martes, 21 de diciembre de 2010

No solo es salud

Columna La Tarde
Fundación Kíos

No solo es salud

El deporte no solo es salud. Es también buen negocio: genera empleo y recursos económicos derivados de la venta de publicidad.  Representa ingresos al sector turístico mediante la celebración de eventos deportivos como el Mundial de Fútbol sub-20 del que la ciudad será subsede en poco más de ocho meses, pero adicionalmente porque un peso invertido en la promoción de una cultura deportiva integral, ahorra varios en otras áreas, también estratégicas, como la promoción y prevención en salud y la de seguridad. También es una actividad altamente pedagógica y formadora porque promueve la aparición de valores constructores de paz como la tolerancia, el respeto, la competitividad y la solidaridad. Crea ciudadanos con capacidad de liderazgo, autoestima alta, individuos persistentes y responsables. Además, es una excelente herramienta de inclusión social y de generación de conductas que favorezcan una sociedad más equitativa.

Ahora, cuando no solo se hacen los balances que terminan premiando a los mejores deportistas, sino que también se cierran los principales torneos profesionales, es momento de plantear la necesidad de promover y exigir que la política pública del deporte sea una prioridad de nuestros futuros gobernantes.

Algo que debe llamar la atención de los diseñadores y ejecutores de las políticas públicas de promoción deportiva en la región es que, en primer lugar, entre el 2008 y el 2010, fechas en las que se llevaron a cabo los últimos dos Juegos Nacionales Intercolegiados, Risaralda pasó de ganar el 3.7% de las medallas disputadas a colgarse solo el 2.3% de ellas. Entre un año y otro, el departamento perdió 5 puestos en el medallero definitivo.

Adicionalmente, otra alerta que debe merecer el más profundo de los análisis es el hecho según el cual, Risaralda ocupa ponderadamente mejores posiciones en los medalleros de las categorías de jóvenes que en los Juegos Deportivos Nacionales. 


La ciudad y el departamento deben acoger dentro de sus próximos objetivos públicos la realización de una política pública integral que, por una parte, le entregue a la ciudadanía más y mejores escenarios deportivos, entrenadores más cualificados,  y recursos económicos mayores para motivar la participación de los jóvenes risaraldenses en eventos locales, regionales, nacionales o internacionales. Pero por otro lado, una política que permita la construcción de estrategias que promuevan  la vinculación privada, no solo para fortalecer el músculo financiero del sector, sino para garantizar la integralidad y la efectividad de la política.

Ya es hora de empezar a celebrar títulos, y eso no depende únicamente de la fortaleza de nuestros deportistas.

Publicado en La Tarde de Pereira el 21 de diciembre de 2010: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/35420-no-solo-es-salud.html

martes, 14 de diciembre de 2010

Los desafíos de la competitividad

Columna La Tarde
Fundación Kíos

Los desafíos de la competitividad

Son muchas las reflexiones que se han hecho sobre la competitividad, así como las experiencias exitosas que ante determinadas coyunturas se muestran como susceptibles de ser replicadas. Si bien es cierto, existen múltiples visiones sobre cuáles son los factores que permiten potenciar las condiciones de competitividad de un país, haciéndolo más atractivo para la inversión extranjera y logrando mejoras sustanciales en su proceso de inserción internacional, existen algunos elementos estructurantes presentes en todos las naciones que hoy en día marcan la pauta en el competido entorno global.

El primero de ellos es que no existen fórmulas mágicas ni recetas, por más de que éstas hayan alcanzando resultados altamente positivos. Políticas e incentivos que han probado ser eficientes en un entorno no siempre funcionan en otro, mucho más si éstas han sido implementadas a la ligera o sin tener en cuenta la existencia de condiciones previas necesarias. El segundo elemento es que la competitividad no puede estar sustentada única y exclusivamente en la disminución de impuestos como alternativa para atraer el capital. Al respecto, el caso irlandés, hasta hace poco un modelo exitoso que incluso se referenció y promocionó en nuestro país, es prueba irrefutable de que no todo puede estar sostenido en las reducciones de los gravámenes y tributos, pues ello es insostenible y puede convertirse en un factor de riesgo para el sistema económico.

El tercer factor está referido a la inversión sostenida en infraestructura para el desarrollo. El gasto público en carreteras e hidroeléctricas, acueductos y sistemas de saneamiento básico contribuye al logro de mejoras sustanciales en la calidad de vida de las personas e incrementa el acervo de capital público disponible, la base de todo proceso económico exitoso. En última instancia, la competitividad está ligada con la inversión en el principal recurso económico de un país: su gente. La educación, la ciencia y la tecnología y la formación para el trabajo son los mejores elementos para fortalecer las capacidades de un país y garantizar un mayor reconocimiento internacional a sus procesos productivos. Sólo con una formación dirigida hacia la innovación y la creatividad se podrá competir en la economía del conocimiento y la información.

Estas reflexiones pueden ser útiles para lograr grandes acuerdos regionales sobre la mejor manera de aprovechar el potencial de Pereira, como una ciudad con vocación no sólo para liderar la competitividad en el Eje Cafetero sino también para aportar a la inserción de Colombia en el mundo.

Publicado en La Tarde de Pereira el 14 de diciembre de 2010: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/35110-los-desafios-de-la-competitividad.html

martes, 7 de diciembre de 2010

Una nueva propuesta conceptual de la RSE

Investigación- RSE
Santiago Gómez Mejía

Una nueva propuesta conceptual de la RSE

El advenimiento del siglo XXI exige a la academia nuevos desarrollos teóricos para explicar un nuevo mundo globalizado, altamente interconectado, testigo de “la emergencia de centros fragmentados de poder que extienden la percepción individual de autoridad…más allá del aparato estatal” (Muchilinski, 2001, p.40) y con serias amenazas a su sostenibilidad, representadas claramente en la debilidad de los ecosistemas y la fragilidad del medio ambiente, producto, en parte de los procesos productivos que imperaron durante los tres últimos siglos.

Ni Rawls, ni Marx, ni Smith, ni Hobbes, entenderían un mundo como el de hoy, porque la crisis ambiental modifica (o debería modificar) radicalmente las prioridades de los modelos económicos y reordenar la escala de valores éticos de las sociedades actuales. El aire, el agua y la biodiversidad son bienes que hoy tienen un valor económico mayor que hace cincuenta años, básicamente porque son cada vez más escasos, pero a la vez porque son indispensables para garantizar la supervivencia de la raza humana en el planeta. Hoy no son ni moralmente aceptables ni económicamente viables modelos productivos que no tengan esta premisa en cuenta, entre otras razones porque tanto los consumidores como los inversionistas exigen a las empresas acciones que la tengan en cuenta.

Afortunadamente ya no es cierto que, como se pensaba en la antigüedad, “todas las libertades que el hombre se [tomaba] con los moradores de la tierra, del mar y del aire [dejaban] inalterada la envolvente naturaleza de esos ámbitos e intacta su capacidad productiva” (Jonas, 1995, p.27). Ya no es cierto entonces, que la naturaleza y el entorno no sean objeto de responsabilidad humana, y por tanto, tampoco es verdad que la ética no deba ocuparse de las preocupaciones medioambientales. “La naturaleza, en cuanto responsabilidad humana, es [entonces] sin duda un novum sobre el cual la teoría ética tiene que reflexionar [hoy]” (Jonas, 1995, p.33).

Por eso hoy, tal y como afirma Apel, con el advenimiento tecnológico debe aparecer una “macroética de la responsabilidad solidaria de extensión planetaria” (2007, p.67), o lo que es lo mismo: “la globalización plantea un desafío nuevo y extremadamente urgente a una ética de tipo universalmente válido, que atiene a la justicia en una escala global” (Apel, 2007, p.163).

Pero adicionalmente, actuar moralmente bien no sólo es, como dice la ética de las intenciones, armonizar la conciencia y la ley, y actuar de acuerdo a ello. Lo anterior no es suficiente en las sociedades complejas actuales: actuar correctamente hoy es también anticiparse a las consecuencias de los actos realizados, por la empresa, por el gobierno y por los individuos, lo que cobra vital importancia en el ámbito medioambiental.

Pero, por si fuera poco, la ética es también condición del buen desempeño económico: Cochran, citado por Zamagni (2006, p. 6) argumentaba, para explicar las dificultades económicas de Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX, que “el bajo nivel de ética empresarial entre los directivos americanos fue un impedimento grave para promover la eficiencia económica y la acumulación de capital”. Así mismo, Rostov en 1961, citado también por Zamagni (2006, p.6) afirmó que la causa de la Gran Depresión fue la falta de comportamientos éticos que promovieran el liderazgo empresarial en los Estados Unidos de la década de los años veinte del siglo pasado.

Teniendo todo lo anterior en cuenta, se puede reconocer que hoy la RSE no sólo implica el hecho de que las empresas sean evaluadas por los clientes teniendo en cuenta la calidad de sus productos y por los inversionistas a partir de las ganancias que generan, sino también por la forma como esas ganancias son creadas y los efectos que la producción de dichos bienes tienen sobre el ambiente. Esto corrobora la necesidad del debate moral en la definición de la RSE hoy. La RSE, pues, debe cumplir también la misión de cultivar valores cívicos virtuosos dentro de la empresa y la ciudadanía.

Pero, por otra parte, aunque es claro que el bien común que se busca a través de las estrategias de RSE no puede ser reducido al agregado del bienestar individual de una sociedad, sino que debe ser entendido como el beneficio de pertenecer e interactuar en una estructura social de acciones comunes, se requiere un marco jurídico que reglamente las obligaciones y los derechos de cada uno de los actores, individuales o colectivos que materializan dicha interacción. En ese sentido es indispensable, como dice Ancos,

“la necesidad de construir un partenariado[1] entre las políticas públicas de RSE y las circunstancias locales de sectores particulares, así como en la participación de los distintos stakeholders, [que no podrá] abordarse de forma efectiva sin el compromiso de los organismos públicos, mejor posicionados para canalizar el potencial de alineación de las prácticas domésticas de RSE con los objetivos de política pública” (2007, p. 60),

entre otras razones, porque “la convergencia o armonización de códigos de conducta es la respuesta más apropiada a las ineficiencias económicas generadas por los esfuerzos por cumplir con las exigencias de responsabilidad social” (Ancos, 2007, 60-61).

Por eso, la RSE debe dejar de ser entendida exclusivamente como filantropía. En esa medida, se contrarrestan las críticas que remiten al voluntarismo, a la falta de verificación y medición de dichas acciones y al posible uso inadecuado que se haga de ellas. También porque “abogar únicamente por la voluntariedad es sinónimo de progreso lento” (Ancos, 2007, p.74).  Pero principalmente, porque el mundo no dejará de ser inviable ambientalmente a largo plazo porque unos pocos empresarios altruistas decidan respetar la estabilidad de los ecosistemas de su entorno. El planeta (ambientalmente hablando) sólo sobrevivirá, en la medida en que existan obligaciones y sanciones, no sólo para aquellos que en mayor medida vulneran la estabilidad de los ecosistemas, como las industrias, sino también para los gobiernos que no dan la suficiente importancia al tema, o a los individuos que con sus comportamientos cotidianos no favorecen la perpetuación de las condiciones necesarias para la subsistencia de la raza humana en el planeta. No sólo las normas civiles deben convertirse en normas vinculantes sino que se requieren regulaciones emanadas de los estamentos gubernamentales para resolver las actuales limitantes en el cumplimiento de las normas ambientales, en general, y de aquellas cuyo campo de acción sea la responsabilidad social empresarial, de forma general. De esa misma manera, el Estado tiene un importante rol catalizador, ya sea a través del estímulo a asociaciones privadas o del tercer sector, como a través del desarrollo normativo, garantizando el buen funcionamiento de los mercados, la transparencia y el acceso a la información (Núñez, 2003, p. 40).

Dada la discusión anterior, y a partir de los desarrollos teóricos que sobre el tema se han evidenciado hasta nuestros días, propongo entender la responsabilidad social como el conjunto de procesos que el sector empresarial, reconociéndose como agente potencial de cambio social y vinculando su visión de empresa a una visión compartida de país, debe implementar, motivado por iniciativa propia o preferiblemente a partir de lo estipulado en la ley, con el fin de promover tanto el bien común como las necesidades de sus stakeholders, a través de la prevención o mitigación de los efectos nocivos que, sobre el medio ambiente y los diferentes grupos sociales de su entorno, son causados por los procesos productivos que le generan riqueza a sus accionistas.


Referencias bibliográficas:

1.     Ancos Franco, H., (2007), “Políticas públicas e iniciativa privada en la responsabilidad social empresarial”, en Revista del Ministerio de Trabajo e Inmigración, No. 66, p. 51-80, [En línea], disponible en: http://www.mtas.es/es/publica/revista/numeros/66/Est03.pdf , recuperado: 10 de septiembre de 2010.
2.     Apel, K-O., (2007), La globalización y una ética de la responsabilidad, Prometeo, Buenos Aires.
3.     Jonas, H. (1995), El principio de la responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica, Herder, Barcelona.
4.     Muchilinski, P., (2001), “Human rights and multinationals: is there a problem?”, en International Affairs, 77, 1, p. 31-48, [En línea], disponible en: http://rru.worldbank.org/Documents/PapersLinks/human_rights_and_multinationals.pdf , recuperado: 17 de septiembre de 2010.
5.     Núñez, G., (2003), La responsabilidad social corporativa en un marco de desarrollo sostenible, Santiago de Chile, Serie Medio ambiente y desarrollo, CEPAL.
6.     Zamagni, S., (2006), “The ethical anchoring of corporate social responsibility and the critique of CSR”, [En línea], disponible en:  http://www.stthomas.edu/cathstudies/cst/conferences/thegoodcompany/Papers/Zamagni%20on%20CSR%20THE%20E.pdf , recuperado: 10 de septiembre de 2010.

[1] La palabra partenariado no existe en el idioma español. Es una mala traducción, aunque ampliamente utilizada en Europa, del vocablo inglés partnership. Una más correcta traducción es “sociedad de personas” o “asociación”.

‘Sampedradas’

Columna La Tarde
Fundación Kíos

‘Sampedradas’

Que estamos viviendo el invierno más fuerte de los últimos 65 años, es hoy evidente: el 85% de los departamentos del país está en emergencia invernal, más de 190 muertos, 225 heridos, 160 desaparecidos, más de 250.000 viviendas afectadas, casi seis millones de hectáreas de tierra productiva inundadas y un millón y medio de damnificados así lo demuestran. La tragedia de Bello es el más reciente capítulo de este desastre.

Afortunadamente, Colombia ha demostrado ser solidaria, y eso es digno de celebrar. Pero los colombianos somos reactivos, no proactivos. Donamos pero no planeamos. Limpiamos nuestra conciencia, que regularmente no es ni ambientalmente responsable, ni políticamente exigente, con la donación de un par de cobijas y dos kilos de arroz. Eso es mejor que nada, pero no es suficiente.

Teletón batirá seguramente todas sus marcas previas de recaudo, la Cruz Roja hoy ya se da el lujo de no recibir ropa usada como aporte a la tragedia –como si los damnificados, con el agua hasta el cuello, agradecieran solo ropa de marca-, los actores se han volcado en Twitter y Facebook a pedir donaciones para ser destinados a los menos favorecidos, los futbolistas desde el extranjero envían camisetas de famosos para subastar. Todo eso está bien, y demuestra que tenemos un corazón grande, pero no por ello un corazón que deja de ser amnésico.

Podemos seguirle rezando a San Pedro, eso de algo servirá, pero es bueno también rezar para que los colombianos entendamos que sólo mediante una planeación rigurosa, el diseño de programas adecuados de gestión de riesgo, el uso eficiente de los recursos públicos destinados a la construcción de infraestructura y la implementación de estrategias de veeduría permanente y disciplinada de la gestión pública, estas situaciones no se repetirán jamás, y así podremos utilizar nuestro corazón para otros menesteres en el futuro.

Donemos, donemos mucho. Recemos, si creemos que así ayudamos en algo, pero también votemos. Votemos bien, por quienes reconozcan que esto que está pasando no es solo obra y gracia de un San Pedro enfurecido por la manera como destruimos el medio ambiente – responsabilidad sobre la cual también debemos cuestionarnos seriamente en el día a día-. Elijamos candidatos que asuman la responsabilidad de que la construcción de infraestructura es fundamental para el desarrollo y la seguridad. Los puentes deben soportar  inviernos cada vez más fuertes, las carreteras no deben colapsar por las inclemencias del tiempo. Los diques deben construirse antes de la inundación. Es responsabilidad de todos exigir lo anterior, pero también elegir a gente honesta que pueda hacerlo técnicamente bien.

Publicado en La Tarde de Pereira el 7 de diciembre de 2010: http://www.latarde.com/opinion/columnistas/34786-sampedradas.html

viernes, 3 de diciembre de 2010

Marketing Territorial: la importancia de reconocer y valorar las ventajas y activos de nuestras ciudades y regiones para lograr su posicionamiento mundial

Investigación-Territorios
Manuel Calderón Ramírez

Marketing Territorial: la importancia de reconocer y valorar las ventajas y activos de nuestras ciudades y regiones para lograr su posicionamiento mundial


En el marco de la economía global, las ciudades y regiones han empezado a posicionarse como actores de primer orden para el desarrollo de nuevas estrategias de crecimiento y desarrollo económico, así como para la potenciación de sus factores de competitividad. A la par con los procesos de fortalecimiento de sus ventajas competitivas a través de la inversión sostenida en infraestructura y capital humano, exploración de nuevos sectores de alto valor agregado enmarcados en la economía del conocimiento y reforzamiento de la institucionalidad pública y de sus capacidades para generar sinergias con otros actores claves para el desarrollo, muchas ciudades y regiones han emprendido también, la construcción de diferentes estrategias comerciales para vender sus potencialidades y activos en el mundo y lograr un mayor reconocimiento.

El diseño de agresivas campañas publicitarias para atraer inversionistas y turistas y lograr mayores índices de posicionamiento mundial no sólo debe concebirse como un ejercicio destinado a impactar en el “top of mind” de los ciudadanos del mundo respecto a ciertos territorios, sino también como un proceso destinado a reconocer y valorar las condiciones, patrimonios y especificidades culturales que hacen de una ciudad o región un territorio único y particular.

En tal sentido, si bien es cierto que el progresivo posicionamiento de los territorios en un entorno marcado por una progresiva internacionalización ha derivado en la irrupción de nuevos ámbitos y disciplinas, tales como el marketing territorial, éste no puede visualizarse ni como una simple estrategia de mercadeo ni como una campaña publicitaria más. El territorio no es un producto simple susceptible de ser “masificado” o “consumido”. Por el contrario, representa relaciones e interacciones de grupos, organización e individuos en torno al espacio físico y geográfico, lo cual involucra múltiples dimensiones como la sociológica y antropológica, la política e institucional, la económica y social, la ambiental, la cultural y la étnica, sólo para citar algunas.

Por tal motivo, el marketing territorial no sólo es una estrategia “hacia afuera”, sino que también involucra dinámicas internas, relacionadas con la valorización del patrimonio material e intangible de un espacio geográfico y su reconocimiento y apropiación por parte de todos sus habitantes. De lo que se trata es de reforzar la identidad territorial, la cual está implícitamente ligada con el sentido de pertenencia que los ciudadanos le dan a su terruño, visualizado como un espacio vital. Así mismo, pasa por entender cuáles son los valores que cada persona le otorga a sus espacios geográficos, de tal forma que se puedan socializar y construir colectivamente.

Para nuestro país el diseño de estrategias de marketing territorial es una oportunidad sin igual para aprovechar y potenciar la riqueza creativa de nuestros pueblos y comunidades, sus valores ancestrales y tradiciones. El reciente reconocimiento de la Marimba y del Palabrero Guajiro como patrimonios inmateriales de la humanidad por parte de la UNESCO, es una muestra fehaciente de la grandes opciones que se nos abren para revalorizar nuestras tradiciones y presentarnos al mundo como una nación múltiple y diversa, que aún construye su identidad a partir de los aportes de cada una de sus comunidades, sus grupos étnicos y sus pueblos.

Imagen tomada de:
http://blog.guiasenior.com/archives/2009/03/rse-casos-practicos-y-estrategias.html