a pesar de contar con un ambiente desfavorable en lo social y económico y de continuar enfrascado en la Guerra de Vietnam, obtuvo una apabullante victoria frente al candidato del partido demócrata, el senador George McGovern de Dakota del Sur. Se argumentó entonces que dicha victoria (60% del voto popular y 49 estados del Colegio Electoral) se debió en buena medida al éxito en política exterior que la historia habría de denominar la apertura de la China continental de 1972.

Diez meses después de la victoria de Obama en noviembre, es tiempo de adaptar el análisis a la situación actual. Mucha agua ha pasado bajo el puente. En diciembre de 2010 Mohammed Bouazizi, un vendedor ambulante tunecino se inmoló como protesta contra el regimen injusto y corrupto del presidente Zine El Abidine Ben Ali y surgió en pocas semanas lo que hoy todo el mundo reconoce como la primavera árabe. Pocos, en el Medio Oriente se han salvado de la ola de protestas y movimientos desobedientes y rebeldes que amparados bajo dicho término han surgido. Egipto, Siria, Bahrein y Libia han sido quizás los más sobresalientes, aunque de lejos no los únicos.

El primero de mayo último, fue dado de baja el forajido más perseguido en la historia de los Estados Unidos y de la humanidad. Osama Bin Laden terminó en el fondo del Océano Índico y le entregó, aunque por poco tiempo, 10 puntos más al mandatario norteamericano en las encuestas.

Observadores provenientes de todo el espectro político, casi de manera uniforme, califican en general la gestión de Obama en estos dos frentes como aceptable y apropiada. Esta noche, Karl Rove, el asesor político que llevó a George W. Bush desde Austin hasta la Casa Blanca, dijo en Fox News Network que calificaría la gestión de Obama en Libia con un B menos.

Debe tenerse en cuenta que estos analistas entregan casi sin disputa buenas notas en este frente, debido a que el electorado ahora se encuentra menos interesado en los asuntos de política exterior que en noviembre pasado e incluso que en noviembre de 2008 cuando Obama obtuvo la presidencia frente a John McCain y la crisis económica, aunque con mucha fuerza, apenas comenzaba.

Hoy el desempleo está por encima del 9%, el galón de gasolina supera los 4 dólares, durante los casi tres años de gobierno Obama la deuda norteamericana ha crecido más que en todos los ocho años del “manirroto” George Walker Bush y el default de la misma se esquivó por escasos milímetros.

Aún así, Obama todavía tiene muchas posibilidades de mantener la presidencia. No tanto porque falten 15 meses para el 6 de noviembre y “eso en política es una eternidad”. Aunque lo anterior es cierto, acá vamos a volver a recurrir al ejemplo que provee la experiencia presidencial del republicano Richard Nixon, que cada vez resulta ser más similar a la realidad que hoy día debe afrontar y que probablemente debará asumir en la hora cero de noviembre de 2012 Barack Hussein Obama.

En 1972 ya explicamos cuál era el ambiente de las elecciones: crisis económica y social, estancamiento en una guerra impopular y algunos éxitos, no exentos de controversia, en política exterior. Adicionalmente, el candidato que los demócratas proveyeron para la contienda electoral, ha sido de lejos el más liberal de todos lo candidatos de ese partido en la historia norteamericana. George McGovern apoyaba la creación de un estado de bienestar “a la europea” en los Estados Unidos. Prometía la salida incondicional de su país de Vietnam, sin valorar intereses o condición estratégica alguna. Demasiado radical para el gusto del centro, la mayoría silenciosa, americana.

Obama, en 2012, buscará su reelección bajo unas condiciones económicas críticas: un cierto descontento social, siendo el más vocal el proveniente del movimiento del Tea Party pero que no llega a tener las dimensiones con que contaron los estudiantes y afroamericanos en el 72 (y que despreciaban a muerte a Nixon); tres guerras impopulares pero mal que bien, aceptablemente manejadas (para este 31 de diciembre salen la totalidad de las tropas de carácter ofensivo de Irak, en Afganistán se reduce el número de efectivos y en Libia se ha sacado a un dictador sin enviar soldados y arriesgar preciosas vidas norteamericanas). Y se dio de baja a Osama Bin Laden.

Para revertir su débil situación política actual, Obama va a continuar dependiendo principalmente de un éxito (contundente) en política exterior, porque es poco probable que salve la situación económica, bien porque no alcanza el tiempo para que las políticas adoptadas muestren éxitos o bien porque el bloque radical republicano en el Congreso impida sacar adelante políticas para ser adoptadas. Así las cosas, lo que terminaría pintando un cuadro muy similar al de 1972 sería que los republicanos nominen a un radical proveniente de la derecha.

¿Es esto viable?

Para preocupación de los republicanos de centro existe material humano suficiente que pueda cumplir con esa caracterización. Ron Paul, libertario, no por ello deja de ser radical, es decir alejado del centro político, en la última encuesta de Gallup pierde hoy por tan sólo dos puntos contra Obama. Michelle Bachmann pierde por sólo cuatro puntos. Rick Perry empata. El único que le gana es Mitt Romney que es vapuleado por el sector extremo de su partido por poseer “perturbadoras” similitudes con Obama (especialmente el RomneyCare u ObamneyCare implementado durante su gobernación en Massachussets).

Lo sorprendente de esta medición es que los candidatos alineados claramente con el Tea Party, con el radicalismo (Perry, Bachmann y Paul), se encuentran en las mismas condiciones que el candidato del centro, el de la mayoría silenciosa (Romney), gracias al error estadístico. Es decir, al día de hoy, no uno ni dos sino tres, resultan viables como adversarios de Obama.  

Además, teniendo en cuenta que la prueba ácida para Romney va a ser el proceso de obtención del tiquete republicano, en donde se enfrentará a las bases del partido del elefante y en donde los elementos más partidistas y/o radicales se pueden organizar de mejor manera y sus números impactar considerablemente, debe confirmarse como no descabellado, sino totalmente viable que sea Perry, Bachmann e incluso, aunque poco probable, el propio Paul, quien termine enfrentándose a Obama en noviembre de 2012.

Hoy numerosos jóvenes, hispanos, jubilados e incluso afroamericanos se encuentran desenamorados de Obama. Pero ante la posibilidad de escoger entre su presidente y cualquiera de estas figuras que están fuertemente relacionadas con recortes a programas y subsidios, favorecimiento a las clases pudientes y endurecimiento de leyes, como las migratorias, terminarían volcándose a las urnas para ungir de nuevo a Obama como mandatario. 

Algo similar a lo ocurrido en 1972.

Imagen tomada: http://images.sodahead.com/polls/001935087/1820598242_img_bs_top___siegel_obama_nixon_195443717244_xlarge.jpeg

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