miércoles, 9 de mayo de 2012

La vicepresidencia


Columna de opinión
Gnothi Seauton

La vicepresidencia

El debate que en la actualidad está tomando vuelo sobre la utilidad del cargo de Vicepresidente de la República y su posible eliminación, puede servir para que usted descubra qué tan amigo es de la democracia.
 
La discusión en mención gira alrededor de varios temas. Por ejemplo, toda la estructura burocrática y presupuestal que con el paso del tiempo se le ha ido agregando a la figura vicepresidencial. En la Constitución y la Ley no tiene funciones distintas a suplir las fallas temporales o permanentes del Primer Mandatario. Aun así cuenta con salario y edificio propios desde el primer día del mandato de su fórmula presidencial. Adicionalmente, se le han ido agregando varios programas que cuentan con presupuestos y personal, y también se le ha encomendado una no despreciable agenda internacional. Nuevamente, los altos costos aparecen allí.  

Desde otro punto de vista, se señala lo incómodo que puede llegar a ser el Vicepresidente en algunas ocasiones para el Jefe de Estado. Y si no es incómodo entonces es irrelevante, bien sea a la hora del debate electoral o también durante el proceso de gobierno.

Cada quien hará uso de la historia, colombiana e internacional, y podrá argumentar, desde cualquiera de estos ángulos, para mostrar de manera irrefutable lo poco benigna que es la figura que nos devolvió la Constitución Política de 1991.

Para rematar, el enemigo de la Vicepresidencia podrá aludir a la antigua figura colombiana del Designado de la República, un ciudadano ejemplar que era escogido de un acuerdo político entre el Presidente de la Nación y el Congreso. No devengaba sueldo alguno y tampoco contaba con recursos ni puestos para repartir. Y no hay evidencias serias que muestren el intento de un Designado por traicionar la confianza en él depositada por el Presidente, precisamente porque era escogido una vez el mandatario estaba en el poder. En pocas palabras, éste era uno de los “hombres del Presidente”.

Quien defienda la Vicepresidencia únicamente puede aferrarse a que la razón de que el Vicepresidente sea elegido en un mismo tiquete con el Presidente yace en que si el segundo abandona el solio presidencial, éste será ocupado por un ciudadano ungido con la legitimidad que entregan las urnas. Punto.

Ahora, si a usted eso le parece un argumento muy débil y si ve con buenos ojos la estabilidad que entrega la figura del Designado, debe decirse sin temor alguno que usted no es tan demócrata como de pronto creía. Es decir, es de su parecer que el poder es demasiado importante como para dejarlo en manos de los ciudadanos comunes y corrientes.

No es una exageración y realmente usted no tiene nada de qué avergonzarse.

La descripción, críticas y aciertos, de la figura de la Vicepresidencia, hecha arriba rápidamente, no es otra cosa distinta que la verdad. Lo mismo sucede con la descripción que se hizo de la figura del Designado. Así las cosas, tenemos que la primera es más democrática pero no es fuente segura de estabilidad, mientras que la segunda es menos democrática, algunos dicen que es más “política”, sea lo que signifique eso, pero es una fuente más segura de estabilidad.

Entre y escoja.

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