Columna de opinión
Santiago Gómez
La
pérdida de la inocencia primaveral
Hace
dos años escribí sobre la primavera árabe que “ni la salida de los tiranos
implicará un cambio de estrategia política que beneficie a quienes protestan en
su contra, ni estos hechos podrán confundirse con la llegada de la democracia a
unos países que, históricamente, parecen no estar preparados para ella”. Había
caído Mubarak, la revolución se extendía y el mundo veía con optimismo el fin
de la represión. Todo parecía indicar que ese sería un nuevo “fin de
la historia”, en el mismo sentido que Fukuyama había anunciado luego de la
caída del Muro.
Hoy la realidad se acerca más a mis predicciones pesimistas: las flores se marchitaron y la prosperidad no llegó a Egipto. Se mantienen allí el descontento, la violencia, los abusos y la desigualdad, mientras aumenta la frustración de todos aquellos que creyeron que el país había cambiado.
Esta reflexión y los siguientes dos comentarios sobre las negociaciones y el conflicto colombiano me permiten afirmar que para alcanzar la paz se requiere mucho más que lo que todos estamos dispuestos a poner sobre la mesa. El primero, que el proceso de negociación se politiza cada día más y los negociadores del gobierno incumplen las reglas de juego pactadas previamente. Estas semanas las conversaciones se trasladaron a los micrófonos, a raíz del absurdo y reprochable secuestro de los militares, cuando una de las condiciones del proceso era no ventilar los desacuerdos públicamente. Por otro lado, ninguna de las partes ha cumplido la condición de hacer la negociación en medio y a pesar de la guerra. Las declaraciones de De la Calle, del mindefensa y del Presidente, así como el intento uribista de aprovechar la situación y la resonancia mundial que los guerrilleros lograron con la noticia, me parece que buscan la reivindicación de unas posiciones eventualmente favorables electoralmente, pero dañinas para la negociación.
El segundo, advertir que lo que es realmente potente electoralmente es la gestión adecuada del postconflicto. Firmar la paz será apenas el comienzo de la prosperidad, que requiere más gestión, habilidad política y preparación que la misma desactivación del conflicto. Si Santos logra finalizarlo, no podemos creer inocentemente que todo lo demás vendrá por añadidura.
Hoy la realidad se acerca más a mis predicciones pesimistas: las flores se marchitaron y la prosperidad no llegó a Egipto. Se mantienen allí el descontento, la violencia, los abusos y la desigualdad, mientras aumenta la frustración de todos aquellos que creyeron que el país había cambiado.
Esta reflexión y los siguientes dos comentarios sobre las negociaciones y el conflicto colombiano me permiten afirmar que para alcanzar la paz se requiere mucho más que lo que todos estamos dispuestos a poner sobre la mesa. El primero, que el proceso de negociación se politiza cada día más y los negociadores del gobierno incumplen las reglas de juego pactadas previamente. Estas semanas las conversaciones se trasladaron a los micrófonos, a raíz del absurdo y reprochable secuestro de los militares, cuando una de las condiciones del proceso era no ventilar los desacuerdos públicamente. Por otro lado, ninguna de las partes ha cumplido la condición de hacer la negociación en medio y a pesar de la guerra. Las declaraciones de De la Calle, del mindefensa y del Presidente, así como el intento uribista de aprovechar la situación y la resonancia mundial que los guerrilleros lograron con la noticia, me parece que buscan la reivindicación de unas posiciones eventualmente favorables electoralmente, pero dañinas para la negociación.
El segundo, advertir que lo que es realmente potente electoralmente es la gestión adecuada del postconflicto. Firmar la paz será apenas el comienzo de la prosperidad, que requiere más gestión, habilidad política y preparación que la misma desactivación del conflicto. Si Santos logra finalizarlo, no podemos creer inocentemente que todo lo demás vendrá por añadidura.
Publicado en Vanguardia Liberal de Bucaramanga el 8 de febrero de 2013, en: http://www.vanguardia.com/opinion/columnistas/santiago-gomez/195104-la-perdida-de-la-inocencia-primaveral
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