martes, 25 de octubre de 2011

¿Por qué votar?


Columna La Tarde
Fundación Kíos

¿Por qué votar?

El próximo domingo, aunque suene reiterativo, los colombianos decidimos el futuro del país a partir de un ejercicio democrático desde lo local y regional, circunscrito a una territorialidad más cercana físicamente a nuestros afectos y ligada, si se quiere, a una red de relaciones mucho más fuerte y disponible que aquella que configura nuestra decisión de voto en instancias nacionales.

Y no solo decidimos nuestro futuro inmediato. No se trata de que elijamos quién nos represente durante los años siguientes, sino que, en la medida en que la historia se construye a partir de una sucesión de hechos relevantes públicamente, entonces de la decisión que tomemos el 30 de octubre dependerá el futuro de nuestra ciudad, de nuestra región y de nuestro país, también a largo plazo.

Por eso no nos enfrentamos a una decisión sencilla, sin impacto real sobre nuestras vidas o la de nuestros hijos y nietos. En cinco días podemos cambiar el rumbo de la política nacional, o podemos perpetuar todas aquellas costumbres tenebrosas que hemos venido eligiendo cada vez que la nación nos convoca a estas jornadas democráticas.

Votar es importante por un número significativo de razones, pero principalmente, porque votar es un ejercicio de libertad, reivindicado a través de un derecho y un deber ciudadano. Porque a lo largo de la historia muchos murieron reclamando este derecho. Porque no votar, es entonces pisotear las luchas a favor del sufragio universal. Porque no hacerlo es continuar asistiendo pasivamente al baño de sangre que este país ha tenido que sufrir por siglos.

Queremos ser libres, queremos ser escuchados por los políticos, queremos que nos dejen participar en las decisiones públicas que definen nuestro porvenir, pero no votamos. Este país ha desaprovechado, mayoritariamente, la más pacífica, eficaz, barata y fácil oportunidad de construir una nación como la que siempre hemos imaginado; un país que se aleje de todo aquello sobre lo que nos quejamos a diario. Por ejemplo, si no queremos más corrupción, elijamos ciudadanos comprobadamente honestos. Pero si no votamos, le allanamos el camino a los corruptos interesados en apropiarse de nuestros impuestos. Ellos y sus cómplices, por supuesto, sí votan.

No votar, en última instancia, es dejar que otros decidan el futuro por todos nosotros. Lo realmente importante de las elecciones es que son el único momento en el que todos somos iguales: un voto tiene Juan Manuel Santos, un voto tiene el peor jugador de fútbol del país, un voto tiene todo homosexual mayor de edad, un voto tiene el hombre más rico de nuestra nación, pero también el más pobre. Lo verdaderamente valioso de unas elecciones como la del 30 de octubre, es que todos tenemos, por ese único instante, la misma capacidad de decidir que los poderosos, que los corruptos, que los educados, los analfabetas, los religiosos, los ateos, los narcotraficantes; la misma posibilidad de cambiar el país que los profesores, los estudiantes, que los deportistas. Cuando marcamos el tarjetón somos realmente iguales. Pero exigimos igualdad y cuando podemos materializarla, deliberadamente renunciamos a ella.

¿Este domingo queremos decidir o dejarle a ellos la posibilidad de decidir por nosotros?

¡Votemos todos!

Publicado en La Tarde el 25 de octubre de 2011: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/50025-ipara-que-votar.html

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