Columna de opinión
Gnothi
Seauton
La
vicepresidencia
El debate que en la actualidad está
tomando vuelo sobre la utilidad del cargo de Vicepresidente de la República y
su posible eliminación, puede servir para que usted descubra qué tan amigo es
de la democracia.
La discusión en mención gira alrededor
de varios temas. Por ejemplo, toda la estructura burocrática y presupuestal que
con el paso del tiempo se le ha ido agregando a la figura vicepresidencial. En
la Constitución y la Ley no tiene funciones distintas a suplir las fallas
temporales o permanentes del Primer Mandatario. Aun así cuenta con salario y
edificio propios desde el primer día del mandato de su fórmula presidencial.
Adicionalmente, se le han ido agregando varios programas que cuentan con presupuestos
y personal, y también se le ha encomendado una no despreciable agenda
internacional. Nuevamente, los altos costos aparecen allí.
Desde otro punto de vista, se señala lo
incómodo que puede llegar a ser el Vicepresidente en algunas ocasiones para el
Jefe de Estado. Y si no es incómodo entonces es irrelevante, bien sea a la hora
del debate electoral o también durante el proceso de gobierno.
Cada quien hará uso de la historia,
colombiana e internacional, y podrá argumentar, desde cualquiera de estos
ángulos, para mostrar de manera irrefutable lo poco benigna que es la figura
que nos devolvió la Constitución Política de 1991.
Para rematar, el enemigo de la
Vicepresidencia podrá aludir a la antigua figura colombiana del Designado de la
República, un ciudadano ejemplar que era escogido de un acuerdo político entre
el Presidente de la Nación y el Congreso. No devengaba sueldo alguno y tampoco
contaba con recursos ni puestos para repartir. Y no hay evidencias serias que
muestren el intento de un Designado por traicionar la confianza en él
depositada por el Presidente, precisamente porque era escogido una vez el
mandatario estaba en el poder. En pocas palabras, éste era uno de los “hombres
del Presidente”.
Quien defienda la Vicepresidencia únicamente
puede aferrarse a que la razón de que el Vicepresidente sea elegido en un mismo
tiquete con el Presidente yace en que si el segundo abandona el solio
presidencial, éste será ocupado por un ciudadano ungido con la legitimidad que
entregan las urnas. Punto.
Ahora, si a usted eso le parece un
argumento muy débil y si ve con buenos ojos la estabilidad que entrega la
figura del Designado, debe decirse sin temor alguno que usted no es tan
demócrata como de pronto creía. Es decir, es de su parecer que el poder es
demasiado importante como para dejarlo en manos de los ciudadanos comunes y
corrientes.
No es una exageración y realmente usted
no tiene nada de qué avergonzarse.
La descripción, críticas y aciertos, de
la figura de la Vicepresidencia, hecha arriba rápidamente, no es otra cosa
distinta que la verdad. Lo mismo sucede con la descripción que se hizo de la
figura del Designado. Así las cosas, tenemos que la primera es más democrática
pero no es fuente segura de estabilidad, mientras que la segunda es menos
democrática, algunos dicen que es más “política”, sea lo que signifique eso,
pero es una fuente más segura de estabilidad.
Entre y escoja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario