martes, 31 de enero de 2012

Las ideas libertarias


Columna La Tarde
Fundación Kíos

Las ideas libertarias

El comienzo del año trajo a Colombia un destacado avance hacia la modernidad. Liderado por la Alta Consejera para el Buen Gobierno, María Lorena Gutiérrez, el gobierno del presidente Juan Manuel Santos estableció la eliminación y reducción de numerosos trámites que antes que dar seguridad a los procedimientos que realizan los ciudadanos, implicaban altos costos, representados en dinero, tiempo y tranquilidad mental.

La medida fue recibida con regocijo por la población en general. Y, por supuesto, la Fundación Kíos respalda decididamente la medida, pero adicionalmente desearía aprovechar la oportunidad para indicar una ausencia específica en el gran debate de las ideas políticas que se desarrolla en el país, y ésta es la de las propuestas serias y complejas que apuntan hacia una verdadera racionalización del Estado, en lo que respecta a sus funciones, su tamaño, sus gastos y sus responsabilidades.

El mito derivado del desprestigiado Consenso de Washington se resumía, en palabras del expresidente estadounidense Ronald Reagan, en que “el Estado es el problema, no la solución”. Aunque en Latinoamérica y específicamente en Colombia, nunca se llegó hasta ese punto, durante la década de los años noventa se tomaron numerosas decisiones de política pública que apuntaron a una verdadera reducción del Estado, especialmente por medio de la privatización de cuantiosos activos, mas sin embargo las funciones y especialmente los recursos que exigió y gastó el Estado colombiano nunca se redujeron en términos reales. Por el contrario su aumento fue copioso.

En la siquis nacional y regional, aupada por hábiles dirigentes, quedó estampada la idea de que durante la última década del siglo XX los Estados fueron dramáticamente comprimidos y esto llevó a catastróficas crisis sociales, económicas y políticas, las cuales sólo podían ser superadas por medio del crecimiento del mismo Estado.

En nuestro país, las posiciones más expansionistas al respecto del tamaño del Estado hasta ahora no han logrado obtener la presidencia de la república ni las mayorías en el congreso, no obstante si debe notarse que los diferentes líderes del país, sin importar su extracción política o ideológica, suelen coincidir en la necesidad de que el Estado asuma cada vez más funciones: baje el dólar, los exportadores exigen compensaciones; el libre mercado se impone, los afectados requieren subsidios; se abre la posibilidad para que la lógica privada intervenga en ciertos servicios públicos, surgen poderosas manifestaciones exigiendo gratuidad a cualquier costo.

Esta dependencia del Estado, que a primera vista parece ser muestra de una madurez escandinava de la sociedad y los líderes colombianos, puede ser en realidad reflejo de una postura adversa al riesgo que afecta negativamente al país, en general cuando se habla de la carrera hacia el crecimiento y la riqueza.

Como se señalaba arriba, debe resaltarse la poca oferta de ideas que buscan, por lo menos, plantear debates alrededor de la conveniencia de un Estado que interviene en demasiados asuntos de la vida nacional, uno que puede terminar ahogando necesaria iniciativa privada.

Las ideas libertarias, aquellas que se declaran acérrimas defensoras del individuo y su iniciativa deberían empezar a buscar un espacio serio en el mercado de las ideas colombiano. Es bueno para ellas, pero también es bueno para toda Colombia.

Publicado en La Tarde el 30 de enero de 2012, en http://www.latarde.com/opinion/columnistas/54938-las-ideas-libertarias.html

martes, 24 de enero de 2012

La SOPA no se ha enfriado


Columna La Tarde
Fundación Kíos

La SOPA no se ha enfriado

Si bien es cierto que la iniciativa SOPA (Stop Online Piracy Act) fue engavetada en el Congreso de los Estados Unidos a raíz de las presiones de los gigantes de la red, no hay duda de que se seguirán presentado proyectos relacionados con la necesidad de regular los contenidos y disminuir la piratería en Internet.

El doble reto consiste precisamente en garantizar la libertad de los usuarios para acceder a los diferentes espacios virtuales según sus preferencias y valorar la propiedad intelectual, como aspecto fundamental para motivar la generación permanente de información y conocimiento.

Para un importante sector de la sociedad, Internet se percibe como un territorio ingobernable y hostil, en el que fácilmente se pueden descargar e intercambiar contenidos ilegales que están referidos a la violación de la propiedad intelectual de cineastas, escritores, músicos y compositores. De hecho, desde la creación del portal Napster a finales de los 90, que permitía intercambiar archivos musicales libremente, se ha suscitado un enorme debate en el mundo respecto al verdadero sentido y naturaleza de la red mundial, dada la posibilidad de acceder a una gran cantidad de información que antes no era de dominio y circulación pública. El gran desafío está relacionado con garantizar la gobernabilidad de la red, a través de mecanismos de regulación que permitan navegar bajo ciertos parámetros de respeto y valoración de los derechos de autor, sin menoscabar la autonomía o lo privacidad de los cibernautas.

No obstante, el control virtual suele ser difuso y en ocasiones tiende hacia la aceptación de prácticas restrictivas, tales como las que planteaba la llamada “Ley SOPA”. Si ésta hubiera sido aprobada, el Departamento de Justicia tendría la facultad de suprimir cuentas de correo, blogs o páginas de Internet e incluso sancionar drásticamente a los supuestos infractores. Sin duda alguna, una tarea bastante difícil y compleja, que no solo requeriría de un mayor gasto burocrático, sino también de ciertas intromisiones indebidas en la privacidad y autonomía personal de los usuarios, solo por el hecho de sospechar de sus accesos a contenidos y páginas.

El debate seguirá vigente, mucho más si se tienen en cuenta las enormes pérdidas que sufre la industria del entretenimiento por la piratería virtual. Sin embargo, más allá de los perjuicios económicos, es imperioso generar un nuevo consenso mundial en torno a la posibilidad de regular la libertad de expresión, como derecho fundamental del ser humano, para que ésta no sea utilizada como justificación para el desconocimiento de otras garantías ciudadanas igualmente valiosas.

La complejidad del debate exige una discusión altamente cualificada e incluyente, para lo cual es indispensable entender el fenómeno de las nuevas tecnologías, las dinámicas jurídicas que implica el tema de la propiedad intelectual, y la importancia moral de la defensa de la libertad de expresión en sociedades altamente interconectadas y cada vez más participativas. Ese es el reto inicial, y no es uno menor.

martes, 17 de enero de 2012

Para no renunciar

Columna La Tarde
Fundación Kíos

Para no renunciar

Rosendo Romero nació en la villa de Santo Tomás de Villanueva, Guajira, en 1953. Sexto de nueve hermanos, sus primeros años transcurrieron en medio de las limitaciones características de un pueblo ubicado en el piedemonte de la Serranía del Perijá de mediados del siglo pasado: servicios públicos deficientes, poco acceso a facilidades educativas y mucho, pero mucho calor.

A los 19 años compuso su primera canción, y tres años después hizo famosa su ‘Noche sin luceros’, entre cuyos versos destaco los siguientes, sobresalientes por su coherencia narrativa, su originalidad y su pureza gramatical:

“Si me enamoro me verán entristecido
porque mi suerte tiene alma de papel.
Me ponen triste tantos sueños ya perdidos,
amores buenos que murieron al nacer.
¿Cuántas promesas se orillan en el camino?,
se fueron lisonjeras y hoy las quiero como ayer”.  

Andrea Díaz, quien podría fácilmente ser una de los casi tres mil estudiantes que nos han sufrido como docentes universitarios durante los últimos doce años, nació en 1990 en Pereira. A pesar de no haber crecido en una familia de clase alta, puede pagarse la matrícula de una universidad privada de su ciudad natal, un privilegio que tiene solo una minoría de jóvenes colombianos de su edad. Si bien pudo haber sido admitida en una institución educativa bogotana prefirió quedarse en Risaralda por la comodidad que representaba la cercanía con sus padres y su único hermano. Se desplaza en bus, tiene agua, luz y energía, Internet, teléfono celular de última generación y televisión satelital. Actualiza permanentemente su estado en Facebook, y como Romero, cuando escribió su poema vallenato, está enamorada. Come tres veces al día y de vez en cuando va a cine con su novio.

Estas dos historias de vida son sustancialmente diferentes: Díaz no tiene ni idea que quiere decir “lisonjeras”, a pesar de que lleva la mayor parte de su vida sentada en un salón de clase. Romero, no solo sabe su significado, sino que supo usarlo con precisión métrica y rítmica en un poema que escribió mientras agonizaba del calor y espantaba moscas de sus pies descalzos y callosos en una pequeña hoja amarillenta de papel cuadriculado. Andrea seguramente solo podrá ver su foto en Internet en las páginas de las redes sociales, mientras Rosendo, que hasta hace muy poco descubrió la Red y nunca ha necesitado de ella para seguir escribiendo, cuenta con más de 5 millones de páginas que lo mencionan y rescatan como un gran juglar vallenato.

Algo está haciendo mal el sistema educativo colombiano -profesores, alumnos, directivos y padres, para no caer en el debate estéril de transferencia de responsabilidades generado por la reciente renuncia pública de Camilo Jiménez a sus cátedras en la Javeriana- si el sexto de nueve hermanos de una familia humilde a quien el sistema no le dio muchas opciones de progresar y sobresalir, escribe lo que escribe, y en el extremo contrario, una niña consentida por ese mismo sistema, no entiende lo que él canta y demuestra –evaluación tras evaluación- ser incapaz de escribir algo medianamente parecido, y además con buena ortografía.

O las disqueras de los años setenta tenían dentro de su nómina correctores de estilo que pulían gramaticalmente las composiciones musicales, o los miles de jóvenes como Andrea Díaz que pasan hoy por las aulas de clase arrastrados por una inercia aterradora, no le ponen corazón a lo que hacen y quieren hacer. O simplemente no lo saben.

Letargo, sopor, modorra. Tres palabras que describen al sector educativo hoy, tres palabras cuyo significado se encuentra en unos libros extraños que se llaman diccionarios, que a su vez reposan en unos edificios, casi en ruinas por desuso, que en mi época llamábamos bibliotecas.

Tres palabras para una misma actitud. Actitud cuya erradicación de las aulas debería ser el principal objetivo de los docentes que aún amamos lo que hacemos y entendemos, más allá de las palabras, que allí es donde verdaderamente se construye futuro, para bien o para mal.

Publicado en La Tarde el 17 de enero de 2012, en: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/54144-para-no-renunciar.html

martes, 10 de enero de 2012

Lecciones de un visionario

Columna La Tarde
Fundación Kíos

Lecciones de un visionario

El año pasado el mundo de la tecnología y los negocios se conmocionó con la muerte de Steve Jobs, cabeza visible de Apple Computer.

Su capacidad de emprendimiento y visión para el marketing son temas recurrentes en los programas de formación para altos ejecutivos. La historia de cómo fundó una empresa de la nada y la posicionó como una de las compañías más valiosas en el competido entorno empresarial de Estados Unidos es un claro caso de éxito, en el que se fusionan su tenacidad, olfato para los negocios e incansable espíritu visionario, que no solo se quedó en sueños e imaginación, sino que dio pasó a la acción y la creación.

En la historia de la humanidad, cada cierto tiempo, emergen líderes como él, capaces de nadar contra la corriente y cambiar lo establecido, apelando a un obstinado deseo de dejar una impronta.

Más allá de sus éxitos empresariales, Jobs trasciende por su vocación como gran transformador. Su principal consejo a las nuevas generaciones de emprendedores estuvo relacionado con fortalecer las capacidades personales para creer lo imposible y trabajar por ello. Al seguir su propio instinto, abandonó la Universidad a muy temprana edad, seguro de que sus ideales serían materializados algún día.

Ese es su principal legado: cuando se tiene la certeza de que algo que se sueña o piensa puede transformar el mundo, hay que dejarlo todo y trabajar para que eso se vuelva realidad.

Su vida es un ejemplo de cómo la inspiración tiene que ser acompañada de miles de horas de trabajo duro. La genialidad puede desarrollarse únicamente a partir de la práctica y el estudio constante, de la dedicación y la pasión por lo que se cree. Estas son vitales lecciones para nuestra región, la cual ha demostrado con creces su espíritu y vocación emprendedora y que hoy, más que nunca, requiere de nuevos empresarios, capaces de creer en sus sueños y proyectos productivos.

El 2012 debe ser el año del emprendimiento regional como alternativa para la generación de ingresos y nuevos puestos de trabajo, al aprovechar las ventajas estratégicas de nuestro territorio y explotar, sosteniblemente, aquellos sectores y apuestas productivas que nos pueden posicionar en Colombia y el mundo. La actual coyuntura económica mundial exige cierta dosis de audacia para saber cómo afrontar y tomar riesgos, mucho más si éstos pueden ser evaluados y analizados con antelación.

No obstante, a veces la vida también nos muestra que en los negocios no solo se trata de buscar rentabilidades o utilidades, sino también de seguir lo que dicta el corazón, tal como nos lo enseñó Jobs.

Publicado en La Tarde del 10 de enero de 2012 en: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/53786-lecciones-de-un-visionario.html

martes, 3 de enero de 2012

“Escuderos de paz” y “Señores del prohibicionismo”


Columna La Tarde
Fundación Kíos

“Escuderos de paz” y “Señores del prohibicionismo”

Los “Escuderos de paz” poseen perturbadoras similitudes con los “Señores del prohibicionismo”.

Como los caballeros templarios, ambos se consideran ungidos por un poder sobrenatural que les ha asignado la protección de unos “valores superiores” y por ello cuentan con carta blanca para proceder de cualquier manera sin importar los costos de su misión, y mucho menos, las evidencias que los prueban equivocados.

Los primeros equiparan la paz, la ausencia de conflicto, de violencia, con un nirvana en el que la totalidad de la sociedad, incluido su Estado, se encuentran en permanente y equilibrado éxtasis. Cualquier otro problema diferente a la violencia creada por el mismo conflicto, también será solucionado gracias al fin de éste, ojalá por una vía negociada que incluya a la totalidad de los actores del país. Para estos “caballeros”, la paz es la respuesta a los problemas relacionados con el crecimiento y el desarrollo económico, la ausencia, debilidad y corrupción del Estado e incluso las diferencias culturales entre los habitantes de un mismo territorio. El conflicto es todo. Su solución es la clave. No contemplar esta realidad resulta en una condena a vivir en permanente conflagración.

Los segundos materializan los yerros y debilidades de sus sociedades en aquellos que consumen sustancias que son desconocidas, especialmente porque provienen de tierras y culturas extrañas (por lo menos originalmente). Por lo tanto, al igual que los “Escuderos de paz”, se sienten ungidos para luchar contra los flagelos que esas sustancias y quienes las consumen, provocan sobre sus sociedades. Resultan solo anecdóticos los hechos de que en ese proceso se viole la individualidad de las personas y los graves costos en que se incurre para mantener la persecución y el hecho tozudo e insólito de que ni las extrañas sustancias, ni quienes las consumen, dejan de existir y de consumir. Para ellos, la lucha contra las sustancias es todo. Su eliminación es la clave para salvar la civilización. No contemplar esta realidad resulta ser una condena a vivir en constante decadencia moral.  

Lo que no entienden los primeros, es que el famoso conflicto es una figura jurídica, que se llama Conflicto Armado, Interno o Internacional (CAI), y que hace alusión a unas normas que buscan regular, humanizando la violencia entre los distintos actores. No es una categoría sociológica que permita entender, y más importante, resolver absolutamente todos los conflictos existentes en las sociedades humanas. CAI puede existir y haber progreso económico y social. CAI puede no existir y no haber progreso económico y social. El fin del conflicto no puede ser una obsesión que mantenga alejado a un país de los debates de fondo que realmente pueden contribuir a un futuro mejor.

Los segundos no conciben un mundo regulado por normas fundamentales inviolables pero que acepten la diversidad y por sobretodo la individualidad del ser humano. La posibilidad de que un sujeto actúe libremente haciendo uso, o incluso abuso, de cualquier sustancia o comportamiento es asunto exclusivo de ese individuo siempre y cuando no afecte la libertad de otros. Para eso existen las leyes sensatas y el Estado fuerte que las hace respetar. Así, no hay anarquía pero sí diversidad. Pero los prohibicionistas asimilan la diversidad con la anarquía.

Como puede inferirse unos y otros, estando casi siempre en orillas distintas del espectro ideológico y siendo bien intencionados, buscan la uniformización del ser humano y con ello su deshumanización.
Puede ser útil aspirar a la desaparición de todos los conflictos que marcan la vida humana. Los sociales, políticos, económicos y armados.

Y también lo es que ningún ser incurra en comportamientos autodestructivos. Pero la evidencia, que consiste en la existencia misma de la civilización humana, indica que esta meta es, por lo menos, insensata e irreal.

Publicado en La Tarde el 3 de enero de 2012: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/53449-escuderos-de-paz-y-senores-del-prohibicionismo.html